Decía Jardiel Poncela, el autor genial de novelas y comedias tan desternillantes como “Amor se escribe sin hache” y “Eloisa está debajo de un almendro”, que el escritor “modelno” se pone delante del folio en blanco, coge la pluma, empieza a escribir, no se le ocurre nada y sigue. Pues ese escritor, por más “modelno” que sea, resulta un séneca de tomo y lomo en comparación con esos políticos ahora desatados en un frenesí parlero, los cuales se ponen a hablar, no se les ocurre nada, siguen y al cabo sueltan cualquier nonada.

En ese sentido, en esta campaña vamos bien surtidos. En prueba de ello, aquí van tres ejemplos en la cumbre:

A la cabeza, Francisco Igea, ufano de sí mismo, al declarar que nunca “entraría en un gobierno con PP y Vox”. Bueno, pues como si afirma con voz de trueno que jamás jugará el Real Madrid de delantero centro o como si modestamente proclama que Plácido Domingo puede dormir tranquilo, que de momento él no se meterá a tenor. Hablar por hablar: primero las urnas tendrían que poner a PP y VOX ante el panorama de entenderse entre ellos y necesitar aliados, después sería menester que Ciudadanos quedase en condiciones de cumplir esa función y por último Mañueco y García-Gallardo habrían de pedírselo. Difícil lo primero, improbable lo segundo e impensable lo tercero.

 Detrás de Igea, pero por poco, Carmen Calvo, paracaidista por estas tierras, que desenfadadamente exigió hace días garantías al PP de que, caso de formar gobierno, no nombrará consejeros “fascistas”. Como si ella, que tanto y tan bien puede ilustrarnos sobre los beneficios (para algunos) del franco-falangismo, no hubiera desempeñado la vice presidencia de un gobierno que ha dado el oro y el moro a facinerosos políticos de la peor calaña.  

Tercera en el pódium: Arrimadas, que estuvo –como acostumbra- sembrada, incisiva y penetrante al denunciar que “Castilla y León no se merece estos cantamañanas”, descalificativo que, de revelarse justo, posiblemente también le corresponda a ella, ganadora de unas elecciones en Cataluña que de inmediato arreó cantamañeando para Madrid. Doña Inés es la primera por abajo, la peor, porque cantamañea insultando a sus compañeros de profesión, y eso, volviendo al fútbol, es propio de los malos jugadores, quienes, en vez de lucirse con el balón, dan patadas y lesionan a sus colegas. En este caso, patadas mentales.

Por lo demás, vayamos con el contraste: al tiempo en que estas sentencias florecían en los mítines  saltaba la noticia, recogida en estas páginas y silenciada en otras, de que el centro asistencial de Fermoselle (Zamora), que cuenta con algo más de mil cien habitantes, perdía uno de sus dos facultativos y en consecuencia quedaba al cuidado de un solo médico, también responsable de la salud de los vecinos de una gavilla de pueblos, más o menos cercanos, tal que Fornillos de Fermoselle,  Cibanal de Sáyago o Formáriz.

El contraste no puede resultar más hiriente: mientras los políticos siguen a lo suyo, que no es lo nuestro, enzarzados en sus batallitas y prisioneros de unos egos desmedidos, tierras adentro a los nuestros se los deja sin lo suyo, que en este caso si es lo nuestro. En fin, vaya este apunte de Antonio Machado al encuentro de esos políticos: “¿Tu verdad? No, la Verdad, / vente conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela”. La verdad de Fermoselle y de tantos y tantos centros asistenciales de tierras adentro, el corazón de España.