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Voltaire vs. Rousseau

Josep Maria Flotats explica en una entrevista a El Español.

Josep Maria Flotats explica en una entrevista a El Español.

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Jean-François Prévand publicó en 1991 su obra “Voltaire Vs. Rousseau”, un texto en el que, desde la ficción, enfrenta los pensamientos y los principios de los dos grandes filósofos que marcaron la época de la Ilustración, en la que se pusieron los cimientos de la idea de lo que hoy entendemos como los principios de la vieja Europa. Los protagonistas hablan de Dios y de la religión, de la vuelta a las esencias de la naturaleza, de la ciencia, de la economía, de la educación, del teatro, de la igualdad y la desigualdad, de política con referencias concretas a las ideas originales del comunismo, incubado en aquella época, y al capitalismo, como su antítesis, haciéndolo con una base filosófica, cada uno desde su propia visión.

El texto original, acertadamente traducido a esta versión por Mauro Armiño, colaborador habitual de Flotats, es intenso y con una gran densidad en las ideas que encierra, exigiendo al espectador una alta concentración para no perderse nada sobre ninguno de los interesantes temas que aborda la pieza, si bien la utilización de la ironía y el sarcasmo, especialmente en el personaje de Voltaire, junto con un excelente ritmo en la teatralidad del relato, termina por conseguir mantener al público conectado, convirtiendo el arte de la palabra, a través de los actores y sus personajes, en una trama donde los verdaderos protagonistas son la filosofía y las ideas. Todo un reto.

Rousseau se desplaza hasta el palacete de Ferney, en el que Voltaire ha fijado su residencia, justo en la frontera entre Francia y Suiza, duerme dentro de los límites de su país natal, pero su jardín y huerto están sobre el territorio helvético, porque él, que ya conocía la cárcel francesa por su libertad de opinión, prefiere ser prevenido. El autor de “Emilio, o de la Educación” se pone frente a quien considera su maestro porque ha llegado a sus manos un panfleto, de autor anónimo, donde se le critica y ataca por diversas cuestiones, aunque la más dolorosa para él es que se le acuse de haber abandonado a sus cinco hijos, considerando que Voltaire le puede ayudar a identificar al autor de tal ignominia.

Josep Maria Flotats, además de interpretar a Voltaire en la obra, dirige el montaje, haciendo visible su sutileza, elegancia y experiencia en todo en él, diseñando una escenografía dominada por un hermoso tapiz, hábilmente iluminado por Paco Ariza, que junto con unos pocos elementos de atrezzo, pero muy bien elegidos y ubicados (mesa de despacho, mesa de té, confidentes y sillería…), recrean con total acierto la elegante y suntuosa residencia que aloja “la disputa” y enmarca la apacible vida, allí, del autor de “Cándido”. Mención destacada al notable vestuario diseñado por Renato Bianchi, que sirve para subrayar las personalidades de ambos personajes, así como el espacio sonoro de Eduardo Gandulfo, especialmente por la perfección del sonido cuando los personajes hablan desde fuera de escena, así como en la recreación del ambiente de la naturaleza que se cuela hasta los salones del palacete, desde el jardín exterior.

Tanto Josep María Flotats, estupendo a sus 79 años, como Pere Ponce, ponen todo su excelente bagaje interpretativo en este mano a mano filosófico, construyendo los perfiles de dos personajes que se revelan como complementarios, desde sus diferencias. Espléndidos ambos en su dicción, más enfocado en el sarcasmo y la ironía Flotats, en su personaje de Voltaire; con un Ponce sobresaliente en la piel de un Rousseau creyente de la bondad de la naturaleza y del buen salvaje, al que el texto de Prévand supedita a su maestro, pero brillante en sus argumentos y la desesperación que muestra para reivindicarse a si mismo, en especial cuando defiende la misantropía de Alcestes por encima de su autor y creador, Moliére.

El enfrentamiento, ficcionado, entre estos dos grandes filósofos depara un impecable espectáculo teatral a partir de la palabra y el intercambio de argumentos, en interesante alegoría que habría que imitar en nuestra actualidad social y política, que merece ser paladeado por el buen aficionado a la escena, que tras su estreno en la temporada pasada con producción del Centro Dramático Nacional, vuelve ahora a Madrid, programado en el Teatro Cofidis Alcazar hasta el seis de enero de 2019.