En la década de los cincuenta del pasado siglo, Valladolid pasa de ser una sociedad agraria y rural a otra urbana e industrial, para bienes y para algunos males. El absoluto revulsivo para la ciudad vino de la mano del establecimiento de FASA Renault, que en pocos años ya era la empresa con mayor potencial empleador no solo de Valladolid, sino de toda la región. Y llegó a Valladolid por constancia, que no por descarte de asentarse en otras ciudades de Castilla y León, como narra ese repetitivo bulazo que atribuía al leonés obispo Almarcha el rechazo de la factoría para la capital del viejo reino, no fuera a ser que las hordas del obrerismo perturbasen la paz de aquella plácida ciudad de León.

No todo fue vida, dulzura y esperanza nuestra con la llegada de FASA a Valladolid. La industrialización de Valladolid en la segunda mitad del siglo XX, no cayó del cielo como si los niños de San Ildefonso hubieran cantando el premio gordo del Niño a los pies de la estatua que el conde Ansúrez tiene en la plaza mayor de la capital.

En 1950 tenía Valladolid unos ciento veinte mil habitantes, cifra que se duplicó en veinte años gracias al desarrollo de la industria auxiliar de Renault. El campo de la provincia sufrió un éxodo de proporciones casi bíblicas. Adiós a las mulas y a los carros de bálago, que mister  Marshall había asomado por el portón del Pasaje de Gutiérrez.

El desastre urbanístico fue épico. Los regidores municipales del régimen franquista gestionaron de forma pavorosa el crecimiento que necesitaban las costuras de la vieja ciudad. En caro tributo se diezmó el casco histórico, incluidos viejos palacetes nobles de la etapa renacentista y del Valladolid capital y Corte;  y se construyeron grandes manzanas de ladrillo y hormigón al galope.

La salida de la autarquía económica de la postguerra en Valladolid, lleva los nombres de Nicas, Endasa, Tafisa, Sava y especialmente la citada FASA Renault. Quedaba acuñado un modelo industrial muy ligado al metal y al automóvil, que ha funcionado durante décadas e impulsó para la ciudad un crecimiento demográfico y económico indudable.

A pesar de los males de esa rápida industrialización, Valladolid ha sabido dar la vuelta al calcetín y trata de mirar al futuro con ilusión. Hoy se presenta en la sede de CEOE en Madrid, rompeolas de todas las Españas, el programa “Valladolid Now”, con muchos veintes en las letras de su tarjeta de visita. El PIB de la provincia equivale a algo más del 22 % de toda la Comunidad, tiene el 23% de los empleos y el 21% de sus empresas. Valladolid propone un cambio de modelo acorde a nuevos tiempos.

La factoría “Valladolid Now” se cocina en la Agencia de Innovación y Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Valladolid, cuyas propuestas serán coordinadas por la CEOE vallisoletana, con la colaboración de la Cámara de Comercio. Valladolid se presentará hoy como una ciudad genuina, con un rico legado histórico y patrimonial, que es pura esencia de la cultura castellana y leonesa. Pero también con una clara visión de futuro sostenida por cuatro grandes ventajas competitivas: la apertura al Atlántico, la proximidad con la capital de España, el potencial verde y el talento tecnológico.

Dice Valladolid que su hora es ahora. Dejemos que nazca y llore el niño, nada de chupete. Otro día hablaremos de muchas bondades de Castilla y León, que no serán las de la ciudad del Pisuerga. Prometido, no se sulfuren. Queda a sus pies postrado de hinojos este talludo muchachito de Valladolid,  ciudad siglo XXI, ciudad muy ‘yé-yé’ .