Cada vez que un político dice que no habrá elecciones, toca revisar el correo por si a uno le ha tocado ser presidente o vocal en una mesa electoral. Últimamente lo que cuesta encontrar en el calendario es un domingo libre en el que nos dejen en paz. Hay que pensar si habrá elecciones antes de pedir las vacaciones en la empresa, no las vaya a partir la decisión por la mitad. Nos tienen todo el día amenazados con la papeleta como una espada de Damocles porque el papel corta igual. Y cuanto más se empeñan los dirigentes de lo público en tratar de dar seguridades sobre lo tranquila que discurre y lo lejano que cae el final de la legislatura, más claro le queda al españolito que pasado hay elecciones a más tardar.

A la experiencia reciente nos agarramos. De la pandemia salíamos más fuertes y la legislatura era suave como un crucero por el Nilo, hasta que Mañueco convocó elecciones. Porque ayer todo iba bien y hoy si no se convocan de forma urgente resulta que todo da al traste como el Titanic. Y esta legislatura pasará igual... Con presupuestos o sin ellos cualquier político que se precie firmaría ante notario que la legislatura es sólida, que nadie va a convocar comicios por adelantado, que lo que necesita la comunidad autónoma o el país es estabilidad. Y dos días después te despiertas con un tuit y la fiesta armada y vuelta a empezar.

Porque el político es un ser que cuando está pensando en elecciones lo niega con más vehemencia de la que San Pedro negó a Dios. Cuantas más veces dice que no habrá elecciones es más seguro que las habrá.

Lo que no calculan los políticos es que más allá de las urnas, pasado el domingo y la euforia, el lunes todo sigue igual: Cifras imprecisas -e imposibles de confirmar- de menores no acompañados, una pirámide poblacional al borde de la jubilación, una desindustrialización difícil de frenar, un abandono del campo como si nos fuesen a dar de comer –al menos algo que merezca la pena– las impresoras 3D. Pero esto da igual, porque el político sólo piensa en ganar elecciones, gobernar es la consecuencia. Lo importante, como todo en la vida, es ganar...

Que Mañueco está de campaña es indudable, sólo hay que ver su agenda para comprenderlo. Lo que pasa es que no ha convocado todavía porque no quiere ser el único en ir a las urnas y en el análisis acierta. Al PP en Castilla y León le ha ido bien históricamente cuando la campaña era nacional. Si no se queda sin discurso, que esto es muy grande y hay mucho de lo que hablar.

En Castilla y León podemos estar tranquilos hasta que a otra comunidad o a Pedro Sánchez les de por convocar.

Mientras tanto Carlos Martínez –secretario del PSOE de Castilla y León- pide adelantar las elecciones de manera urgente. Sólo cabe preguntarle para qué. Contados los votos parece evidente que todo seguiría igual: A Carlos Martínez seguiría sin conocerle nadie y Mañueco sin mayoría absoluta diciendo, otra vez, que no está pensando en adelantar.