Muchos comentaristas saludaron en su momento, apenas hará tres semanas, con sorpresa  la proclamación de candidatos de VOX, incidiendo en la escasa, cuando no nula, proyección pública de los elegidos, condición que era evidente y palmaria, porque la mayoría de ellos se incorporaron en ese acto al debate político de relieve o, si se prefiere, a la demogresca.

 ¿Cómo puede Abascal haber confundido tanto?, se preguntaban. Pues bien, yo no tengo tan claro que Abascal y los suyos se hayan equivocado tan de medio a medio como algunos creen (o dicen que creen). Su escuela, o tal me parece a mí, es la de vísteme despacio, que tengo prisa. En cierta ocasión expresó Aznar, respondiendo a la misma objeción, un pensamiento que a mi juicio va a misa: “el carisma lo da el cargo”, y no al revés, aunque en esto, como en todo, haya excepciones.

 ¿Cuántos ciudadanos estaban/estábamos al tanto de Aznar antes de que accediera por los pelos  a la presidencia  de la Junta de Castilla y León? Más de uno, de dos y de tres prohombres miraron con recelo a Fraga Iribarne cuando apostó por él, hasta ese momento un diligente y oscuro inspector de Finanzas. Y no hace falta remontarse a ese momento, vengamos al ahora más evidente: ¿quién suponía presidente a Pedro Sánchez mientras peregrinaba al volante de un modesto automóvil de Casa del pueblo en Casa del pueblo? Y más cerca todavía: ¿quién intuyó el empuje rompedor y multitudinario de Isabel Natividad Díaz Ayuso, que en 2011 entró de rebote en la Asamblea de Madrid (ocupó una vacante por renuncia), al ser designada cabeza de lista del PP a las elecciones de 2019.

 “Una niñata más de la derechona”, se escuchó entonces, bueno, se escuchó y se leyó, porque al respecto salieron artículos antológicos. El fenómeno  iba a pinchar enseguida, eso profetizaron diversos analistas.

 En el sanedrín de VOX deben de haber tenido muy en cuenta, verbidesgracia, el desastre de Ciudadanos, partido que en sus días de vino y rosas se dejó tomar al asalto por una turba de buscacargos, personajes que lo destrozaron y que se han atrincherado en las consejerías a las que accedieron a raíz del pacto de gobierno cuyo final ha determinado estas elecciones. Destituidos los consejeros, ahí siguen de muestra en Cultura un vice consejero con vocación de sobrinos en busca de tío en el PP y demás compañeros mártires, gente que ni siquiera acudió a la presentación de la candidatura de Ciudadanos, dejando sin palmeros a ese Igea cuyo ingenio festejaban con gran entusiasmo hasta que se vio apeado del pedestal.

 Parece evidente que en VOX han decidido no incurrir en el mismo error. Me consta (y no escribo de oídas) que más de una y de dos organizaciones locales de otro partido han intentado pasarse en bloque, con prisas y hasta con pretensiones. Y ya, ya. Todo indica que, al menos de momento, en el partido de Abascal están vacunados frente a casos, por ejemplo, como el de Toni Cantó,  que solo se muda de un partido a otro con sueldo y cargo. En definitiva, optan por ellos mismos, por su cantera. En VOX quieren crecer  con orden,  apostando por las ideas,  no por los nombres. Y piensan que lo demás, si tiene que venir, lo hará por añadidura. Su proyecto se dibuja más sólido de lo que el buenismo rampante quiere hacernos creer. En otras palabras: quien considere a VOX peligroso,  abunda en motivos para estar muy preocupado.