Convendrán conmigo en que llevamos unos días en la misma situación en la que se encontraba el señor Ábalos cuando le comunicaron que habían detenido a su “mano derecha”: perplejos. Claro está que la diferencia entre nosotros, los ciudadanos, y él es que esta perplejidad no se debe a la sorpresa fingida de la noticia, sino a la hartura que tenemos de que siempre se esté hablando de corrupción política. Una vez más trincones y aprovechados son portada de informativos en todos los medios de comunicación.

En esto de la corrupción en política, como en casi todas las corrupciones de cualquier naturaleza, que las hay y muchas en todas las partes, siempre aparecen personajes “enganchados” a los círculos del poder que, cuando se destapan las tramas, son los que dan nombre a los casos y a los que se les echa la culpa de todo. Son los corruptos, los malos, los que han traicionado al que le dio de comer, etc. El “engañado” se hace el ofendidito y muestra su cara con sorpresa, como que nunca “hubiera roto un plato”.

Ya desde el caso “Guerra” con su hermanísimo; en los casos Filesa, Malesa y Time-Export de financiación ilegal del partido socialista con un montón de aprovechados; en el caso de los ERES de los gobiernos socialistas en Andalucía con chofer incluido; siempre aparece el “conseguidor”. Y en el caso que nos ocupa estos días, “Koldo y todos los demás” (que son muchos) también aparecen los muñidores de los desfalcos, incluido chofer conseguidor y empresarios buitres. Es un denominador común que se da también en otros casos como la Gürtel del PP con el infiltrado de siempre, en ese caso el señor Correa. Así funciona siempre la corrupción en política. Los chóferes, los asesores, los enchufados o “elegidos” por su docilidad son los que aparecen en primera línea de la corrupción, pero no podemos olvidar que todos fueron nombrados por su correspondiente “padrino”. Esto me hace reflexionar sobre cómo se eligen estos muñidores. Los partidos políticos deberían tener más cuidado y afinar más en su reclutamiento.

 En el caso que nos ocupa ahora en estos momentos, la corrupción se aglutina en varias cuestiones que afectan directamente al PSOE: el caso Koldo-Ábalos-Armengol-Torres-Illa y lo que salga por el caso de las mascarillas; el caso Koldo-Abalos-Air Europa-Globalia-Aldama-Begoña Gómez y un etcétera, y el caso que más me preocupa sin duda por la trascendencia que tiene de desprecio a la democracia es la amnistía de los golpistas, traidores, malversadores y prófugos de la justicia.  

Todo es corrupción porque moviendo voluntades unos se llevan dinero público ilícitamente y otros conservan el poder. Por mucho que se vista de legalidad con una ley torticera en la que se vende España por un puñado de votos, la amnistía de corruptos, malversadores de dinero público, golpistas, condenados por traición al Estado y prófugos de la justicia, es corrupción en estado superlativo. No solo se llevan dinero, sino que se llevan impunidad ante los delitos. Podríamos decir que, si unos se corrompen por “un puñado de euros”, otros se corrompen “por un puñado de votos”.  

Y ahora busquemos el denominador común de todo: ¿Quién es el que ha “dirigido” toda la operación de la pandemia? ¿Quién es el que nombró a todos estos cargos y carguitos? ¿Quién no ha dado una sola explicación de estas compras fraudulentas de mascarillas? ¿Quién ha ordenado rescatar a Air Europa? ¿Quién ha dado la orden de ceder en todo lo que sea con tal de conseguir la aprobación de esta ignominiosa ley de amnistía?: El presidente de gobierno, Pedro Sánchez. Él es el máximo responsable de todo. Por lo tanto, por su empeño y constancia en trasgredir la ley y saltarse las mínimas normas de moralidad, él mismo se ha adjudicado el título de ser el corrupto mayor del reino. Este título se hará extensivo a todos los que le justifican, le aplauden y le votan su ley.

 Aunque parezca o sea un ingenuo, todavía creo en la democracia, la que él, Sánchez, se pasa cada día por el arco de triunfo y la enmienda, y en la justicia que salga en rescate de todos los ciudadanos y pare los pies a los que se adueñan del Estado de derecho convirtiéndolo en un estado totalitario.