Imagen de archivo de un tiburón blanco en España

Imagen de archivo de un tiburón blanco en España EFE

Ciencia

Los tiburones están perdiendo los dientes en todo el mundo y los científicos alertan: "Cortan la carne, pero no resisten al ácido"

La acidez del mar se está elevando debido a que absorbe la contaminación atmosférica y esto tiene efectos en la sonrisa de los escualos.

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En los arrecifes de coral, donde la calma aparente esconde complejas tensiones ecológicas, un nuevo enemigo acecha a los tiburones y no son las orcas, es la acidez creciente del mar. Tal y como advierte un estudio de Frontiers in Marine Science, la acumulación de dióxido de carbono en los océanos no solo altera los ecosistemas coralinos.

Sino que empieza a afectar a una de las armas más formidables del reino animal: los dientes de tiburón. Estas estructuras, perfeccionadas a lo largo de millones de años de evolución para cortar carne y hueso con precisión quirúrgica, comienzan a evidenciar signos de debilitamiento.

La investigación, dirigida por Maximilian Baum en la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, apunta a que la acidificación marina reduce la dureza del esmalte y compromete la integridad de la dentina, haciendo que los dientes se vuelvan más frágiles y susceptibles a fracturas durante la caza.

El hallazgo es perturbador no solo por lo que implica para estos animales, sino por lo que representa para los ecosistemas marinos en su conjunto. Los tiburones son depredadores ápice, responsables de mantener el equilibrio en las cadenas tróficas.

Si sus herramientas de caza se ven debilitadas, la repercusión se sentiría en cascada: desde las presas que ya no son controladas en número hasta los arrecifes que dependen indirectamente de esa regulación. Los autores de la investigación lo plantean con crudeza: la naturaleza forjó dientes diseñados para cortar carne, no para resistir el ácido.

Aún menos dientes

En el experimento, se recolectaron más de 600 dientes descartados de tiburón de arrecife de puntas negras (Carcharhinus melanopterus) en un acuario alemán. Aunque solo se utilizaron 16 piezas completamente intactas para la prueba principal, el protocolo fue claro.

Las sumergieron durante ocho semanas en tanques con agua ajustada a dos escenarios de pH, uno que representa la actualidad (8,1) y otro que proyecta el futuro hacia el año 2300 (7,3). La diferencia es abismal: ese descenso equivale a multiplicar por diez la acidez de los océanos respecto al presente, un cambio que excede con creces las fluctuaciones naturales de los últimos milenios.

Los resultados no dejaron espacio para el optimismo. Los dientes expuestos a la acidez simulada del futuro presentaron grietas visibles, agujeros y una corrosión más intensa en la raíz. Además, se observó un incremento aparente en la circunferencia de las piezas, no por crecimiento real, sino por la irregularidad generada en la superficie al degradarse.

Esa rugosidad, paradójicamente, podría mejorar la capacidad de corte a corto plazo, pero al precio de volverlos mucho más frágiles. Una ventaja efímera que, en la práctica, significaría perder eficacia en un entorno que exige resistencia constante.

Uno de los puntos clave que subrayan los investigadores es que el estudio se realizó sobre tejido mineralizado ya muerto, lo que excluye la posibilidad de que los tiburones vivos reparen o reemplacen el daño. Sin embargo, incluso con su célebre capacidad para regenerar dientes de forma continua, la ecuación no es sencilla.

Reproducir y mineralizar nuevas piezas en un océano acidificado conllevaría un mayor coste energético, lo que podría desviar recursos de otras funciones vitales como la reproducción o la inmunidad.

Nadar con la boca abierta

La situación se complica si consideramos que especies como los tiburones de arrecife de puntas negras deben nadar con la boca abierta para poder respirar. Esto expone constantemente sus dientes al agua circundante, acelerando el desgaste en un escenario de mayor acidez.

Es probable que tiburones con ciclos de reemplazo dental más lentos sufran aún más, acumulando daños irreparables en sus armas de caza. Tal como explica Baum, incluso caídas moderadas del pH podrían ser críticas para especies particularmente sensibles.

El estudio se suma a una creciente literatura científica que advierte de los impactos de la acidificación en estructuras calcificadas. Investigaciones previas han documentado debilitamiento en conchas de moluscos, disolución de esqueletos de corales y problemas en la formación de exoesqueletos de crustáceos.

Un metaanálisis publicado en Nature Climate Change ya apuntaba a que estos efectos no son aislados, sino sistémicos: la química del océano está alterando desde los cimientos físicos hasta los comportamientos ecológicos. Que ahora se observe este fenómeno en los dientes de tiburón refuerza la idea de que ningún organismo está completamente a salvo.

El panorama cobra mayor dramatismo cuando se recuerda que la acidificación oceánica es un proceso directamente ligado a la quema de combustibles fósiles y a la absorción de CO2 atmosférico.

Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), cerca de un 30% del dióxido de carbono emitido por la actividad humana ha sido absorbido por el océano desde la Revolución Industrial. Esa función de "amortiguador" climático tiene un precio: alterar la química marina de una forma que compromete la supervivencia de especies clave.

Un efecto dominó marino

Si los dientes de tiburón pierden resistencia, no solo hablamos de un depredador en apuros. El cambio repercutiría en las dinámicas de caza, en la presión sobre las poblaciones de peces e incluso en la economía pesquera que depende de esos equilibrios.

El deterioro microscópico de un diente se convierte así en una metáfora inquietante del efecto dominó que caracteriza a la crisis climática: una modificación química aparentemente invisible termina resonando en toda la cadena de la vida marina.

A pesar de lo alarmante, los investigadores recuerdan que aún hay vacíos por llenar. El estudio se centró en dientes no vivos, por lo que se requieren experimentos con tiburones vivos para entender cómo influyen los procesos de remineralización y regeneración dental en condiciones de acidez creciente. También falta explorar si hay diferencias notables entre especies oceánicas y costeras, o entre depredadores con distintas estrategias de reemplazo dental.

Cada respuesta podría redefinir el mapa de vulnerabilidad en el océano del futuro. La integridad de las herramientas de caza de los tiburones es solo un eslabón más de una cadena que conecta a depredadores, presas, arrecifes y, en última instancia, a los seres humanos que dependen de mares saludables para alimentarse.