En plena lucha por el modelo de CGPJ, en el que se acusa al PP de no cumplir la Constitución y al PSOE de torpedear el consenso para el cambio de modelo, lo cierto y verdad es que ni uno ni otro tiene vergüenza.

El PSOE fue el primero en alterar el modelo constitucional de elección del CGPJ, con una llamada de atención del TC que confirmó la constitucionalidad de la modificación, si bien consideraba más adecuada la modificada y siempre que no se usase mal la modificación; vamos, que fue un no quiero tirar para atrás lo que hace el gobierno, pero es una chapuza.

El PP no tiene fuerza moral para criticar nada cuando ha tenido mayoría absoluta y no ha cambiado nada de nada, de verdad. Eso te invalida como oponente moralmente fuerte.

Llegados a este punto, mayoritariamente, la ciencia política, Europa, los estándares mínimos de calidad democrática, los juristas y magistrados desearían volver a un sistema de elección mucho más independiente que elimine ab initio todo intento de perturbación.

Frente a la presión de los profesionales, de Europa y de la necesidad de cambio de modelo, lo cierto es que, con los mimbres que juega el gobierno, resulta muy difícil de realizar, salvo que se formase una coalición temporal PSOE-PP, que en otras ocasiones de forma puntual se ha dado, y se fortaleciese el CGPJ con una renovación exprés y una ley orgánica cursada por el trámite de urgencia que devolviese al modelo los más altos estándares de independencia.

El bloque del PP, siendo un modelo informal de control perfectamente válido y legal, no se puede desarrollar sine die y el que realiza el PSOE, igualmente lícito, del mismo modo, debe de tener un término temprano, por lo que ambos están obligados a entenderse y proceder conforme la exigencia profesional, democrática y europea.

Cuando el PSOE realizó el cambio de modelo de coptación de los magistrados del CGPJ se basó en que la mayoría judicial era reaccionaria por venir de otro régimen, lo que no era falso, pero se demostró no era real, lo que con todo podía llegar a entenderse.

Hoy, mantener el modelo no sólo es anacrónico, sino pernicioso para la democracia y se ha demostrado perjudicial para la institución de la Justicia.

Un modelo intermedio podía ser un sistema de elección abierta de entre los jueces que cumpliesen unas condiciones de tiempo, preparación y capacidad por parte de un cuerpo electoral de circunscripción autonómica o local; es decir, cercano al candidato, compuesto por todos los operadores jurídicos del campo de elección -magistrados, jueces, letrados de administración, funcionarios, letrados, procuradores-, que diese unos candidatos electos que se someterían a una segunda vuelta hasta conseguir el término constitucionalmente exigido de 12 miembros.

Con ello, se conseguirían elecciones libres de entre los jueces por quienes forman parte de la comunidad jurídica y judicial que acercaría el CGPJ a la realidad del 'magistrado de batalla', a la problemática del día a día y una libertad de la que hoy carece, por depender de quien lo eligió.

Envolverse en la bandera de la Constitución para zaherir al adversario con la renovación del CGPJ por una parte me alegra, pues la izquierda comienza a entender lo que es la patria y ser patriota, pero resulta patético que aquel que desea desmontar o eliminar el máximo control democrático, cual es el poder judicial, se arrogue la defensa de la constitución que nos permite vivir en democracia.

Igual de reprobable me parece que la oposición se apropie de la bandera constitucional y de la independencia del poder judicial, cuando nunca ha hecho nada cuando podía y es incapaz de presentar modelos de cambio como el que aparece en este sencillo y humilde artículo…

Qué desgracia de España que sí que nos duele a los 'perritos sin alma' que tenemos que padecer esta casta ponzoñosa de políticos insolventes, inconsistentes e inmorales.