“El centro está muerto”. La frase, pronunciada hace unos días por un dirigente del PP, es una brújula que orienta la estrategia electoral de los partidos y refleja el nuevo mapa ideológico de la sociedad de 2025. Si en el pasado la llave de la victoria estaba en seducir al votante moderado, hoy ese espacio se ha vaciado. O al menos, los que quedan no son suficientes para inclinar la balanza electoral, y por tanto, pierden relevancia.
Los grandes partidos españoles han dejado de ser catch-all —de masas o “atrapalotodo”, un concepto que surgió en los 60 para explicar a aquellas formaciones que trataban de pescar votos en todos los segmentos sociales, suavizando para ello sus posturas doctrinales—. PP y PSOE han entendido que la clave no está en el centro, sino en mostrarse más firmes que sus competidores a su derecha e izquierda. Esas “marcas blancas” que mañana facilitarán la gobernabilidad, ahora restan escaños decisivos gracias a la aritmética de la ley D’Hondt y se convierten en el auténtico rival.
En este tablero, hoy Pedro Sánchez se mueve con ventaja. Si las elecciones se celebrasen mañana, volvería a gobernar. Frente a una izquierda fragmentada y debilitada (Sumar y compañía), ha logrado una vez más marcar la agenda política, mediática y social con habilidad. Y lo hace en un terreno donde se siente especialmente cómodo, la política internacional.
Su posicionamiento como azote europeo de Benjamin Netanyahu lo ha elevado en un contexto en el que la guerra en Gaza sacude conciencias. No hay espacio para las medias tintas y sabe que las palabras, cargadas de significados, son el arma más poderosa. O “genocidio” o “antisemitismo”. El dilema reduce el debate a un blanco o negro en el que Sánchez se muestra resuelto, mientras el Partido Popular se encuentra descolocado.
Alberto Núñez Feijóo, más habituado a la ambigüedad calculada de la moderación, se mueve incómodo en esta dialéctica binaria. Quien sí parece encontrar terreno fértil es Isabel Díaz Ayuso. La madrileña lo tiene claro, su apoyo explícito a Israel conecta con un electorado al que quiere blindar frente a Vox.
El PP tiene el reto de cambiar el foco de manera urgente. Mientras el eje de la conversación siga siendo Gaza, la batalla está perdida porque estará bailando en el relato que lidera Sánchez. Las investigaciones de corrupción que afectan al PSOE, la negociación de los presupuestos, la cuestión de la financiación autonómica…, sobran asuntos con potencial para desgastar al Gobierno. Mientras, Sánchez sabe que su fortaleza está en estirar al máximo la confrontación exterior. Como repiten en los mentideros de la Villa y Corte: no ha habido en esta legislatura un mejor momento para convocar elecciones.
* Verónica Crespo, doctora en Comunicación