Hay que hacer cosas porque si no las haces es como si estuvieses muerto. Estás perdiendo el tiempo y la vida es muy corta: solo hay una, entonces construye muchas historias o invéntatelas (nadie lo va a chequear especialmente) porque si no, tu vida será horrible y no habrás aprovechado ni tu niñez ni tu juventud ni tu edad adulta. Habrá lo que puedas elegir y lo que está impuesto, y la suma de todo hay que cumplirla porque está estructurada así la sociedad en la que vivimos y, aunque vayas de revolucionario, al final se te pasa esa tontería y entras en la espiral de la que solo puedes salir cuando has cumplido la gran mayoría de expectativas que otros - a quién le importa qué – han depositado en ti por no poder cumplirlas ellos mismos o porque no puedes desaprovechar el don con el que has nacido (sea el que sea y, si no, se lo inventan).

A partir de los treinta tienes que tener unos básicos que incluyen: levantarte temprano para aprovechar el día, un trabajo decente que te permita ser independiente, una suscripción a un gimnasio con la excusa de que es saludable pero con el objetivo real de ser físicamente atractivo, tener una pareja e hijos para preservar este mundo tan idílico que se nos está quedando y una casa en propiedad donde sufrir ansiedad en silencio.

A mayores se exige: una rutina skincare, un champú caro (ya no vale el del súper), productos ecológicos y de proximidad en la nevera, vacaciones a todo trapo con amigos y de relax con familia, un coche que consuma poco por el medio ambiente, suscripciones a varias plataformas y tarjetas Platinum, Gold, Centurion. La de bronce ya no vale, eso es muy de estudiante. Tienes que haber viajado a un montón de países y haber comido en varios estrella Michelin porque no sé de qué vas a hablar si no es de eso y los colegios de los niños.

Además, tienes que poder comunicarte en, al menos, dos idiomas; ahorrar, invertir, pagar impuestos, cuidar de los tuyos, tener una mascota, jugar al pádel o al golf o hacer crossfit, ser buena persona e ir a misa, leer y estar informado, compartir, conocer, inspirar, sonreír, promocionar, mejorar.

¿Somos conscientes de la presión que nos imponemos? Todo esto está ahí fuera bombardeando nuestras pantallas y conversaciones con el fin, supuestamente, de ser más felices. El resultado es gente desesperada, obsesionada, angustiada y estresada por ir alcanzando metas muchas veces imposibles y convertirse (no sé muy bien cuándo) en ciudadanos ejemplares sin disfrutar el camino. Midiéndose con el de al lado y esperando que vaya un poco peor que tú para, ya que no has conseguido el pack completo, sentirte menos mal. Vivir es un agobio, tómate un vino y no molestes.