John Cusack, rodeado de discos, en una escena de la película 'Alta Fidelidad'.

John Cusack, rodeado de discos, en una escena de la película 'Alta Fidelidad'.

Ciencia Estudios científicos

Esta es la razón por la que nos gustan las canciones tristes (y no tiene nada que ver con la depresión)

Según una nueva investigación, las melodías sobre desamor y similares enganchan porque provocan en nosotros una conexión especial.

5 junio, 2023 02:11

¿Escuchaba música pop porque estaba deprimido o estaba deprimido porque escuchaba música pop? Se preguntaba John Cusack mirando a cámara en una escena de la película Alta fidelidad (2000). Aunque sea fácil deducir que una música triste es lo que puede llevar a alguien a un estado alicaído y viceversa, lo cierto es que el actor estaba bastante desencaminado. Las conocidas como canciones para llorar no tienen nada que ver con ponerse mohíno.

Esta es la conclusión a la que ha llegado Josuha Knobe, investigador del departamento de Psicología de la Universidad de Yale. Según su nueva investigación, que será publicada en el próximo número de The Journal of Aesthetic Education, la gente no escucha canciones tristes para caer en dicho sentimiento. Más bien es porque tienen el poder de generar una conexión especial con el individuo

Para llegar a esta conclusión, Knobe y equipo dividieron su experimento en dos partes. En la primera, pidieron a una muestra de 400 participantes que calificara como "buena" o "mala" una serie de canciones. Curiosamente, piezas que no eran magistrales, pero que mostraban sentimientos profundos, obtuvieron una gran recepción por parte de los participantes. Poniendo un símil. Una balada de Álex Ubago nunca será La Sinfonía n.º 5 de Beethoven, pero demuestra el mismo potencial para gustar a la gente. ¿Por qué? Porque la música triste engancha.

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Esto es algo que ya había quedado patente en otras ocasiones. Por ejemplo, en 2018 un trabajo publicado en el Journal of Popular Music Studies analizó las letras de las canciones más populares de la lista Billboard Hot 100 entre 1951 y 2016. Después del estudio de 6.150 canciones, la investigación da cuenta de que temas como la tristeza o el miedo han ido aumentando con el paso de los años, convirtiéndose en el contenido preferido de los hits de cada año. Ahora, queda saber por qué.

Trazar una conexión

La respuesta está en la segunda parte del trabajo de Knobe. En él, se pidió a otros 450 participantes distintos que valorasen la conexión que sentían en una serie de conversaciones hipotéticas. Uno de los ejemplos era: "Un conocido le está hablando sobre su semana y expresa sentimientos de melancolía". Los sujetos, por norma general, tendían a calificar como más deseables las conversaciones que versaban sobre sentimientos profundos, como el dolor de perder a alguien. Una canción, en esta línea, se entiende como un diálogo entre dos personas.

Según el trabajo, no es el sentimiento de tristeza lo que importa en la canción, sino su capacidad para crear una conexión". Las melodías tristes tendrían un mayor poder para conectar o atrapar a la gente y eso es lo que las hace tan atractivas.

Lo no queda claro a qué tipo de conexión se refiere. Uno puede conectar con una experiencia pasada, con el cantante o con un sinfín de cosas. El estudio reconoce que esta cuestión requiere de una evaluación profunda y necesita de más investigación. En el paper se queda sin responder. Si bien, en The New York Times, uno de los ayudantes del experimento se ha atrevido a darle respuesta de la siguiente forma: "La música triste, sencillamente, te hace sentir bien". 

Aunque parezca una paradoja, la frase no está mal encaminada. Las razones primarias de que esto suceda pasan por planteamientos bioquímicos. Hace más de una década, la European Society for the Cognitive Sciences of Music explicó en un trabajo de investigación que la música triste gusta porque provoca placer y que en ese placer tienen un cometido muy especial hormonas como la prolactina o la oxitocina.

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Los niveles de estas hormonas aumentan con la tristeza, ya que es un mecanismo de autorregulación con el que cuenta nuestro cuerpo. Por eso, después de una buena llorera, se tiene sensación de liberación. Es la prolactina haciendo de las suyas. De la misma forma, una canción triste lo que estaría haciendo es engañar al cerebro. La conexión de la que habla el trabajo activaría falsamente este mecanismo de compensación.

Mejor cuanto más empático

Eso sí, para que esto suceda hay una condición: los niveles de empatía de la persona. Tuomas Eerola, profesor de Cognición Musical en la Universidad de Durham es el autor de una investigación muy citada a la hora de hablar de música triste. Publicada en Frontiers in Psychology, trató de averiguar por qué ciertas personas disfrutan más de la música triste que otras.

"Las personas sensibles y dispuestas a empatizar con la desgracia de otras personas, en este caso representada por la música triste, de alguna manera se ven recompensadas durante el proceso", explicaba en un artículo en The Conversation. Las personas más empáticas tendrían, así, más posibilidades de desencadenar una respuesta endocrina que llevara a la liberación de oxitocina y prolactina. 

"También es posible que el efecto sea principalmente psicológico. Aquellos que se permiten sumergir emocionalmente en la música triste están ejercitando todo su repertorio emocional de una manera que resulta gratificante en sí misma", añadía el académico como otra posible teoría. A la par, daba sin saberlo una posible respuesta al porqué cada vez triunfan más las canciones tristes: "La capacidad de comprender las emociones de los demás es crucial para navegar por el mundo social en el que vivimos y, por lo tanto, es probable que ejercitar esa capacidad sea gratificante, debido a su importancia evolutiva".