Mucho se ha hablado y escrito sobre el adelanto electoral paranoide en Castilla y León y su más que esperada derivada: el primer gobierno del Partido Popular con VOX. Pero poco o nada sobre la posibilidad de evitarlo. Me refiero al Partido Socialista y, especialmente, a la actitud de su secretario general autonómico, Luis Tudanca.

Los lectores de EL ESPAÑOL recordarán el anuncio virtual que hizo el PSOE a principios de este año de abrirse a explorar la opción de apoyar de forma pasiva un gobierno en solitario del Partido Popular y, de este modo, evitar que la extrema derecha condicionara la política de nuestra Comunidad Autónoma. A este gesto, le siguió una fugaz reunión entre ambos partidos que, en sólo diez minutos, cerraba de un portazo cualquier opción al posibilismo político.

Es fácil concluir que si llamas corruptos a las personas con las que supuestamente quieres alcanzar un acuerdo es que, sencillamente, no deseas ningún acuerdo. Desde las filas socialistas se necesitaba una excusa para convencer a sus bases de que la derecha es mala, corrupta por naturaleza y que cualquier pacto con ella te hace cómplice, forzando esa suerte de determinismo que nos está abocando a la polarización política. Esto es lo que se llama en el gremio político “generar un relato”. En lenguaje llano es lo de siempre, un pretexto, una excusa.

Decidido a mantener la coherencia con su propia estrategia, tantas veces escenificada en la anterior legislatura, el señor Tudanca hizo todo lo que estuvo en su mano para evitar que la extrema derecha se convierta en factor decisivo para la gobernanza, pero sólo siempre y cuando liderara él el Ejecutivo.

No habrá muro contra la extrema derecha, no habrá grandes consensos ni políticas de Comunidad hasta que el secretario general de los socialistas castellanos y leoneses gobierne Castilla y León, así de simple. Pierde la oportunidad histórica de situarse en el centro ideológico de su formación política, de convertirse en el nuevo Besteiro socialista y abandonar su particular síndrome Poulidor o de eterno candidato al banquillo de la oposición.

No cabe duda de que hubiera sido loable y notable haber alcanzado un acuerdo que situara Castilla y León en la vanguardia de las regiones de Europa, en la primera línea de los “cordones sanitarios” a los extremos políticos. De dejar de ser objeto de estudio por ser el único gobierno con VOX a ser ejemplo de que los valores europeos están por encima de las estratagemas de las formaciones políticas, tan empeñadas en desgastar políticamente al adversario, tan empeñadas en engrasarse sólo para ganar elecciones.

Llegados a este punto, merece la pena recordar al siempre célebre Mark Twain cuando afirmaba, de forma irónica, que “nada merecía más reformas que las costumbres de los demás”. Recuerde el lector que a los de Ciudadanos se nos criticó y condenó por no haber utilizado los escaños para evitar un gobierno que cuenta con extremos como Podemos, Esquerra y Bildu. Será eso, que Podemos no es de extrema izquierda o los de Bildu son unos compatriotas moderados, será que sólo existen extremos en la derecha española o, simplemente, será que la política útil sólo es útil siempre y cuando se apoye al PSOE.

Tal vez el señor Tudanca debiera abandonar la costumbre de confundir su interés personal con el beneficio de todos los castellanos y leoneses y dejar de alimentar a unos extremos que sólo pelean por su relato y no por resolver los problemas de las personas. Sería una novedad si lo hiciera.