Dícese del pulpo según la RAE que es “molusco cefalópodo dibranquial, octópodo, que vive de ordinario en el fondo del mar y, a veces, nada a flor de agua. Es muy voraz, se alimenta de moluscos y crustáceos y su carne es comestible”. El Estado de las autonomías se diseñó desde 1979 y hasta 1995 a imagen y semejanza de un gran pulpo salvífico cuyos tentáculos, hechos de duplicativa burocracia y autónomo poderío, iban a garantizar el mejor funcionamiento de las administraciones públicas regionales y a reforzar aquello de las señas de identidad y modalidades culturales propias de cada parte de España.

El Gran Pulpo, loados sean irónicamente su autónomo entendimiento y voluntad bajo la pátina aparentemente irrevocable de santidad laica de la que le reviste la Carta Magna, parece aseverar en su incontestable sabiduría de dios aristotélico -un dios que crea el mundo pero que no puede conocerlo por ser infinito-, que ni Madrid ni Cantabria son Castilla y que el Aragón histórico son solo tres provincias porque sus tentáculos necesitan compartimentos independientes, espacio suficiente para depredar con minuciosidad presas locales y construir allí reservorios de plancton para sus neonatos pulpitos que habrán de ser, por mejor desarrollo de su insaciable apetito, ejércitos de políticos y funcionarios. Todos al servicio del gran cefalópodo autonómico mientras que a un tiempo lo colonizan y parasitan como los picabueyes piquirrojos a lomos de rinoceronte.

Pero los culpables no son las huestes de funcionarios autonómicos, pues son los eslabones más débiles de la cadena y que se guían por un legítimo interés de mera supervivencia, los culpables son los creadores del Gran Pulpo, esos políticos Frankenstein que crearon al voraz monstruo a través de la máquina del consenso y la genuflexión a los separatistas vascos y navarros, conscientes de que habría unos tentáculos más sabrosos que otros. El Gran Pulpo es obediente y solo acata ordenes de los políticos que lo ceban a diario porque viven de darle mordiscos a su preciada carne. El Gran Pulpo autonómico se alimenta de los impuestos de los ciudadanos corrientes, pero es, a su vez y como señala la RAE acerca de lo comestible de su carne, fagocitado por sus creadores que son, a saber, el bipartidismo y demás partidos sistémicos.

El Gran Pulpo autonómico de diecisiete tentáculos apenas creó hospitales, carreteras o colegios en Aragón o Castilla. El Gran Pulpo es ineficaz, sus tentáculos no se relacionan entre sí, provocando consecuencias trágicas como las que se vivieron en Valencia con la DANA. El Gran Pulpo es insolidario, no permite que un ciudadano cambie de un tentáculo a otro; si el ciudadano aragonés cae enfermo en la tierra que parasita el tentáculo catalán el mismo no permitirá que los médicos catalanes accedan al historial médico de su maltrecho paciente aragonés. Si el mejor neurocirujano de Murcia no habla la lengua de laboratorio que impone el tentáculo vasco en sus tierras no podrá jamás el murciano trabajar allí.

El Gran Pulpo autonómico no redistribuye equitativamente la riqueza generada por los impuestos de los sufridos ciudadanos, el cefalópodo gigante se lleva la riqueza de unos sitios a otros y por ende hay tentáculos que parasitan tierras bien cebadas como la catalana y dejan otras al borde de la extinción como las que recorren Aragón. Al Gran Pulpo no le gusta Aragón porque ofrece pocos votos a sus maquiavélicos creadores, a los que sirve, y que necesitan únicamente dos cosas para seguir subsistiendo: contentar a los tentáculos que más les extorsionan y seguir comiendo la carne del Gran Pulpo, que tiene una capacidad de regeneración asombrosa, carne en forma de honorarios, prebendas, favores, sueldos y privilegios.

El Gran Pulpo solo crea, a mayor gloria de su existencia y la de sus creadores, moles de tinta llamadas parlamentos autonómicos, coches oficiales y generosos sueldos y chiringuitos ineficientes en general y solo efectivos para la subsistencia de aquellos que los habitan. Solo hay una forma de acabar con el Gran Pulpo: desde dentro. O acabamos con el Gran Pulpo o el Gran Pulpo acabará con el futuro de los ciudadanos. Suerte que dentro del Gran Pulpo se ha infiltrado un sedal verde de tres letras que hará lo posible por terminar con la insolidaridad e ineficacia de sus tentáculos y la arbitrariedad de sus injusticias.