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La forma del agua

Fotograma de La forma del agua.

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Al hablar de esta película hay que partir de la premisa de que posiblemente nos encontremos a priori, y previo a su visionado, ante la película más significativa de la temporada, ese film que deberías elegir si solo pudieras ir al cine una vez al año, dados los unánimes reconocimientos de la crítica, los premios recibidos (Venecia, Bafta, Globos de Oro, etc), las nominaciones a los Oscars que atesora (13 nada más y nada menos), y la multitud de reconocimientos recibidos en los últimos meses.

Por otro lado, y por si esto fuera poco, está su director, Guillermo del Toro, un tipo fiable tanto para el cinéfilo más sesudo, como para el palomitero menos exigente, que ha transitado con singularidad por el cine de género (sobre todo terror) que ha abierto a nuevos campos y públicos.

Dicho todo esto, paso directamente a la valoración de un film, que me parece bonito, pero no excepcional, emotivo, pero no emocionante, interesante, pero no impactante, y de factura perfecta, aunque no magistral.

Del Toro se inspira en sí mismo, y en su imaginería personal (que a veces converge con la de Jean Pierre Jeunet como es el caso de esta película), pero dotándola en esta ocasión de un mayor clasicismo y madurez en una bella e improbable historia de amor bien ensamblada.

Todo esto cuenta con unas notables interpretaciones, donde destaca el siempre solvente Michael Shannon en su papel de malo, y la magia especial de una Sally Hawkins que hace una interpretación original y llena de ternura. Sin embargo, no tanto en las interpretaciones, como en el desarrollo de los personajes principales, acierto a ver determinadas carencias, y algunos vacíos, ya que ninguno de estos aparece desarrollado en su plenitud, sabemos de sus peripecias vitales, pero estas no se nos muestran con la suficiente profundidad como para que podamos empatizar con ellos, y solo vemos su vida a través de algún fogonazo, en algunos casos no muy acertado.

Por otra parte hay dos situaciones muy relevantes que creo que no están resueltas de forma convincente, y cuyo desarrollo resulta un tanto atropellado. Está lo que podríamos llamar, por utilizar un término de moda, “la trama rusa”, algo impostada, demasiado inverosímil y casi caricaturesca, un meandro del argumento al que se le podía haber abastecido de más sustancia y una mayor sutileza. Por otro lado, la parte de thriller en cuanto al robo que se produce, se resuelve de forma demasiado simple, no creo que toda esa secuencia transmita la tensión y emoción suficiente en el espectador, ni que sus protagonistas sientan un peligro real.

También, aunque la historia es bonita y evocadora, es un film que deambula por varios estilos, que no siempre están resueltos de forma redonda, lo cual me incita a pensar en lo que un autor quizás algo más versátil como Steven Spielberg le podía haber dado a una historia, que a veces llega a evocarme a su “E.T.”, con la diferencia de que en esta me emociono y se me pone la piel de gallina, y en la de Del Toro disfruto y me entretengo, nada más, aunque sin duda también podríamos decir que, nada menos.

Y es que este es el problema de que una cinta ostente 13 nominaciones a los Oscars, y que críticos habitualmente tan poco generosos con el cine contemporáneo como Carlos Boyero que aborrece casi todo lo que ve la señalen como obra maestra, que donde esperas algo superlativo, te encuentras con algo notable, un film que sin duda es muy estimable, pero cuyas expectativas a mí al menos, se me han venido algo encima.

En cualquier caso, hay más pros que contras en esta película, y si mi sesgo en la crítica ha acentuado los aspectos negativos, es por poner algún contrapunto a la avalancha generalizada de elogios sobre la misma, porque al fin y al cabo mi veredicto y recomendación es que merece la pena ir a verla. Un muy buen film, original y de bella factura, con alguna imperfección, pero cuyo poso final, que es su última escena, nos deja grabado en la retina un momento de conmovedora belleza que nos acompañará durante algún tiempo.