La noche en La Romareda volvió a terminar de la peor manera posible: con derrota en los últimos minutos, pitos a un entrenador que no encuentra su sitio, un equipo en crisis y un homenaje a Cristian en el momento menos oportuno. La afición supo separar entre el aplauso al portero y la bronca al resto del equipo, pero Cristian no se merecía un final así. Si el organizador del acto pensó que dejarlo para el final, por si el resultado no acompañaba, era una buena idea, se equivocó.
La situación deportiva empieza a ser preocupante. La promoción es casi inalcanzable y ya está más lejos que la zona de descenso. Los números, y el juego también, han ido en una línea descendente: solo ha sumado 5 puntos de 18.
Miguel Ángel Ramírez, que revolucionó su alineación, sigue enfrascado en un discurso que empieza a sonar caduco a pesar de estar recién estrenado: la plantilla tiene un gran margen de mejora, la evolución es positiva, no hay que mirar la clasificación y hay un entorno que no ayuda. Al entrenador del Real Zaragoza no le gustan los periodistas.
Lo ha dejado caer en varias ocasiones. La última, en la previa del partido ante el Burgos. Acusó a los medios de comunicación de hacer bien su trabajo y contar a su público que podía haber un cambio de sistema, cosa que ocurrió. Dice Ramírez que eso puede hacer que el rival se entere de sus intenciones.
Buscar excusas previas antes de jugar un partido, por si las cosas no salen bien, es una mala señal. El técnico del Real Zaragoza debe limitarse a hacer su trabajo, que es ganar encuentros y mejorar un equipo que se ahoga. Puede echar la culpa de un mal partido a la mala confección de la plantilla, al planteamiento táctico, a una insuficiente infraestructura técnica y humana del club, a los cambios, a la presión, incluso a la mala suerte, pero no a lo que diga la prensa. Con declaraciones así, no contribuye a crear el clima de entendimiento que reclama.
Hace unos días, ante aficionados, en un acto organizado por el club, ya culpó a la prensa de que no hubiera unidad. La prensa tiene que ser crítica con lo que no funciona, como es el caso. La propiedad y sus representantes han repetido esta temporada que el objetivo es el ascenso, pero la realidad está muy alejada. Y pedir tiempo, como hace Ramírez, no es sencillo.
Quizás no conozca el contexto de lo que rodea a una institución como el Real Zaragoza, ni el hartazgo de La Romareda, y todo su ecosistema, ante un proyecto tras otro que termina en fracaso. El técnico acaba de llegar pero los periodistas y la afición acumulan 12 años de decepciones. Y que no lo olvide: él se irá; la afición y los periodistas seguirán.
El entrenador tiene que entender que la prensa, aquí y en cualquier otro gran club de España, tiene su cometido, que es informar de lo que ocurre, y que en muchos casos irá en contra de sus intereses, aunque el objetivo final sea compartido. Los periodistas de la ciudad desean, como el entrenador, que las cosas cambien, que el equipo gane y que llegue de una vez el ascenso a primera, pero Miguel Ángel Ramírez no puede reclamar a los periodistas que falten a su profesionalidad. No tiene que buscar fantasmas donde no los hay.
Ojalá todo lo que pide, una nueva Ciudad Deportiva, la aplicación de nueva tecnologías y metodologías o una estructura más profesionalizada, llegue pronto. Pero, mientras llega, debería mirar esa clasificación que dice no mirar.
Sergio Melendo, periodista.