Rosalía.

Rosalía.

¿Ha vuelto Dios?

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Distintas manifestaciones artísticas como el último libro de Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo, el nuevo disco de Rosalíaa, Lux, y la película de Alauda Ruiz de Azúa, Los domingos, han puesto en los titulares el tema de la religión.

Algunas estadísticas sociológicas señalan un repunte de acercamiento al hecho religioso entre la juventud. Otros en contra, hablan de ensoñaciones paganas espirituales mencionando a Chesterton. Es decir, se quedan en la superficialidad de la dimensión espiritual de la persona o en lo meramente estético. En la religiosidad como manifestación externa de algo más profundo.

Aunque la realidad es que en el fondo el ser humano, desde el Homo nadeli, ha estado buscando un sentido a su vida. Se debate entre la transcendencia y la inmanencia. Lo que Franco Battiato buscaba en su "centro de gravedad permanente".

Desde los extremos ideológicos han intentado que esta búsqueda se quede en el plano íntimo y personal. Unos por temor a que la presencia pública de Dios les desmonte el chiringuito de su neoreligión, el relativismo (donde todo tiene cabida y se admite desde el becerro de oro, la fluidez sexual, el fin de la historia, la muerte de Dios) y a los otros por temor a que la dimensión comunitaria de la fe, el discernimiento compartido y la corrección fraterna les interpelé demasiado y les haga tambalear sus postulados sociopoliticoeconómicos.

El libro de Cercas es la búsqueda de respuesta a una pregunta que plantea de forma fulgurante desde la primera página. Y que a su modo, en su día, el ilusionista Houdini buscó por medios paranormales. Respuesta que precisa de creer o por lo menos de querer creer. El conocimiento intelectual no puede entender la vivencia espiritual. De ahí que Jesús nos enseñaba que debíamos ser como los niños para comprender.

La propuesta musical de Rosalía nos demuestra su enorme y sorprendente talento musical. Sin embargo, su interpretación de la relación con Dios parece ser posesiva y egoísta. Error que muchas personas de su generación comenten en sus relaciones de pareja y personales. Dios nos ama pero no únicamente a una persona, su amor es para toda la humanidad (creyentes y no creyentes). No es celoso, ni tampoco egoísta y menos un “stalker” (un acosador que acecha u observa de forma obsesiva e intrusiva a otra persona). El nos creó con el libre albedrío de serie y no necesita controlarnos. Es como una madre que conoce perfectamente a sus hijos, los quiere como son y los ayuda a dar lo mejor de cada uno.

En cuanto a la película Los domingos, de entrada tiene el acierto de abordar el tema desde la seriedad y la doble búsqueda, la de la vocación de la protagonista y la de la directora de comprenderla. No como la frívola película de los Javis de La Llamada (2017). Sin embargo, ese “rezare por tí”, desprende cierto elitismo moral, alejado de la humildad cristiana. Además, únicamente nos plantea la vocación conventual o monástica y no habla de las vocaciones del laico.

Hay que tener presente que la mayoría de los miembros de la Iglesia somos laicos y que debemos buscar y trabajar una vocación en la sociedad. El camino de la sinodalidad ha permitido que los creyentes y no creyentes pueden ver la riqueza y diversidad de carismas que hay en la Iglesia. Unidad no quiere decir uniformidad. También es cierto que hoy en día hay propuestas eclesiales de todo tipo desde cenas con seminaristas a curas rockeros.

Personalmente y desde mi forma de entender la vocación del laico, si he de elegir me quedo con los curas obreros y cenar con las pobres. O por lo menos prepararles la comida en algún comedor social. Apoyando iniciativas que aunque no sean eclesiales ayudan a construir un mundo más justo y equitativo.

La presencia (mejor vivencia) pública de la fe entiendo que debe ser así. Participar en las distintas y diferentes organizaciones civiles aportando nuestro pequeño granito sabiendo siempre desde dónde (el Evangelio) y para qué (ayudar a construir el Reino).

Por último, añadir que Dios no ha vuelto, porque no ha muerto y porque nunca nos abandonó. Los cristianos creemos que nos dejó, mejor dicho, nos regaló el Espíritu Santo para susurrarnos el camino y alentarnos a seguirlo. Aunque somos duros de oídos y el ruido y la velocidad del mundo no nos permiten escucharle.

¡Feliz Adviento!