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Pruebas masivas versus prueba y error

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Aunque esto de por sí ya da en qué pensar, existen otros factores del plan que el sentido común obliga a cuestionar. Por ejemplo, a todos nos ha quedado claro que para que las medidas que acompañan este plan funcionen es necesario un comportamiento ejemplar por parte de la población y que, de no ser así, podríamos “perder todo lo avanzado”. Pues bien, cuando un plan depende de factores que no son medibles ni controlables, como que la población cumpla las medidas impuestas, estaríamos aplicando lo que en ciencia denominamos método de “prueba y error”, que equivale a “dar palos de ciego”.

Oigan, a veces esto funciona, pero teniendo en cuenta que el número de sanciones impuestas durante el confinamiento más que triplica el número de hospitalizaciones por COVID en España, pues tengo mis dudas. Aún más preocupante es que, sabiendo ya a ciencia cierta que la máxima transmisibilidad del virus ocurre unos 2 días antes de tener síntomas y, que al menos la mitad de los positivos no presentan síntomas, todavía hoy escuche al Dr. Simón decir que no tiene sentido testar personas asintomáticas. No lo entiendo.

Escribo estas líneas porque, como científico, estoy convencido de que hay alternativas viables que además de tener en cuenta el conocimiento científico, como por ejemplo que los asintomáticos transmiten el virus, dependen de factores que podemos controlar. Si aplicásemos un enfoque puramente matemático que asume que no sabemos nada sobre quién tiene la enfermedad, llegaríamos a la conclusión de que necesitamos testar al 100% de la población de forma rápida y periódica. Esta solución de fuerza bruta, permitiría controlar la situación en un plazo de tiempo que depende de lo rápido que podamos testar, y evitaría la expansión desde el momento inicial minimizando también las consecuencias socio-económicas.

Obviamente, testar al 100% de la población es complicado. Sin embargo, es posible demostrar que, si elegimos bien a quien testar, podemos ser altamente efectivos con capacidades de test muy razonables. Por ejemplo, piense cuál sería el resultado si tuviésemos la capacidad de testar cada día a un número n de contactos de los nuevos casos detectados. Dado que la efectividad de esta medida sería altamente escalable (a mayor n mayor efectividad), una implantación gradual tiene gran sentido, sobre todo de cara a tener indicadores objetivos durante la desescalada y, eventualmente, atajar eficazmente un rebrote.

La documentación que el centro Safra de la Universidad de Harvard tiene en su web, estima una n de entre 11 y 140 dependiendo de si el trazado de contactos es o no preciso. También apunta que la trazabilidad de contactos puede basarse en diferentes tecnologías móviles, cuya implantación es completamente factible.

Para minimizar aún más el número de test necesarios, necesitaríamos los test más fiables que son los que utilizan RT-PCR para el análisis de muestras. En una aplicación a gran escala, el problema principal de estos test es que necesitan de un profesional de la sanidad para recoger las muestras (normalmente nasofaríngeas), que además se vería expuesto al contagio en el proceso. Este problema se puede solventar usando muestras de saliva. Dado que se trata de un virus que se transmite por saliva, parece razonable suponer que la saliva es el mejor candidato para un test efectivo. A día de hoy, diversos estudios científicos ya avalan esta aproximación.

A su vez, el kit para recolectar saliva es un simple tubo de plástico que podría distribuirse y recogerse por ejemplo en supermercados y farmacias. Con este cambio de paradigma, en el que los propios ciudadanos proporcionan directamente las muestras, la logística se simplificaría notablemente. Aún más importante, lo que estaríamos midiendo intrínsecamente sería la capacidad de las personas para transmitir el virus, que, bajo un punto de vista de control de la pandemia, es el parámetro más relevante.

Sin entrar en la infraestructura adicional que necesitamos para hacer esto (máquinas PCR, reactivos, personal…), cuyos costes y eficiencia se pueden optimizar de muchas formas, algunas estimaciones ya indican que incluso testar de forma periódica al 100% de la población de USA es mucho más rentable encerrar a la gente un solo mes.

Miren, me encantaría estar totalmente equivocado y que el plan funcione, pero si existiese una probabilidad no despreciable de que tenga razón, tal y como la mayoría de expertos apuntan, ¿nos preparamos o nos la jugamos a prueba y error?