En estos días se cumplen los años del asesinato de José Antonio Primo de Rivera y la muerte del anciano Francisco Franco. Con el primero se dio un giro a la historia de este país y con la pacífica muerte del General se puso punto y final a un estado autoritario que había ido perdiendo fuerza para reformularse, primero desde los técnicos más solventes y serios de la historia del país y, posteriormente, para iniciar un proceso de apertura que exigía la sociedad.

Desde antes del fallecimiento de Franco, desde dentro del régimen, se estaban dando pasos para la democratización del país y, tan pronto se produjo el óbito, se puso de manifiesto esa voluntad democrática que se fortaleció y consiguió su desarrollo con el perdón de ambos confrontados, la superación de ambos del pasado, el esfuerzo común de superar las heridas en pos de una democracia en libertad, social y de Derecho.

Con claros y oscuros se consiguió la transición de un Estado centralizado y totalitario a un pseudo estado Federal y democrático en libertad, que se ha venido desarrollando o incluso disminuyendo con el transcurso de los años.  Ese estado democrático, con unos mínimos controles al poder, se ha desarrollado en su aspecto formal, pero ha padecido primero el no desarrollo de controles y, finalmente, la destrucción de los pocos que teníamos, de forma que, efectivamente, vivimos en una democracia, pero lo es de poca calidad, muy de plexiglás y formal, en la que unos pocos se arrogan la victoria electoral, pese a que son más los disidentes que los que apoyan ese programa, en el que los controles al poder se eliminan o se suavizan, hasta el punto de carecer de virtualidad alguna.

Hemos observado cómo el Tribunal Constitucional ha declarado que el ejecutivo, sin ningún tipo de criterio sanitario, ha actuado cual dictador sometiendo a los ciudadanos y eliminando sus Derechos Fundamentales con la excusa de una pandemia, de forma que anuló el trabajo del Congreso, eliminó los portales de transparencia y control político y no desarrolló programas de acción sanitaria contra la pandemia y, una vez que se concluye el modo “dictatorial” del gobierno, no ha pasado nada, no ha tenido consecuencia alguna, no se ha pedido disculpas, no se ha producido ninguna dimisión…. No ha pasado nada, validándose que, el actuar contra los Derechos Fundamentales, no tiene consecuencias.

En marzo de 2020 se nos asestó un duro golpe por un virus, del que todos quedamos noqueados, también los gobiernos, pero desde muy pronto, unos pocos, exigimos que los gobiernos debían desarrollar legislaciones sociales, económicas, sanitarias, que sirviesen para actuar en dicha situación, evitando la aplicación de legislaciones que produzcan daños a los Derechos Fundamentales, y, primero se nos tildó de miserables y canallas, posteriormente de fascistas, finalmente se nos dijo que “o lo que propongo o el caos” y ahora, tras varias olas de incremento del virus y pasados casi 2 años, seguimos haciendo uso de una reforma laboral que criticamos, sin adoptar medidas sanitarias que permitan que la sanidad funcione de verdad, económicas que sirvan de apoyo a la ruina que nos viene y que no sólo puede depender de los fondos europeos, sino que deben de ser creadas con una organización de nuestro sistema productivo y una redirección de los fondos con una reducción de la administración improductiva o política a una sociedad emprendedora a la que no imponer impuestos, sino generar modelos que les permitan su desarrollo.

Ni salimos más, ni salimos más fuertes, ni salimos mejores y estamos dejando a muchísima gente atrás, muchos trabajadores, empresarios, “perritos sin alma” que sólo sirven para votar lo que ellos, manipulativamente, deciden; pero, tras 2 años, no se ha generado una red jurídica, social, económica y sanitaria que permita cubrir las necesidades de los ciudadanos. Eso sí, ellos, todos ellos, se han cubierto bien, acudiendo a grandes e importantes hospitales privados, subiéndose el sueldo y generando cada día más prebendas de las que ni dan cuentas, ni deben de explicar.

En España seguimos siendo el laboratorio de procesos que luego se trasladarán a Europa y así jugamos a la venezolización de nuestro país… ya pasó esto mismo hace ya muchos años, pero el discurso, el modelo, la hoja de ruta, en lo esencial, se mantiene.