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Kirk Douglas 1916-2020

Kirk Douglas.

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Hace unos días los medios de comunicación erraron al dar la noticia de la muerte de Kirk Douglas. Puedo entenderlo, en un comunicado la familia así lo aseguraba. Pero él no ha muerto y nunca morirá, siempre le veremos en las películas, porque las estrellas de Hollywood, como las del espacio, nunca se apagan.

Sus orígenes marcaron su carácter. Kirk Douglas se llamaba en realidad Issur Danielovitch Demsky y nació en 1916 en el Estado de Nueva York. Hijo de una familia de inmigrantes rusos, analfabetos y judíos, que por esta condición no tenían acceso al trabajo en las fábricas, su padre ocupara el eslabón más bajo posible de la Norteamérica de principios de siglo, era trapero, de ahí el título de su autobiografía, El hijo del trapero.

Salió pronto de casa y enseguida descubrió la pasión por el teatro. Su sueño, nunca cumplido, era ser una estrella de Broadway, pero la recomendación de una amiga, Lauren Bacall, le llevó al mundo del cine debutando en El extraño amor de Martha Ivers (1946). Fue el inició una carrera que ya no paró con un rápido punto de inflexión cuando declinó participar en una gran producción, para embarcarse en el proyecto de un casi novato productor, Stanley Kramer, y protagonizar El ídolo de barro (1949) que le valió una nominación al Oscar y su consagración como estrella.

A partir de ahí forjó una gran carrera con títulos como Carta a 3 esposas (1949), El gran Carnaval (1951), Cautivos del mal (1952), que supuso su segunda nominación al Oscar o 20.000 leguas de viaje submarino (1954). Aquí llegó otro hito personal y profesional, interpretar a Vincent Van Gogh en El loco del pelo rojo (1956). El actor reconoce que es la única vez que se perdió en un personaje que se apoderó de él hasta lo obsesivo, sensación que no volvió a repetirse. Además, rompía con una serie de personajes duros, mostrando una sensibilidad interpretativa inédita en él, censurada por compañeros como John Wayne, que le aconsejaba que siguiera haciendo papeles de tipos viriles y no de “mariquitas debiluchos” como el pintor. Fue su tercera nominación al Oscar.

Por aquel entonces Douglas ya tenía claro que no solo quería actuar, sino influir en todo el proceso de la película, inusual en los actores de la época. Ese impulso y ver Atraco perfecto le llevó a relacionarse con un joven y talentoso director, Stanley Kubrick, al que llamó para dirigir Senderos de gloria (1957). Colaboración que continuó al llamarle, para sustituir a Anthony Mann en Espartaco (1960), donde Douglas tuvo la valentía y altura moral de rehabilitar al guionista Dalton Trumbo purgado por el macarthismo. Dos hitos de la historia del cine, una estrella del Hollywood clásico y un genio del cine moderno. Su relación acabó mal, Kubrick quería otorgarse el mérito total de las dos obras y desdeñó el rol de Douglas, que harto acabó calificando al director como “una mierda con talento”.

Fue la época en que también protagonizó Los Vikingos (1958) o Un extraño en mi vida (1960), para poco después hacer la que para él era su película favorita (a pesar de sus dudas sobre su director David Miller). Los valientes andan solos (1962), un film de culto sin mucha suerte en su estreno, un western crepuscular con una gran interpretación de Douglas cuya mirada en la secuencia final justifica todo una carrera.

Quizás su mejor época había pasado, pero aun así hizo 7 días de mayo (1964) donde recibió consejos del propio JFK, El compromiso (1969) o El día de los tramposos (1970). Un periodo en la que además ejerció como embajador de su país en el mundo y en el que nació su obsesión por una obra que interpretó en teatro y que intentó llevar al cine sin éxito, Alguien voló sobre el nido del cuco. Las circunstancias quisieron que al final fuese su hijo quien la produjera, cuando él ya era demasiado mayor para protagonizarla. Algo parecido pasó con Rambo, él iba a ser el coronel de esta, en principio, modesta película, pero desavenencias creativas (pensaba que su personaje debía acabar con Rambo al final de la película) le apartaron de un proyecto que terminó siendo millonario.

Muchas más cosas se podrían decir. Su relación dentro y fuera de la pantalla con su gran amigo Burt Lancaster, su mala opinión de Yul Brynner o Raoul Walsh, sus papeles rechazados como el de Traidor en el infierno (la hizo William Holden que ganó el Oscar), o el de Messala en Ben Hur (dijo que o protagonista o nada, y prefirieron a Charlton Heston), su interminable lista de amantes (Joan Crawford, Gene Tierney, Patricia Neal, Rita Hayworth, Marlene Dietrich, etc) como se arrastró sin éxito por el amor de Pier Angeli, el extraño comentario sexual de Dalí en Port Lligat que le hizo huir, tantas cosas.

En 1986 tuvo un ataque al corazón que le volvió vulnerable, vio que el final se acercaba, lo que le impulsó a escribir su autobiografía. Se equivocó, siguió trabajando 20 años más, y murió 36 más tarde. Una vida plena, y eterna.