El 19 de noviembre de 2024 estaba en un escenario con más de 1.300 directivos mirándome. Con 25 años, acababa de ser elegido para dirigir una de las asociaciones empresariales más importantes del país: ADEA. No sé si conoces esa sensación de mirar alrededor y pensar: "¿Qué hace alguien como yo en un sitio como este?". Yo sí. Pero más que inseguridad, sentí orgullo.
No por el título, ni por los aplausos, sino porque todo ese camino había empezado cuando decidí dejar de intentar encajar y comencé a mirar quién era de verdad.
Retrocedamos un poco.
A principios de 2022 estaba ganando 150 euros al mes con mi emprendimiento. Nada encajaba. Dudaba de mi pareja, de mi propósito, de mis decisiones. Pero sobre todo, dudaba de mí.
Un día, antes de lanzar un libro que llevaba meses escribiendo, alguien me preguntó cómo me sentía. Y en vez de fingir entusiasmo, dije la verdad: "raro". Ahí empezó todo. Esa persona me hizo ver cómo estaba viviendo, le pedí un café, y en ese café entendí que mi problema no era la falta de acción, sino de dirección.
Yo no necesitaba hacer más. Necesitaba parar.
Así que tomé la decisión más importante de mi vida: comenzar a parar y preguntarme cómo quería vivir. Ahí me enfrenté a mis miedos, a mis inseguridades, a todo lo que había estado esquivando.
Y vi “mi pieza”.
Empecé a entender qué tipo de vida quería. Qué tipo de relaciones. Qué tipo de impacto quería generar. Me hice preguntas incómodas. Y descubrí que muchas de mis decisiones venían de una necesidad de caer bien a todo el mundo. De miedo a no ser suficiente.
Así que dejé de buscar fuera y empecé a entenderme. Cada semana paraba a observarme, a reajustar. Me enfoqué en entender qué tipo de valor podía aportar yo. Y creé una estrategia para ello.
Y aquí viene la parte que a veces se olvida contar:
No fue magia. Fue precisión y claridad. Sabía cuál era mi pieza y eso me ayudó a ver con quién y dónde encajaba. Aunque eso implicara tomar muchas decisiones complicadas, como invertir todo el dinero que tenía ahorrado en comprar el material de Café con Nacho, sin saber si iba a recuperarlo.
Y creé un podcast donde personas con buen fondo compartieran su historia de corazón.
Con el paso de los meses fue generando mucho impacto, y uno de los invitados fue Fernando Rodrigo, presidente de ADEA. Y al conocerme más en profundidad, pensó en mí cuando ficharon a la persona que estaba dirigiendo ADEA.
Pero esto no va de mí.
Esto va de ti, si sientes que estás intentando encajar en puzles que no fueron hechos para ti. Si llevas años actuando como crees que deberías, pero por dentro te cuesta respirar. Si sigues postergando decisiones esperando un momento ideal que no va a llegar.
Tal vez no necesitas cambiar de ciudad, de pareja, de trabajo. Tal vez solo necesitas parar, mirarte y entender quién eres. Porque cuando ves tu pieza, dejas de forzar.
Tu mayor oportunidad no está en hacer más. Está en atreverte a mirar quién eres realmente, y tener el valor de construir desde ahí.