Efecto y consecuencias de la presunta corrupción en el Partido Popular

El jefe del Gobierno y líder del PP, Mariano Rajoy/Emilio Naranjo/EFE

El jefe del Gobierno y líder del PP, Mariano Rajoy/Emilio Naranjo/EFE

Por Jose Tomás Cruz Varela

(De mi puño y tekla)

Resulta incomprensible, o al menos difícilmente explicable, que un partido como el Popular, acumulando presuntamente el mayor número de escándalos protagonizados por un amplio colectivo de sus dirigentes, fuese capaz de barrer y con una amplia mayoría absoluta en las pasadas elecciones generales del 2011. Más incomprensible es incluso volver a ser el partido más votado en el 20-D, a pesar de los múltiples casos que continúan apareciendo casi a diario en los distintos medios de comunicación, cuando en opinión de los españoles, dicha perversión figura en todas las encuestas, incluida la del CIS, como nuestro más grave problema, solo superado por el paro.

Si imaginásemos por un momento que desde la primera presidencia de Aznar, tal lacra hubiese sido perseguida y erradicada y no fomentada y practicada como lamentablemente ha ocurrido en todas las Administraciones, diputaciones, empresas públicas y un largo etc. por cientos de presuntos delincuentes, muchos de los cuales terminaron con sus huesos en la cárcel pero sin recuperarse el dinero defraudado que posteriormente regresa a sus manos, el PP habría ganado con mayoría absoluta todos los comicios desde aquella fecha.

Existe, no obstante, otro aspecto que curiosamente suele pasar desapercibido, y en muchos casos sin que los responsables rindan cuentas a la Justicia de sus fraudes. Concretamente se trata de todos aquellos colaboradores necesarios que son precisos para poder materializar los citados delitos de corrupción, muchos de los cuales se ejercen a través de montajes delictivos altamente complejos, que requieren cómplices especializados y de total confianza, para materializar contactos, sobornos, transportes y gestiones de todo tipo por las cuales perciben considerables mordidas. Otros cobran simplemente por su silencio y sobre dichas cantidades nada se comenta ni la prensa se hace eco, pero que indudablemente suponen muchos millones de euros que en todos los casos salen de los impuestos pagados por los españoles.

Asumiendo que tan repugnantes hechos no ocurren solamente en la formación popular, que el propio presidente en funciones de dicho partido esté defendiendo y pidiendo a los suyos “limpieza y transparencia” en la actividad política, tal como sucedió el pasado día 7, dirigiéndose a las Nuevas Generaciones de su propio partido en Orense, suena muy poco serio.

Al ser interpelado por varios jóvenes, no es de recibo que Rajoy se limitase a entonar el mea culpa, y que incluso como defensa, alegase que los demás partidos también “se han visto en situaciones similares". ¿Qué pretende decir don Mariano? ¿Qué cuando gobiernas es más normal que surja la corrupción? Pues claro que los ciudadanos se sienten agredidos ante tales casos, y más todavía si son votantes del PP. Pedir a los jóvenes que sean ejemplares y cuiden el dinero de los contribuyentes, suena ridículo por no utilizar otro calificativo. Mire Sr. Rajoy, si en efecto pretende seguir dando la paliza con los consejos, hágalo, pero primero predique con el ejemplo presentando su dimisión una vez celebradas las elecciones, dado que a nivel personal puede ser un dechado de virtudes, pero esto no le libera de sus responsabilidades como Jefe del Ejecutivo. De lo contrario, lo más oportuno sería que observase un discreto y respetuoso silencio sobre ciertos temas.

Igualmente le convendría revisar la última encuesta del CIS en lo concerniente a la “Valoración de los líderes” en la que usted aparece con un 2,89, es decir, con la puntuación más baja entre los siete políticos comparados, siendo el mejor clasificado, Alberto Garzón (IU), con el 4,69, y nadie cree que pueda deberse a la blancura de su barba, sino pura y simplemente por su trayectoria política personal y la de su partido.

Claro que siempre podrá opinar que los opinantes carecen del más elemental criterio. En algún aspecto se le podría otorgar cierta parte de razón, como por ejemplo al considerar que tampoco ninguno de sus oponentes son merecedores de grandes elogios por parte de la sociedad española. De cualquier forma, a lo largo de la campaña, tendrá tanto usted como los demás líderes, múltiples oportunidades de demostrar la brillantez, originalidad y calidad de sus propuestas en los diversos debates de opinión, a los que esperamos que en tan trascendental ocasión no se le ocurrirá nuevamente la peregrina idea de enviar a un subordinado.