El filósofo y profesor salmantino Miguel Ángel Quintana Paz
Miguel Ángel Quintana Paz: "Si Vox vuelve al Gobierno de Castilla y León tendrá que librar en serio la batalla cultural"
Entrevista con el director del ISSEP, el filósofo salmantino amigo de Abascal: "Si Espinosa de los Monteros opta por las élites en vez de por los barrios, es normal que cree un proyecto distinto" | "Trump ha logrado mucho más en su lucha a favor de la vida que miles de sesudos filósofos respetables".
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Miguel Ángel Quintana Paz (Salamanca, 1973) sintió la vocación docente desde muy pequeño, cuando le surgió la necesidad de escribir manuales de aquello que aprendía en el colegio. Una inquietud por enseñar que, décadas después, traslada a todas sus intervenciones y entrevistas, tratando de dejar un poso que vaya más allá de la mera opinión.
Director académico y profesor en el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) −centro impulsado en 2020 por Marion Maréchal, la sobrina de la histórica dirigente de la Agrupación Nacional francesa, Marine Le Pen− este profesor y filósofo salmantino atiende a EL ESPAÑOL de Castilla y León para abordar los retos de la sociedad actual y la situación política de la Comunidad.
Pregunta.- Le han calificado de ideólogo de Vox, filósofo de Le Pen… ¿quién es en realidad y cómo se define Miguel Ángel Quintana Paz?
Respuesta.- Soy un filósofo y profesor; esta segunda es una vocación que tengo aún más clara que la filosofía. Desde muy pequeño tuve claro que quería dar clase.
A menudo cuento que tenía la costumbre de ir escribiendo una especie de libro de texto en casa con todo lo que iba aprendiendo en el colegio. Además, como mi hermana era más pequeña, entrenaba con ella lo de explicarle las materias de clase a terceros.
"Desde muy pequeño tuve claro que quería dar clase"
Ese deseo de explicar cosas está, a su vez, muy relacionado con la filosofía. Cuando voy a la tele o escribo artículos intento, en realidad, seguir haciendo lo mismo: explicar un poco nuestro mundo. Si al final de una intervención mía en medios de comunicación no he ayudado a explicar algo, más allá de mis opinioncitas, me siento un tanto insatisfecho.
P.- Nació en Salamanca hace 52 años. ¿Qué recuerda de su infancia y juventud en la capital salmantina? ¿Mantiene un estrecho vínculo con Castilla y León?
R.- Sí, puede decirse que vivo a caballo entre Madrid y Salamanca, y es en esta donde habita mi familia. Por lo demás, tengo el defecto, o la ventaja, de que mi memoria sea un tanto minuciosa. En el prólogo de mi último libro cuento, de hecho, el que probablemente sea mi primer recuerdo.
Sé que no tenía todavía ni tres años cumplidos, pues fue el primer día que me llevaron a la guardería parroquial. La institución más importante de todo mi currículo académico, por cierto, pues allí aprendí a leer, a contar y a rezar.
P.- El pasado mes de junio publicó su última obra, 'Cosas que he aprendido de gente interesante', que ya va por su segunda edición. ¿Qué ha querido transmitir con este libro?
R.- El libro aborda los tres temas de los que más me gusta explicar cosas: filosofía, política y religión. Son además tres ámbitos donde hoy en día vivimos un momento histórico apasionante.
Por ejemplo, en el campo religioso se han olvidado muchas cosas, que me temo que hay que ponerse a explicar de nuevo. Pero al mismo tiempo se percibe palpable un renovado interés, cuyos motivos también hay que explicar.
P.- ¿A qué cree que se debe ese renovado interés por los asuntos religiosos?
R.- Al relativismo y al nihilismo de la sociedad actual. Tras 1945 en toda Europa, y en España quizás desde 1978, la conclusión a la que se llegó era que para evitar experiencias como las de la Segunda Guerra Mundial o los totalitarismos, la solución era una especie de relativismo generalizado: no creer en nada demasiado firmemente.
Hans Kelsen, que justo es uno de los grandes teóricos de los sistemas constitucionales, decía que el modo de pensar más acorde con la democracia era el relativismo.
Él y tantos otros nos persuadieron de que la gente con convicciones sólidas, con creencias por las cuales se era capaz de luchar o morir, resultaba en general gente muy peligrosa, que podía llegar a ejercer violencia en cualquier momento para defender esas ideas.
No solo Kelsen, sino la mayor parte de intelectuales europeos posteriores a 1945 caminan en esa misma dirección: desde un Karl Popper a un Friedrich Hayek, pasando por todos los postmodernos de los años 70 y 80.
"El nihilismo ha llevado a que la gente pierda de vista el sentido de su vida y ahí entra en juego el renovado interés por la religión"
Esa especie de consenso relativista o nihilista, de cada vez creer menos en menos cosas, nos ha llevado adonde estamos ahora: a una sociedad poco capaz de enfrentarse a los proyectos de dominación que se le vienen encima. Pues carece de convicciones sobre las que apoyarse para esa lucha.
Es ahí donde conviene, entonces, echar mano de la filosofía y la política: para armarnos de nuevo de verdades, de bienes por los que luchar.
Por otra parte, y desde un punto de vista más personal, ese nihilismo ha llevado a que la gente pierda de vista cuál pudiera ser el sentido de su vida. Y es ahí donde entra en juego el renovado interés por la religión.
De hecho, el cristianismo se centra justo en eso: en dar un sentido profundo a tu vida; en especial a aquellos momentos que más parecen carecer de él: la muerte, el dolor, la falta de amor. Los tres acompañan a Cristo en la cruz.
P.- Recientemente se activó la carrera electoral en la Comunidad tras el desliz del secretario autonómico del PPCyL, Francisco Vázquez, al anunciar que las elecciones serían el 15 de marzo de 2026. ¿Qué valoración hace de la situación política en Castilla y León?
R.- Creo que Castilla y León es una comunidad un tanto paralizada. Carece de estímulos, de ímpetu. Y el Gobierno que tenemos representa muy bien esa falta de espíritu y de ímpetu.
Mañueco estudió en el mismo colegio que yo, el Maestro Ávila, y sé que habla mucho en petit comité de que la gente necesita tranquilidad, ausencia de polarización y de tensión. Yo pienso justo lo contrario.
"Mañueco habla de que la gente necesita tranquilidad y yo creo que Castilla y León necesita tensión"
Creo que una comunidad como Castilla y León lo que necesita, precisamente, es tensión, vida e ímpetu. Irse dejando morir como nos estamos dejando, incluso en términos demográficos, es un drama.
P.- Tras los comicios de marzo de 2026 parece que las dos opciones más viables serían un Gobierno de Mañueco en minoría, si se acercase lo suficiente a la mayoría absoluta, o un acuerdo con Vox, como en 2022. ¿Cuál cree que debería ser la relación de Vox con el PP en Castilla y León y qué cree que debería hacer tras las elecciones?
R.- El caso de Castilla y León en 2022 fue el primero donde Vox entraba en un Gobierno. Y lo hizo de manera no desdeñable, con tres consejeros y con un vicepresidente dedicado en exclusiva a su cargo. Me temo, y en esto voy a ser crítico con Vox, que esos más de dos años de coalición no produjeron fértiles frutos por parte de tal partido.
En política cultural, que fue una de las consejerías que gestionó Vox, la comunidad no vivió cambio alguno apreciable. Básicamente todo siguió como estaba antes, y como lleva décadas estando en España o en Occidente: una cultura dominada por los discursos y las personalidades de izquierda, e incluso por esa mentalidad nihilista de que hablábamos antes.
Los castellanos y leoneses no vimos en la cultura una fibra conservadora o patriótica, que formulase alternativa alguna al progresismo que nos inunda.
"Si Vox vuelve al Gobierno de Castilla y León tendrá que librar en serio la batalla cultural"
Creo que algo parecido se puede decir del vicepresidente, Juan García-Gallardo: vivió más de dos años ocupándose solo de su Vicepresidencia. Pero no se le conoce herencia apreciable alguna desde ese puesto privilegiado del que disfrutó, más allá de algunas declaraciones resultonas e intempestivas.
Es verdad que se pueden poner muchos peros y excusas, como que era la primera entrada en un gobierno de Vox. O la propia inexperiencia de García-Gallardo. Quizá se pecó de ingenuidad. Pero los políticos no están para escudarse detrás de excusas, sino para hacer cosas.
Si Vox vuelve al Gobierno tendrá que aprovechar y ejercer una labor muy distinta que lo poco que hicieron su vicepresidente y consejeros en el periodo previo. Esta vez habrán de librar en serio la batalla cultural.
Esta batalla es un campo en que nunca se ha adentrado el PP: siempre se han limitado a cuadrar las cuentas, a resolver sus tablas de Excel.
Vox surgió justo para marcar ahí una diferencia: demostrar, desde las instituciones públicas, que la cultura no es un adorno ni un pasatiempo. Que la cultura es el suelo desde el cual podemos dar sentido a las cosas que nos ocurren en este mundo nihilista del que hemos hablado antes.
P.- Algunas voces han deslizado la posibilidad de que Vox exija al PP que Mañueco dé un paso al lado y que los populares presenten a otro candidato para plantearse apoyarles tras los comicios de marzo de 2026. ¿Considera que sería inteligente que Vox plantease esa línea roja?
R.- Me parece muy improbable que Vox haga eso. Yo creo que Vox no se ha caracterizado nunca por centrarse en las personas, sino en las políticas.
Por lo demás, y no lo digo como alabanza a Mañueco, sino como crítica al PP: ¿alguien cree que haya alguna otra figura en ese partido que pueda representar principios muy distintos a los que ha representado los últimos 38 años? No creo que sea una formación donde bulla la efervescencia de ideas ni de personalidades.
"Vox debería centrarse en elegir mejor a sus consejeros o vicepresidentes y en que se perciba que no es un segundo PP"
Por ello, creo que lo importante sería que Vox se centrara en elegir esta vez mejor a sus propios consejeros o vicepresidentes. Y que, dentro del espacio que logre conquistar en un posible Gobierno de coalición, se perciba con claridad que es un partido con ideas transformadoras. Que no es un segundo PP, vaya.
P.- Se está produciendo un intenso debate en las bases de Vox donde está teniendo un gran protagonismo el exvicepresidente de la Junta Juan García-Gallardo, con cuestiones como la guerra generacional entre jóvenes y boomers, críticas a la defensa de Vox de la inmigración latina o su apoyo a Israel. ¿Qué opina sobre este debate y sobre esa posibilidad de escisión?
R.- Que haya visiones distintas dentro de Vox es natural desde el momento mismo en el que el partido va ampliando su base. Las encuestas le arrojan un promedio de apoyo de un 17% de los españoles; españoles muy preocupados, además, por lo que sucede en su país. De modo que es normal que ahí bullan abundantes visiones.
Además, la nueva derecha, al contrario del centrismo del PP, se está caracterizando en todo el mundo por un palpitante debate de ideas, textos, pensadores e instituciones.
Un ejemplo de esto último es la institución donde trabajo como director académico, el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política, ISSEP, que solo lleva cinco años de existencia, pero ha formado ya a varias de las voces de nuestro debate político.
"Enfrentar a jóvenes contra mayores resulta destructivo para un país y no cuadra con un pensamiento patriótico"
Así, lo cierto es que en los últimos tiempos se ha ido creando entre nosotros un magma muy prometedor, que coloca a España en un lugar muy digno dentro del panorama internacional de la nueva derecha. Y dentro de ese magma es normal que surjan debates. Estos que usted menciona son algunos de ellos.
Ahora bien, yo creo que dividir y enfrentar a la población en brechas, ya sean de sexo (mujeres contra hombres), ya sean de orientación sexual (LGBT contra heterosexuales), ya sean de clase (obreros contra patronos), o ahora esta nueva brecha de jóvenes contra mayores, resulta destructivo para un país.
No cuadra, además, con un pensamiento patriótico que trate de buscar lo que nos une a todos para lidiar desde ahí con el complicado mundo que tenemos enfrente.
Sí, no cabe duda de que hay problemas punzantes por resolver: la sostenibilidad de las pensiones; las enormes dificultades que tienen los jóvenes para formar una familia o comprar una vivienda, así como para contar con un empleo estable; la inmigración o la inseguridad de nuestras calles.
Son problemas evidentes sobre los que debemos meditar; pero siempre evitando el recurso fácil de enfrentar a unos españoles contra otros, que ha sido tradicionalmente una estrategia típica de la peor izquierda.
P.- En el ala más liberal del partido también se están dando movimientos y el exportavoz en el Congreso Iván Espinosa de los Monteros ha impulsado su think tank Atenea y ha mostrado un acercamiento al PP. ¿Qué opina al respecto? ¿Considera que estos movimientos pueden debilitar a un partido que, por otra parte, está en pleno auge en las encuestas?
R.- Espinosa de los Monteros ha dicho que últimamente el PP le presta atención y que Vox no le escucha. Y yo lo que veo es que los resultados demoscópicos del PP se hallan bastante estancados, mientras que Vox no deja de subir. Así que quizá esa no haya sido la mejor manera de presentarse a sí mismo en sociedad.
El economista Jesús Fernández Villaverde comentaba hace unos días, a propósito de estas declaraciones, que un partido liderado por Espinosa de los Monteros solo iba a conseguir éxito (y cito textualmente) entre las señoras que van a comer croquetas de jamón a la pastelería Mallorca del barrio de Salamanca. Me parece una metáfora literariamente brillante.
Pero, además, refleja toda una realidad electoral. Hay un cierto liberalismo de clase burguesa alta, más atento a las Big Four que al pueblo, que es normal que no se sienta del todo identificado con Vox. Pues Vox no es un partido para nuestras élites económicas o políticas; de hecho, somete a fuerte crítica todo lo que han hecho esas élites con nuestro país durante los últimos tiempos.
"Si Espinosa de los Monteros opta por las élites en vez de por los barrios, es normal que se lance a crear un proyecto político distinto"
Es normal, por tanto, que tales élites no solo no se sientan representadas, sino incluso amenazadas por ese mensaje de Vox. Y de ahí que busquen figuras como la de Espinosa de los Monteros.
Mientras que, por el contrario, los perdedores de nuestra sociedad, las antiguas clases medias que ven cómo van dejando de serlo, que sienten que su vida empeora día a día debido a la inseguridad callejera, a la inmigración masiva, a los sueldos cada vez más escasos, a los servicios públicos colapsados, a la vivienda cada vez más cara y escasa… es normal que vuelvan su mirada a Vox. Pues es el único partido que propone una enmienda de conjunto a toda esa decadencia.
En suma, me parece del todo natural que, si Espinosa de los Monteros se dio cuenta, hace un par de años, de que él prefería optar por las élites económicas de las que proviene, en vez de por los barrios y pueblos donde peor se vive de España, entonces se lance a crear un proyecto político distinto.
P.- Vivimos en un momento en el que las etiquetas derecha e izquierda parecen estar cada vez más caducas y se habla cada vez más de soberanismo y globalismo, ¿considera que esos términos son más adecuados para explicar el mundo actual?
R.- La contraposición entre una derecha capitalista y una izquierda estatista, entre gran empresa o gran Estado, creo que pertenece ya al pasado.
Una característica de nuestro tiempo, de hecho, es ver como esas grandes empresas y esos Estados sobredimensionados se hallan aliados contra el pueblo llano, que padece los excesos de unos y otros: oligopolios, impuestos altos, restricciones a la libertad…
Es normal que cuando cambia la situación, cambie también el pensamiento político y cambien también las alternativas políticas. Aunque es verdad que esto cuesta: aún hay gente que sigue votando en 2025 como si estuviéramos en 1982… o incluso en 1936.
"En todo Occidente ha emergido una alternativa que piensa más en la patria y en el pueblo, en lo que tienes cerca"
Pese a esa lentitud de los cambios, sí que es verdad que en todo Occidente ha emergido una alternativa que piensa más en la patria y en el pueblo, en lo que tienes cerca, en el ámbito donde tu voz puede contar y donde los tuyos te pueden proteger.
Y ese ámbito no es una lejana ONU o una no menos lejana UE, sino tu nación. Para un rico no es difícil, si les va mal en un país, trasladar su empresa o su residencia a otro. Pero el resto estamos arraigados en un pueblo. Y queremos seguir estándolo.
P.- Dentro de la nueva derecha existen grandes diferencias, muchas veces se intenta meter en el mismo saco a figuras como Le Pen, Meloni, Milei o Trump, que son muy diversos en cuanto a sus ideas económicas o morales, entre otra. ¿Cree que ese bloque puede mantenerse unido por unos mínimos comunes o que su diversidad terminará generando disensiones?
R.- Creo que, al ser partidos patrióticos por definición, es normal que se hallen muy ligados a la situación de cada una de sus patrias. Y reflejen lo distintas que son estas. No puede significar lo mismo ser patriota alemán, estadounidense o argentino: cada uno de esos países tiene problemas (y virtudes) bien particulares.
Ahora bien, es tan inmenso el reto al que se enfrentan, que pese a ello están sabiendo mantener su alianza, de modo inteligente, en lo que sí es posible mantenerla.
Además, deberíamos dejar de asustarnos por los disensos en política: ¡solo donde hay discrepancias hay política libre! No me parece un problema, pues, no poder encasillar todos esos partidos bajo un mismo marbete ideológico.
"Trump ha logrado en su lucha a favor de la vida de los no nacidos mucho más que miles de sesudos filósofos respetables"
Fijémonos en el más influyente de esos líderes políticos: Donald Trump. Y bien, él mismo es difícil de encasillar. No es un libertario como Milei, tampoco es un Le Pen, ni un conservador clásico (aunque haya logrado el mayor éxito conservador de los últimos tiempos: dar marcha atrás al abortismo en EE. UU., merced a sus nombramientos pasados en el Tribunal Supremo).
Creo que ese es uno de los encantos del mundo nuevo que vivimos: que un Trump que nadie etiquetaría como un meapilas o un estirado moralista, haya logrado en su lucha a favor de la vida de los no nacidos mucho más que miles de sesudos filósofos respetables.
P.- ¿Cuál cree que debería ser la postura de los partidos de la nueva derecha, y de Vox en concreto, con respecto al conflicto entre Israel y Gaza?
R.- El Gobierno ha conseguido que, en España, estemos discutiendo acalorados sobre quién tiene la razón, si Hamás o Israel. Cuando, en realidad, los graves problemas que tenemos y que más dañan nuestras vidas no se encuentran a 4.000 kilómetros de distancia, sino a nuestro lado.
Últimamente incluso ha entrado en ese debate la Conferencia Episcopal Española, ¡que parece aspirar incluso a elaborar una política exterior propia! Como si no contara ya con suficientes problemas dentro de la Iglesia y el clero españoles.
En suma, siento cierta estupefacción al comprobar que nos rodean las ansias de meterse de lleno en ese debate, dejando de lado otros que nos son mucho más punzantes.
"La frivolidad que está exhibiendo nuestro Gobierno con Gaza nos puede costar carísima dentro de pocos años"
Dicho lo cual, no voy a esquivar el asunto: la política consiste en saber quién es tu amigo y quién es tu enemigo, como bien nos enseñó Carl Schmitt. Y, en el caso de esta guerra, me parece obvio que hay una civilización que nos es completamente ajena: la del islamismo de Hamás, que ve los derechos y la libertad de un modo radicalmente opuesto al nuestro.
Que exhibe él mismo sus crueldades del 7-O, que usa como escudos humanos a sus propios hijos, que blasona de aborrecer nuestra civilización.
En el caso de España, además, no me parece nada inteligente aliarse a ese islamismo. Tenemos ahí a Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas donde se está produciendo una 'palestinización' de la situación; donde ya se empieza a hablar de los españoles como “colonos” y de un “pueblo musulmán” oprimido como lo estaría el de Gaza.
Creo que toda la frivolidad que está exhibiendo nuestro Gobierno en este asunto nos puede costar carísima dentro de pocos años. Y en nuestro propio territorio nacional.
P.- En España las elecciones serán, como tarde, dentro de dos años. ¿Qué camino cree que deberían tomar las formaciones de derecha para dar una alternativa al Gobierno de Sánchez? ¿Qué expectativas tiene?
R.- Yo soy de los que opina que las únicas predicciones que conviene hacer son sobre el pasado [ríe]. De modo que predecir a dos años vista me parece infecundo. Ahora bien, a más corto plazo, creo que la lucha contra el actual Gobierno está llevándose a cabo, pese a las enormes dificultades, relativamente bien.
Es verdad que hay gente que no lo entiende y piensa que la nueva derecha, que representa Vox, tendría que ser más rompedora todavía. Eso siempre ha existido: extremistas absolutamente radicales, y absolutamente irrelevantes en las urnas, que siempre piden más. Y que seguirán insatisfechos a medida que Vox amplíe su base electoral.
En cuanto al PP, sería deseable que fuera abandonando la idea de que Vox es una especie de fiebre primaveral que nos ha tocado y que desaparecerá pronto, porque haya una especie de designio divino que obligue, en primer lugar, a que solo exista un partido fuerte a la derecha del PSOE y, en segundo lugar, a que ese partido deba ser el PP.
"En el PP deberían habituarse a convivir por fin con Vox porque es un fenómeno que responde a los problemas de Occidente"
Es cierto que, si el PP mira a partidos del pasado, como Ciudadanos o UPyD, se verá reforzado en esa convicción. Pero la clave está en que el fenómeno de Vox no es una rareza particular de España; es un fenómeno que caracteriza hoy día a todo Occidente. Y que responde a problemas que están afectando a todo Occidente —en algunos casos, con especial gravedad para España—.
En el PP deberían habituarse, pues, a convivir por fin con Vox. A no fijarse como prioridad acabar con ellos, porque no parece la vía mejor para combatir al PSOE y a la izquierda.
Una vez hayan aceptado esto, reconozco que también les pediría otra cosa al PP: que traten de lograr un poco de empaque intelectual. Pues una carencia llamativa en España es la ausencia de interés teórico que atesora desde hace décadas el centroderecha.