Un joven echándose una loción en el cuero cabelludo.

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Ciencia

Adiós a la calvicie: científicos descubren un hidrogel 'azucarado' que puede regenerar el pelo perdido en 20 días

Un estudio, liderado por un equipo internacional de científicos, ha reactivado el debate sobre estrategias proangiogénicas.

Más información: Golpe a la alopecia: científicos españoles consiguen revertirla gracias a una terapia con células madre

J.A. Gómez
Publicada
Actualizada

Investigar por curiosidad puede ofrecer enfoques sencillos a problemas conocidos: eso es lo que sugiere un trabajo preclínico que, a partir de un azúcar común en nuestro propio ADN, describe un candidato tópico capaz de revertir en ratones la calvicie androgénica, el patrón hereditario más extendido de pérdida de pelo.

El estudio, liderado por equipos de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) y COMSATS (Pakistán), ha reactivado el debate sobre estrategias proangiogénicas —las que fomentan la formación de nuevos vasos sanguíneos— como vía para "despertar" el folículo.

El punto de partida no fue la tricología, sino investigaciones sobre cicatrización: al ensayar en modelos animales la 2-desoxi-D-ribosa (2dDR), el monosacárido que forma la “columna” desoxirribosa del ADN, los investigadores observaron que la piel tratada cerraba mejor las heridas y la pelusa adyacente volvía antes y con más vigor, un efecto coherente con su historial proangiogénico (en bioensayos ha mostrado rendimientos del 80-90%).

Aquella pista derivó en una hipótesis sencilla: si los folículos sufren cuando el riego se empobrece, quizá un estímulo vascular sostenido en el tiempo pueda prolongar la fase anágena y engrosar el tallo capilar.

Para poner a prueba esa idea en alopecia “masculina” experimental, el grupo indujo pérdida de pelo en ratones cargados con testosterona y aplicó durante 20 días un hidrogel biodegradable de alginato que liberaba pequeñas dosis de este azúcar, formulado con propilenglicol y fenoxietanol.

El diseño incorporó controles negativos (placebo) y positivos (minoxidil al 2%, una sustancia que se ha demostrado eficaz a la hora de hacer engrosar el pelo), además de una combinación de minoxidil y la sustancia a investigar, para explorar posibles sinergias entre ellas.

Los resultados no se limitaron a fotografías típicas de el antes y el después: un análisis histológico documentó aumentos en longitud y diámetro del pelo, densidad folicular, relación anágeno/telógeno, diámetro del folículo y melanización del bulbo, junto con más vasos en dermis peribulbar.

En conjunto, el rendimiento del gel azucarado fue equiparable al del minoxidil —la referencia tópica aprobada y que miles de personas ya usan— y la mezcla de ambos no aportó beneficios adicionales medibles en este modelo, un detalle importante de cara a futuras combinaciones de tratamiento.

Aunque los autores plantean que la 2dDR podría actuar elevando el volumen de creación de nuevos vasos sanguíneos y, con ello, el soporte vascular del folículo, recalcan que se trata de un trabajo temprano y estrictamente en roedores; la translación humana exige fases clínicas que confirmen seguridad, dosis, frecuencia de aplicación, estabilidad cosmética y, sobre todo, eficacia en escalas estandarizadas.

Qué más terapias hay para la calvicie

En paralelo, conviene ubicar la novedad en el mapa terapéutico actual. Para la alopecia androgénica, la FDA solo ha aprobado dos fármacos: minoxidil tópico —de venta libre— y finasteride oral —con receta—; todo lo demás se mueve entre usos fuera del destino programado (es decir, fármacos diseñados para un tratamiento que de rebote hacen crecer el cabello) y opciones que no han terminado de demostrar su eficacia.

Esa limitación regulatoria explica por qué una vía alternativa, basada en modular la microvasculatura en lugar de la señal androgénica, llama tanto la atención.

Las carencias de las terapias vigentes son conocidas por clínicos y pacientes. Minoxidil no funciona en todos, requiere constancia y los resultados se pierden al suspenderlo; finasteride, por su parte, está indicado para varones y no para mujeres, y su ficha técnica advierte de efectos adversos sexuales y otras precauciones.

Ese encaje regulatorio —minoxidil como opción unisex y finasteride no indicado en mujeres— marca el techo de lo que hoy puede prescribirse con respaldo de agencia.

Además, el escrutinio sobre finasteride se ha intensificado recientemente en Europa: en mayo de 2025, la Agencia Europea de Medicamentos confirmó la ideación suicida como efecto adverso del fármaco, especialmente en su presentación de 1 mg para alopecia, e introdujo medidas de minimización de riesgos, sin cambiar la evaluación beneficio-riesgo global.

El debate científico sigue abierto —hay revisiones que señalan asociación con depresión y este tipo de tendencias—, lo que subraya la necesidad de alternativas con mecanismos distintos y perfiles de seguridad diferenciados.

¿Por qué centrarse en los vasos? Porque el tamaño del bulbo y la vigorosidad del cabello dependen en buena medida del aporte sanguíneo perifolicular.

Minoxidil, pese a su historia como antihipertensivo, parece alargar anágena y mejorar la perfusión; la 2dDR (el azúcar protagonista de la última investigación) aspira a llegar a un destino similar por otra ruta: no como vasodilatador clásico, sino como señal que favorece la angiogénesis local.

El tamaño del problema justifica la expectación. Lo cierto es que la alopecia androgénica es, con diferencia, la más frecuente. Hay prevalencias acumuladas muy altas con la edad (hasta un 80% de varones y entre un 40–50% de mujeres en poblaciones de ascendencia europea hacia los 70 años).

También hay una dimensión oncológica con mucha demanda insatisfecha: si el mecanismo clave es vascular, los autores plantean que esta sustancia podría explorarse para alopecias no androgénicas, como la inducida por quimioterapia —pelo del cuero cabelludo, pestañas y cejas—, un ámbito históricamente poco investigado y con gran impacto psicosocial.