Era uno de los hitos políticos regionales de cierto relieve tras el parón de las vacaciones estivales. La inauguración este viernes en Salamanca de la feria agropecuaria Salamaq y la 33 Exposición Internacional de Ganado Puro brindó una fotografía ajustada de lo que nos aguarda hasta que se sustancien las municipales de mayo de 2023.

El mundillo político anda revuelto, alterado, frenético ante la inminencia de la cita electoral, lo cual condicionará, y mucho, todos los actos institucionales que se organicen a partir de ahora.

La asistencia inopinada a la inauguración de Salamaq del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (Vox) puso en aprietos a los servicios de protocolo de la Diputación de Salamanca, que la tarde anterior no sabían cómo encajarlo en la tribuna de autoridades junto al presidente de la Junta, ministro de Agricultura, alcalde de Salamanca y el presidente de la institución provincial salmantina.

Lo habitual es que en el estrado esté también el consejero del ramo, o sea, el de Agricultura y Ganadería de la Junta. Pero Gerardo Dueñas (Vox) cedió el sitio a su señorito, García-Gallardo, el cual, durante toda la mañana, tanto en el acto inaugural como en el recorrido por el recinto, pareció más un convidado de piedra que el vicepresidente de la Junta.

La embarazosa presencia de García-Gallardo propició que entre el manojo de las cinco autoridades acostumbradas se colara en la tarima la subdelegada del gobierno en Salamanca, Encarnación Pérez, cuya presencia no venía al caso debido a que el gobierno central estaba representado ya por Luis Planas, ministro de Agricultura y Ganadería. Fue como si alguien hubiera pretendido diluir entre la ‘multitud’ al ‘apestado’ García-Gallardo o como si desde el Ministerio se hubiera exigido paridad de miembros institucionales.

La ascensión de Encarnación Pérez al escenario obsequió a la concurrencia con una simpática instantánea: alguien del público entre tanto hubo de sujetarle su bolso rosa pálido o así. Una anécdota sin importancia, desde luego, salvo porque se comenta que el rodrigón en cuestión puede ser el próximo candidato del PSOE a la alcaldía de Salamanca.

Según pudimos comprobar, las aguas bajan revueltas en el PSOE salmantino. El recientemente elegido secretario provincial, David Serrada, diputado en el Congreso, está realizando movimientos que están incomodando sobremanera a muchos cargos públicos y a parte de la militancia. Su escasa mano izquierda está irritando al grupo municipal socialista en el ayuntamiento de la capital, particularmente a su portavoz, José Luis Mateos, y puede conllevar además algún batacazo en la provincia. Y es que el PSOE podría quedarse incluso sin diputados provinciales en alguna comarca. Algo insólito, sin duda.

En el PP salmantino también tienen lo suyo. El hecho de que, después de más de un año, no se haya convocado el congreso provincial del partido -el único todavía pendiente en Castilla y León- está causando muchas fricciones internas. Representantes del sector afín al presidente del partido, Javier Iglesias, y del sector crítico coincidieron en el recinto ferial. Estaban juntos, pero no revueltos. La tensión en el aire se cortaba a cuchillo.

El asunto está en manos de la presidenta del Comité Regional de Garantías, Rocío Lucas, que tiene un papelón por delante. La tentación de argumentar la proximidad de las elecciones como excusa para que el congreso no se celebre es una de las salidas. Pero dicha solución llevaría al partido a concurrir a los comicios municipales con una profunda división interna, con Vox como el gran beneficiado de las desavenencias, que además tiene ya en Salamanca, donde consiguió dos procuradores en las Cortes, una de sus plazas más fuertes.

Otro riesgo para el PP es que, una vez agotados los cauces reglamentarios sin resultados, algunos militantes acaben reclamando sus derechos por la vía judicial, supuesto que conllevaría una publicidad muy negativa para el partido con las elecciones municipales en el horizonte.

Tras la inauguración de Salamaq, el foco mediático se desplazó el viernes por la tarde a Valladolid, que iniciaba sus fiestas patronales. Los cinco humoristas vallisoletanos encargados de pronunciar el pregón estuvieron a la altura, provocando muchas risas entre el público asistente.

Al alcalde de Valladolid, Óscar Puente (PSOE), se le veía eufórico en el balcón del Ayuntamiento tras los cómicos. No era para menos, a tenor de la multitud que se agolpaba en la Plaza Mayor y calles adyacentes con inusitadas ganas de fiesta. A mayores, los conciertos contratados este año y las numerosas actividades de todo tipo programadas, que están convirtiendo las fiestas de Valladolid en unas de las más importantes de la comunidad. También en lo económico, con esos 1,3 millones de euros presupuestados este año en la contratación de actuaciones musicales.

Si es cierto que la categoría de las fiestas patronales pone y quita alcaldes, con las de este año Óscar Puente habría dado un importante paso para mantenerse en el cargo otros cuatro años.

A ello contribuye además la incertidumbre en el PP vallisoletano, que sigue sin desvelar su candidato a la alcaldía. El nombre se conocerá el mes que viene, según dicen. La actual presidenta del grupo municipal, Pilar del Olmo, parece estar dispuesta, pero nadie le dice nada. A lo peor lo suyo acabe siendo también otro eterno esperando a Godot.

Ser alcalde de Valladolid, como su padre, es el deseo frustrado hasta el presente de José Antonio de Santiago-Juárez, pero muchos opinan que a estas alturas ya se le ha pasado el arroz.

Han salido a la luz otros nombres, pero de momento no son más que meras especulaciones. La salida súbita de Pablo Casado y el advenimiento de Núñez Feijóo ha trastocado los equilibrios. Es el caso de Mercedes Cantalapiedra, significada casadista, senadora y actual secretaria provincial del partido en Valladolid, que también figura entre el puñado de posibles candidatos.

Al que últimamente vemos sin vivir en él es al expresidente de la Diputación vallisoletana y actual consejero de Presidencia de la Junta, Jesús Julio Carnero. Su aparente desasosiego interno recuerda la sonatina de Rubén Darío: “que ha perdido la risa, que ha perdido el color…” Tal vez no está a gusto “en la jaula de mármol del palacio real” en que lo ha colocado Fernández Mañueco obligado por el pacto con Vox. Acaso ésta sea la causa de su zozobra: la disyuntiva entre los oros y tules de Mañueco en la Junta y la golondrina libre y de alas ligeras que le aguardaría en un incierto ayuntamiento, ay.