Consumo

La relevancia ética del consumo

Consumismo extremo.

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Hoy en día el sistema económico pone al alcance de las personas todo tipo de productos y bienes para el consumo, desde lo más básico, como alimentos o prendas de vestir, hasta lo más extraño, como gorras que pueden sujetar latas de refrescos.

El consumo como concepto no hace referencia a nada malo ni perjudicial. Podemos definirlo como el simple hecho de consumir para satisfacer necesidades o deseos. El problema llega cuando esta actividad se vuelve patológica. Entonces ya no hablamos de consumo, sino de consumismo. La Real Academia Española define el consumismo como “la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios".

Consumir es una acción de relevancia ética, que delata los principios y valores de la persona. Podríamos empezar por plantearnos si no podríamos consumir menos, cuando en el mundo pasan hambre unas 800 millones de personas.

Las abundantes devoluciones en el comercio revelan, en parte, una actitud de los consumidores que podría cambiar. En el caso de los teléfonos móviles, cabe resistir la llamada del “último grito” y hacer durar más el que uno tiene antes de cambiarlo por otro con nuevas prestaciones que quizá no sean tan necesarias. Muchos aprovechan la facilidad de encargar y la garantía de recuperar el dinero si el artículo no les satisface para comprar con ligereza.

No es cosa solo de ricos. Se suele decir que la demanda de plástico sube de 1,5 a 2 veces más deprisa que el PIB. A medida que los países en desarrollo mejoran el nivel de vida y se urbanizan, recurren más a ese material. Kenia se acerca ya a los 300 millones de bolsas nuevas por año, aunque en unidades por habitante, esa cantidad es ocho veces menor que la de la UE.

Ahora bien, aunque su nivel de consumo sea inferior, en los países en desarrollo hay enormes ciudades y poco reciclado, y por eso tienen los mayores vertederos del mundo. Lagos (Nigeria) produce unas 10.000 toneladas de desechos diarios, de los que quinientos trabajadores criban a mano menos de un tercio. Desechar aparatos sin intentar repararlos es otra práctica que sería bueno abandonar.

En fin, consumir es una acción de relevancia ética, que delata los principios y valores de la persona. Como dice el Papa Francisco en la encíclica Laudato si: “Comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias (…) El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad”.