José Ismael Martínez, minutos después de la agresión.
Los cobardes y resentidos tienen miedo
José Ismael Martínez, un periodista de EL ESPAÑOL, fue agredido con saña por parte de un grupo de abertzales de ultraizquierda cuando llevaba adelante una cobertura en el Campus Universitario de Pamplona.
Un factor común es el que identifica a estos delincuentes cuando, sólo de a dos o más personas, se ensañan con un periodista o con alguien que no comulga con sus ideales, siendo la cobardía.
Son los cobardes de una sociedad, las ovejitas que son llevadas como un rebaño por un líder político -seguramente multimillonario-, pero ellos no llegan a fin de mes, excepto que cobren una asignación que les otorgue el Estado por no trabajar y que pagan los españoles con sus impuestos.
Pegar una "ensalada de golpes", como lo definió la víctima, es el espejo de una sociedad rota por las ideologías extremas, en donde el diálogo, la razón y la templanza para debatir quedó rezagada, transformándose en la ley de la selva.
Los cobardes patoteros no sólo lo son para propinar golpes a una persona indefensa.
Esa cobardía se lleva adentro, son cobardes ante sus familias, frustrados sociales con mentalidades ignorantes que no pueden ni saben redactar un párrafo del tema que fuere.
Es gente que no puede insertarse dentro de una sociedad trabajadora, con costumbres sanas y arraigada a sus valores familiares, religiosos y de amor por el prójimo, en donde el esfuerzo y el mérito es lo que se transmite a sus hijos y nietos, por la sencilla razón que desprecian tanto el esfuerzo como el trabajo.
Estos cobardes delincuentes solo transmiten ideologías extremas a sus descendientes, la violencia, el uso de la fuerza, lo cual no deja de dar pena por esos pequeños que nacen, se crían y se forman con ese pensamiento primitivo y, sobre todo, socialmente repugnante.
Estimado Sr. José Ismael Martínez:
Dentro del mal momento que ha tenido que pasar, póngase contento.
Sus hijos, nietos, familia, amigos, compañeros de trabajo de EL ESPAÑOL y de otros medios periodísticos siempre lo recordarán como una figura que trascendió, que se sometió a los altos los riesgos que implica el periodismo de investigación, los afrontó y, a pesar de eso, como hombre valiente y con convicciones, salió airoso de esa emboscada.
Lo recordará toda su vida como un acto de valentía.
Así se lo transmitirá a su círculo íntimo, se lo reconocerán y ese es un activo que rara vez se consigue en un trabajo.
Los españoles se deben poner de pie ante este periodista de alma.
Gracias a decenas de hombres y mujeres que ejercen esa apasionante profesión, pueden estar informados al instante de lo que realmente sucede en una sociedad y no subestimarlos brindando una información sesgada.
El populismo es un gran odiador.
Odia que se informe sobre la realidad: la corrupción.
Odia dejar expuesto a quien se desvela por los pobres, pero vive en mansiones producto de la corrupción, así como odia a quienes piensan diferente a sus ideales los cuales, geopolíticamente, ya se encuentran en franca decadencia.
Contrariamente, usted, señor periodista, se ha ganado los respetos de España y de todos los que lo frecuentan.
Cada golpe transfórmelo como si fuese un premio por ejercer su pasión.
Usted es un líder.
Ellos, unos simples hombres y mujeres de poca monta, solos, envidiosos y resentidos de la vida.