Siempre he querido ser padre. Pero, pensándolo mejor y analizando los pros y los contras, he tomado una drástica decisión: no quiero ser padre, quiero ser tío.
En este momento es cuando la gente pregunta: pero, ¿por qué no quieres tener hijos propios?, ¿estás seguro?

O te dicen, no sabes lo qué te estas perdiendo, la familia es muy importante, cuando tienes un hijo te cambia la vida, las prioridades cambian, es lo mejor que he hecho en mi vida y mil y una frase más que Mr Wonderful podría incluir en cualquiera de sus agendas, tazas o camisetas.

Pero mi decisión es firme, y voy a exponer los pros y contras de tener sobrinos en vez de hijos. Los hijos son una responsabilidad demasiado grande, que, por puro egoísmo, no estoy dispuesto a asumir.

Solo pensar en las horas sin dormir cuando son bebés o tienen pocos años, el tiempo en hospitales o médicos de cabecera, el gasto económico en pañales, ropita para el niño, comida o juguetes me genera un dolor de cabeza que me dura días. Pasa la infancia, y crees que todo está ya conseguido, pero ¡ay amigo! No sabes dónde te has metido. ¡Bendita infancia! Esto, no ha hecho nada más que empezar.

Llega la adolescencia, el peor momento de un ser humano. Se vuelven seres egoístas, herméticos, que te odian solo por el hecho de existir, si pudiesen te harían desaparecer. En ese momento los padres son su mayor obstáculo en la vida y el enemigo número uno. Se comportan cual Gollum en El señor de los anillos, se abstraen y no quieren que te acerques a ellos.

La pubertad pasará, pero ¿esta desazón acaba aquí? Ni lo sueñes. Empiezan su periodo de estudio-aprendizaje para encontrar un puesto de trabajo que les guste y les llene como persona. Casi todos estudiarán, buscarán trabajo, volverán a estudiar porque no encuentran trabajo de lo “suyo”, y se meterán en una rueda de cursos y masters que no tendrá fin. Hasta que a los 35 decidan que tienen que dedicarse a otra cosa y desistan de sus sueños iniciales.

El que tenga más suerte (1 de cada 100), encontrará ese trabajo perfecto nada más terminar sus estudios y puede que abandone el hogar para hacer su vida, pero seguramente esto no sea así. Porque ¿dónde se vive mejor que en casa de papá y mamá? En ningún sitio, comida caliente y casera a diario, cama hecha, ropa limpia y planchada. Ningún hotel ofrece estas prestaciones a coste cero.

La única opción que tienes como padre es que encuentre el amor y quiera más intimidad, para lo cual él mismo decida irse. ¿Es ahí donde acaba tu “pesadilla”? No.

Ahora te viene la depresión por el síndrome del nido vacío, las llamadas diarias, los mensajes, los tuppers de acá para allá y los bizums para que pueda llegar a fin de mes porque tiene un sueldo que no le permite vivir sin pasar hambre o calamidades. Conclusión: has invertido 30 años de tu vida para ahora verlos en Navidad, verano y algún que otro cumpleaños.
¿Ha merecido la pena? Estoy seguro de que diréis que sí.

Pero los que somos tíos no pensamos igual. Podemos malcriarlos, llevarlos al cine, a comer una hamburguesa a deshoras o a hacer deportes de riesgo. Cuando tienen un problema con sus padres, ¿a quién llaman? A sus tíos. ¿Dónde se van cuando discuten en casa? A la tuya.

Además, ser tío te exime de las responsabilidades que no quieras adquirir. Es decir, solo tú decides cuándo, cuánto, cómo y dónde. Yo desde luego volvería al pasado, y a mi yo de hace unos años que estaba deseando ser padre le pegaría un estacazo y le diría: ¡coge ese dinero que estás ahorrando y vete de viaje a conocer mundo, pardillo!

Dedicado a mis sobrinos Iván y Álvaro.