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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se somete al control de la oposición en el pleno del Congreso

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se somete al control de la oposición en el pleno del Congreso Agencia EFE

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Cierto que la democracia provee lo necesario para el establecimiento de formas de gobierno participativas en las que cada ciudadano tiene su pequeña cuota de decisión y por ello, de poder.

Pero limitar en el tiempo dichas capacidades de gobierno es algo imprescindible. La duración de un mandato en cuatro años tiene su fundamento en la capacidad de gestión duradera en el tiempo justificada en una estabilidad gubernativa que, de no darse, deja libre y necesaria una nueva manifestación de la ciudadanía.

Cuando el partido del gobierno pierde la confianza de la ciudadanía, se hace imprescindible la activación de los mecanismos democráticos para que, a la mayor brevedad posible, la ciudadanía se exprese en las urnas.

Esto sucede en la actualidad con meridiana claridad. Rajoy ha convivido cómodamente con delincuentes condenados, incluso se ha visto comprometida la veracidad de su declaración en sede judicial, lo cual es tan grave como excepcional. Es todo su partido el que ha sido declarado responsable por la actividad de sus fiadores, y ello no puede ni debe ser tolerado.

Existe un estricto mecanismo constitucional para los casos de pérdida de confianza parlamentaria de un gobierno. La moción de censura se regula bajo las premisas de alternancia en la dirección del gobierno, pero en este caso sólo los ciudadanos tienen la capacidad de privar al gobierno de la mayoría que aún ostenta el gobierno en las Cámaras.

Sánchez no puede usar este mecanismo para conseguir lo que las urnas no le dieron, máxime cuando sobre España se cierne una amenaza real por parte del nacionalismo excluyente. Lo más democrático y justo es garantizar una pronta celebración de elecciones, con una solución de continuidad en la que se garantice la aprobación de los presupuestos generales del Estado.

Rajoy debe enfrentarse a la opinión que los españoles tienen del Gobierno, y no puede hacerlo escondido tras plasmas o en entrevistas de preguntas pactadas. Visto lo visto, sólo las urnas validarían su continuidad al frente del Ejecutivo.
Queremos votar, para ayer.