Un profesor me dijo un día: “Teresa, si tu argumento no se entiende no servirá de nada que lo repitas en voz más alta, cuéntalo de otra manera”. Estoy un poco saturada de escuchar que la asistencia sanitaria la constituimos equipos multiprofesionales. No hay discurso al que tenga que asistir en el que aparezca o se diga que somos un equipo; pero luego me encuentro con comunicados como el que emitió hace unos días el Foro de la Profesión Médica hace unos días en el que curiosamente no aparece la palabra equipo ni una vez. Eso, en dicho comunicado terminan diciendo que valoran mucho el trabajo de las enfermeras.
El comunicado hablaba, como casi siempre en los últimos tiempos, sobre lo que la profesión médica considera que podemos o no podemos hacer nosotras, las enfermeras. Me pregunto, ¿qué entienden algunas de las personas que lo elaboraron de la palabra equipo? ¿qué significa para ellos? Mi percepción de un equipo sería, por ejemplo, un equipo de fútbol.
Los recursos que se manejan en este deporte son enormes, así que quienes gestionan en ese mundo tienen mucho interés en que los equipos funcionen y cumplan los objetivos que se han marcado.
Desde este punto de vista, ¿alguien se puede imaginar que los delanteros, por el hecho de ser los que tienen más posibilidades de meter gol, se consideren los únicos dueños del balón? Y el mensaje que se promulgue sea: “si el balón está en otras manos, no se van a cumplir los objetivos de nuestro club”. Bajo esta asociación de argumentos: con el balón se marcan los goles, nosotros, los delanteros solemos marcar los goles, luego el balón debe ser utilizado solo por nosotros... ¿Qué pasa con los porteros, defensas, centrocampistas? ¿Cómo serían los partidos?
Es poco más o menos lo que traduzco de este comunicado, que la profesión médica ha emitido respondiendo a unas declaraciones que hizo la presidenta del Colegio de Enfermería de Murcia Amelia Colomina. Ella, ni más ni menos, expresó que somos un equipo con varios perfiles, y cada uno tiene su papel. Pero parece que diagnosticar y tratar es una competencia solo suya.
En mi rutina, como enfermera y todas mis compañeras, todos los días vemos pacientes. Imaginen que hoy toca el control de un hipertenso, la consulta puede evolucionar de varias maneras.
1º El proceso va bien, vamos a continuar con la pauta de tratamiento y de dieta, ejercicio, descanso y nos vemos la próxima visita.
2º Hay una pequeña descompensación, pero por lo que me ha contado de su cambio de hábitos, vamos a retomar los hábitos anteriores y nos vemos antes a ver si se ha normalizado.
3º Veo una descompensación importante que no puedo achacar ni a la medicación ni al cambio de hábitos. Voy a llamar a mi compañero médico, tal vez tengamos que hacer algún cambio en su tratamiento.
Pongo otro ejemplo. Un anciano después de ingresar por una intervención que le ha obligado a guardar cama, y a pesar de las movilizaciones, ha desarrollado una úlcera que requiere curas que una vez iniciadas en el hospital tendrán que continuar en el domicilio. La enfermera extiende una receta con los productos que ha valorado más adecuados para las curas para que se puedan continuar en el domicilio, la enfermera haga el seguimiento, esas curas irán cambiando la técnica de curas y los productos en función de la evolución.
No estoy hablando de otra cosa que diagnósticos de la enfermera, de toma de decisiones y de realizar indicaciones. ¿De verdad los profesionales que argumentan que el diagnóstico o el balón es exclusivamente suyo, saben de lo que hablan? Desde aquí y si llegara mi petición, a esa cúpula me gustaría que me aclararan lo que ellos consideran que sí que podemos hacer o no, por qué “el no pueden hacer… no pueden hacer… no pueden hacer”, lo repiten hasta la saciedad.
Pero lo que más me duele es que sean capaces de afirmar que ponemos en riesgo a nuestro paciente, cuando los estamos cuidando, que no tenemos formación, ni competencias. Lo más educado que se me ocurre decirles es que sus palabras no representan, ni siquiera a su propia profesión. Podría decirles más cosas, pero en este caso, aunque no fueron seis años y cuatro de especialidad… como reza el refrán: “La universidad sí que pasó por mí”.