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La vuelta al cole

Ezquiel Marín González
Publicada
Actualizada

La vuelta al cole está a la vuelta de la esquina. Niños y niñas acuden con sus padres a comprar el material escolar que necesitarán para los trimestres venideros. El curso va a empezar a rodar, está a la vuelta de la esquina. Por los pasillos de los colegios e institutos empezará a oler a café, bocadillos, inocencia, estrés, risas... Y, desgraciadamente, también olerá a acoso escolar.

Para muchos niños será un curso nuevo, para otros más de lo mismo. Esa losa que, cuando uno intenta quitársela de encima, vuelve a ser pisada por otro para hundirte un poco más. Ese foco que, con su fuerte luz, te señala y te persigue por pasillos, baños, clases, recreos. No te deja. Te marca. Algunos lo llaman "cosas de niños", no le dan importancia. Y así, año tras año, la historia se repite.

Basta ya de pasar la mano, de apartar la mirada. ¿Se acuerdan de Diego? Aquel niño que, con 11 años, no aguantaba ir al colegio y terminó suicidándose. Fue en 2016. Para su profesora, Diego era feliz en el colegio. En mayo de este mismo año la justicia cerró el caso. No hubo ningún juicio y no hay culpables. Los profesores no tomaron cartas en el asunto. Las madres y padres de los acosadores tampoco. La Justicia española no realiza ni un simple juicio en el que los padres puedan expresarse. Nada. ¿Y saben qué? Que la historia se repite, siempre es la misma. A lo mejor con diferente desenlace, pero con una introducción y un nudo calcados.

Yo sufrí acoso escolar. ¿La historia? La misma, pero con diferente final. Para mis profesores yo era feliz en el colegio. Que me tiraran al suelo, me cogieran los pies y me llevaran por todo el patio arrastrándome cual basura, eran "cosas de niños". Que alguien se levantara en medio de la clase y, sin venir a cuento, me pegara era un acto que debía de resolverse por medio de una especie de "juicio" entre compañeros. Que yo no quisiera ir al colegio o que saliera del centro con lágrimas en los ojos para terminar entre los brazos de mi madre y romper a llorar eso era signo, sin lugar a dudas, de lo feliz que yo era en el colegio.

28 de febrero. Mi madre fue a hablar con una directora que no le hizo ni caso. Estaba preparando los desayunos del Día de Andalucía. Pan con aceite y azúcar, sí. Hablar del acoso escolar que sufría uno de sus alumnos, no. Para ella, yo, al igual que Diego, era feliz en mi colegio y eso que pasaba en el centro eran, como he dicho antes, "cosas de niños". Nadie tomó cartas en el asunto así que, en un acto de desesperación o cobardía, véanlo como ustedes quieran, mis padres decidieron cambiarme de colegio. Allí, en el Colegio Internacional Europa, los profesores no se equivocaban al decirle a mi madre que yo era feliz. Lo era.

Un nuevo curso va a empezar y espero que no esté marcado por casos y casos de acoso escolar. Profesores, padres, tomen cartas en el asunto. No son "cosas de niños" como ustedes piensan. Son cosas que dañan, son cosas que marcan. En definitiva, es acoso escolar. Entre todos podemos pararlo, pero no hay que echar la vista hacia otro lado intentando evitar el problema. El problema se evita actuando. Actuemos.

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