Opinión

España, ¿país de mediadores?

Sánchez y Feijóo, este viernes en el Congreso de los Diputados.

Sánchez y Feijóo, este viernes en el Congreso de los Diputados.

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¿Quién gobierna en nuestro país? Muchos responderíamos que los partidos políticos, y si hubiera necesidad de matizar, los líderes de esos partidos. Sin embargo, según la Constitución, la "soberanía nacional reside en el pueblo español", del cual emana la legitimidad del Estado, y por tanto de sus regidores. Cinco artículos después la Constitución entrona a los partidos políticos como la "manifestación de la voluntad popular", recalcando su importante rol en mantener el pluralismo político en nuestro país.

En esto, podemos leer claramente que los partidos deberían ser grupos de representantes a los que elegimos para mantener el Gobierno en nuestro nombre, delegando en ellos la tarea de sintetizar la pluralidad de creencias e idea políticas que existen entre nosotros. No sólo los elegimos para representarnos, sino que crucialmente los elegimos para que entre ellos encuentren el punto medio de la nación, para que gobiernen incluso para los que no les han votado. 

Y bien, ¿vemos cumplida esta idea en nuestra realidad política?

Volviendo a nuestra pregunta inicial, ¿quién manda en España? Algunos responderán simplemente: Pedro Sánchez. Esta respuesta, aunque cierta, obvia la realidad de que este solo gobierna hasta donde le permite un señor que vive en Bélgica y que encima necesita un mediador para ordenarle.

Esta palabra casi inédita en la política española hasta este año, mediador, ha tomado el poder en nuestro país. Hasta cierto punto se entiende que el PSOE necesite un mediador para entenderse con Junts, pues no podrían tener más diferencias el uno nacional, el otro nacionalista, el uno de izquierda y el otro derecha radical y las diferencias continúan ad eternum. Se entiende que necesitemos un diplomático para que haya acuerdo entre estos entes tan dispares, que si el PSOE tuviera buen maestro deberían ser opuestos. Pero ¿por qué con el PP necesita el PSOE mediador?

He aquí lo verdaderamente preocupante de nuestra situación, ya no que nuestro país se gobierne desde Suiza sin luz ni taquígrafos. Sino que preocupa más, y podríamos decir que de aquí provienen todos nuestros males, que los dos grandes partidos españoles necesiten que la Comisión Europea medie entre ellos para reformar el Poder Judicial en España.

Si como dice la Constitución el poder emana del pueblo español, y los partidos son meramente medios de delegación del gobierno de nuestro país y nuestras relaciones entre ciudadanos, ¿cómo puede ser que nuestros políticos necesiten mediadores entre ellos?

El mensaje está claro. Ni Feijóo ni Sánchez son ya capaces de hacer política nacional, de hablar y encontrar el punto medio que agraden y agranden a la mayoría de españoles. Nos debería dar miedo. Los dos principales partidos, convertidos en niños que necesitan que su padre venga desde Bruselas y ponga orden. Esta situación sorprende incluso más cuando nos damos cuenta de que estas Navidades nos sentaremos con familiares que, conociendo nuestro país, seguramente tienen opiniones diferentes a las que nosotros profesamos. ¿Necesitaremos un mediador para la próxima cena de Navidad?

Si nosotros podemos sobrevivir a estas cenas, decir hablar o callar sobre política y, en fin, compartir la mesa entre todos, por qué no se ponen de acuerdo nuestros representantes? Claramente, nuestro problema es que los partidos piensan que de cara a la galería es rentable ser irresponsables, y de eso tenemos la culpa todos. Con nuestras acciones damos la impresión de que en política sólo vale la victoria total, aplastante y sin compromisos. Cuidado con esto.

Nos debería preocupar a todos, como españoles, que se venda el Gobierno de la nación en salas oscuras en el extranjero, pero igualmente deberíamos darnos cuenta del peligro que conlleva que nuestra nación se divida en dos bandos que necesitan mediación para entenderse. Nuestra historia nos susurra y advierte del peligro, la polarización en otras democracias nos sirve como ejemplo vivo, y la realidad de nuestro país de mediadores nos acerca cada día más a ese peligro.