Aula de un colegio de Castilla y León.

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Ciencia

Una revisión de estudios afirma que ChatGPT es bueno para la educación y desata la polémica: "Esos resultados son imposibles"

El trabajo sostiene que la IA proporciona retroalimentación instantánea y una guía personalizada a la resolución de problemas.

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La irrupción de ChatGPT a finales de 2022 ha supuesto un antes y un después en el uso popular de la inteligencia artificial. Pero algunas personas lo han notado más que otras: los profesores viven con la sospecha constante de que el único esfuerzo realizado por sus alumnos sea darle a la tecla 'intro' del ordenador. Un estudio, sin embargo, afirma que esto podría ser bueno, desatando un polémico debate entre los expertos.

Se trata de un análisis conjunto de 51 trabajos sobre el impacto que ChatGPT y otras herramientas de IA han tenido en la educación y que ha sido publicado en la revista Humanities and social sciences communications, del grupo Nature.

Los autores concluyen que el uso de ChatGPT tiene un impacto positivo claro en la mejora del rendimiento del aprendizaje, es decir, en la adquisición de conocimientos y habilidades prácticas.

También tiene un impacto positivo, si bien no tan profundo, en la percepción del aprendizaje por parte del propio alumno y en lo que se conoce como pensamiento de orden superior, es decir, la capacidad de ir más allá de la memorización de la información y producir análisis, mejorar en la resolución de problemas o potenciar la creatividad.

Jin Wang y Wenxiang Fan, investigadores de la Universidad Normal de Hangzhou, en China y autores del trabajo, señalan que el impacto de la aplicación se ve moldeado por el campo de estudio, el modelo de aprendizaje usado y la duración de la intervención.

Así, el aprendizaje científico-técnico y los modelos educativos enfocados a la adquisición de competencias son lo que se ven más beneficiados. Probablemente, señalan, porque la retroalimentación es instantánea y proporciona una guía personalizada a la resolución de problemas.

Además, el efecto sería idóneo asegurando un uso continuado de la herramienta en programas de entre cuatro y ocho semanas de duración.

En una época donde el entorno educativo está echando el freno a la tecnología por las posibles consecuencias negativas de una introducción alegre que ni siquiera planteó cuál podría ser su efecto en el aula, un trabajo como este parece plantear una respuesta contraria y anti-intuitiva: si los profesores se quejaban de trabajos copia-pegados de la Wikipedia y El Rincón del Vago, ¿cómo va a ser beneficioso que, a fin de cuentas, le pidamos a una inteligencia artificial que haga ese trabajo por nosotros?

"Datos altamente improbables"

Por eso, los expertos consultados por EL ESPAÑOL tienen una perspectiva muy crítica con las conclusiones del estudio, que tiene "serias limitaciones", afirma Ladislao Salmerón, catedrático del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Valencia.

Primero, porque "no incluyen estudios robustos que concluyen lo contrario", como el liderado por Hamsa Bastani, de la Universidad de Pensilvania, que contó con más de mil participantes y concluía que "el ChatGPT estándar produce peores resultados de aprendizaje".

De hecho, aunque el trabajo de Wang y Fan destaca esta aplicación en el propio título, "muchos de los estudios en el meta-análisis han usado 'tutores inteligentes', que son herramientas que explican, revisan y dan retroalimentación a los avances del alumno, tal y como haría un tutor humano. No dan la respuesta de forma automática, como hace ChatGPT".

Salmerón va más allá en su crítica y sostiene que "se incluyen datos que son altamente improbables, por no decir imposibles". Hay muchos estudios "con tamaños del efecto muy grandes", uno de ellos llega a afirmar que usar ChatGPT tendría un efecto cuatro veces superior, lo que implicaría que "todos los alumnos que usaron esa herramienta sacaron entre un 8 y un 10 en el examen, mientras que todos los del grupo de control tendrían que haber sacado entre un 0 y un 2. Es imposible", afirma con rotundidad.

Joaquín González Cabrera, psicólogo y profesor de educación en la Universidad Internacional de La Rioja, hace ver que, entre todos los estudios incluidos en el trabajo, "solo hay uno en la etapa de primaria y tres o cuatro centrados en la secundaria, la mayoría son universitarios".

De hecho, esto es algo que los propios investigadores mencionan en su trabajo. La escasez de estudios directamente comparables es un problema habitual en los meta-análisis, trabajos importantes pues reúnen una gran cantidad de datos pero que muchas veces les obliga a dejar fuera investigaciones importantes porque las variables usadas no coinciden con las medidas en otros trabajos de su campo.

Por eso, González Cabrera advierte que sin diferenciar entornos educativos "se puede dar una falsa expectativa de positividad". En la etapa universitaria, donde el intelecto del alumno está formado, "la inteligencia artificial puede ser un booster, un acelerador, si se usa bien, pero ojo con extrapolar los resultados a etapas donde no hay una consolidación de contenidos".

Los expertos apuestan por la prudencia a la hora de introducir la inteligencia artificial en el aula. Salmerón reconoce que, "con lo que sabemos a día de hoy, una respuesta seria solo puede ser tentativa".

"Lo que resulta obvio es que debemos enseñar a utilizar las herramientas tipo ChatGPT de manera eficiente, constructiva y crítica", pero "no tengo claro que aún sepamos hacerlo".

González Cabrera también señala que hay muy poca investigación sobre el tema en niveles educativos básicos —después de todo, no hace ni tres años que explotó esta tecnología— y hay que ponerse a ello.

Un estudio reciente en el que ha participado concluía que un 77% de los alumnos de 1º de la ESO utilizaban IA y, de ellos, el 85% lo usaba para actividades académicos. "Su uso no es infrecuente sino que yo diría que es normativo".

Por otro lado, no se debe descuidar el potencial impacto negativo en la enseñanza universitaria. Ya se ha descrito el fenómeno de la 'AIlessphobia', es decir, miedo a no tener disponible herramientas de IA en la educación.

"El alumnado tenía respuestas ansiosas adaptativas para problemas que antes se resolvían de manera natural", comenta. "Tenemos un profesorado apenas formado porque esto ha llegado de golpe, y tenemos que estar atentos para que no pase una factura negativa. La IA, bien utilizada, puede tener resultados satisfactorios, pero al Joaquín de hace 20 años lo hubiera partido por la mitad, me habría hecho un vago relamido".