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Las bestias de Quim Torra

Quim Torra toma posesión de su cargo como presidente de la Generalitat.

Quim Torra toma posesión de su cargo como presidente de la Generalitat. Efe

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Si algo nos está enseñando el nacionalismo catalán es que es extremadamente provinciano. De hecho Pío Baroja identificaba el nacionalismo con una enfermedad que tenía cura con el solo hecho de viajar. En la historia del ser humano, las peores carnicerías se han hecho en nombre de la religión y del nacionalismo, basta hojear la Historia y los conflictos religiosos presentes en el mundo árabe para dar fe de ello.

En España en el País Vasco surgió el nacionalismo de la mano de Sabino Arana, escritor de culto para los chavales del hacha y la serpiente, del que dejó en negro sobre blanco una cantidad ingente de ideas xenófobas, machistas y racistas. 

Pero el verdadero problema surge cuando estas necedades se comienzan a interiorizar y dar por verdaderas, sin ningún tipo de cuestionamiento la excluyente idea de que los de aquí somos mejores y tenemos más privilegios que los de allí, por el mero hecho de existir.

Refiriéndonos a líderes nacionalistas xenófobos es de obligada alusión a los comentarios racistas y supremacistas del recién nombrado presidente de la Generalitat, Quim Torra quien en un artículo en el diario elMón titulado “La lengua y las bestias” tildó a los catalanes que se expresan en castellano como bestias que beben odio, achacándolo a un problema freudiano o a un bache en su ADN, un artículo que destila odio hacia quienes se atreven a pensar de manera distinta a su autor, muy en la línea de los discursos supremacistas que tanto daño han provocado en el mundo.

Mientras personajes como éste hacen gala de sus ideas excluyentes, el resto seguimos bostezando en nuestras butacas, quizás deseando que la función termine pronto. De fondo y como un elemento más del esperpento, el regocijo del huido Puigdemont quien celebra el nombramiento  de Quim Torra como una verdadera victoria sabiendo que camina a hombros de quien odia a quienes tienen la osadía de utilizar la lengua de Cervantes, la misma que hablan 437 millones de hablantes nativos, puro provincialismo.