
Recreación del teatro Pignatelli. Zaragoza
El magnífico teatro de Zaragoza que desapareció hace un siglo: en su escenario murió un actor por un disparo
Entre los edificios de Correos y Telefónica, en el paseo de la Independencia, se alzó hace más de un siglo un majestuoso coliseo de verano que fue construido en tan solo seis meses.
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La ciudad de Zaragoza está en continuo crecimiento. Tanto es así que, entre tanto cambio y construcción, no sorprende que algunos emblemáticos edificios queden en el olvido o, incluso, desaparezcan. Entre los actuales edificios de Correos y Telefónica, en pleno corazón del paseo de la Independencia, se alzó hace más de un siglo el Teatro Pignatelli: un majestuoso coliseo de verano que fue construido en tan solo seis meses.
Toda una estructura de hierro que anticipaba la construcción del futuro. Aunque, hoy en día, el Teatro Pignatelli es apenas un recuerdo, pero durante más de tres décadas fue el epicentro cultural del verano zaragozano, un símbolo de modernidad y de ambición arquitectónica. Esta estructura se proyectó en 1877, cuando Zaragoza empezaba a estirarse más allá del casco histórico.
"Aunque hoy su ubicación, al final del Paseo de la Independencia junto a la Plaza Aragón, nos parezca céntrica, entonces era casi un terreno de frontera", explica a este diario Jesús Martínez, historiador. Fue en esa manzana donde tres empresarios locales decidieron levantar un teatro estacional, pensado únicamente para los meses de calor.
Encargaron el proyecto a un joven arquitecto con un perfil atípico: Félix Navarro, formado en Alemania y con experiencia en Chicago tras el gran incendio de 1871, donde aprendió el valor del hierro como material ignífugo y resistente. Navarro, tal y como señala Martínez, aplicó esas innovaciones y diseñó un edificio modular, funcional y elegante, capaz de albergar a 2.000 personas… "y todo en solo seis meses".
El teatro abrió sus puertas en agosto de 1878 con una previsión de uso de apenas 15 años. La idea era sencilla: una estructura provisional, ligera y desmontable, compuesta por piezas de hierro prefabricadas, cubierta de teja, ladrillo y decoraciones. Sin embargo, la realidad superó todas las expectativas: el Pignatelli funcionó durante casi cuatro décadas, "hasta las Fiestas del Pilar de 1914", concreta.
¿El motivo de que durara tantos años? Según Martínez fue su solidez. Aunque se pensó como algo temporal, la estructura resistió sin apenas mantenimiento, en una época en la que aún se desconocía la durabilidad real de las construcciones metálicas.
Un teatro abierto y veraniego
A diferencia de otros teatros cerrados y sombríos, el Pignatelli fue diseñado como un espacio abierto, ventilado y veraniego. No tenía muros: se protegía con celosías y toldos, y se integraba en un jardín cerrado, que incluía una sala única para funciones y un pequeño restaurante.
En su interior, destacaba una espectacular decoración: la techumbre, traída desde Alemania, estaba forrada de papel azul con estrellas blancas, creando un efecto nocturno mágico para los espectadores. El resto de los materiales (cerámica, hierro, ladrillo) se fabricaron íntegramente en Zaragoza.
El Teatro Pignatelli no solo ofreció teatro clásico o zarzuela. Por allí pasaron grandes nombres del momento, como la célebre actriz María Guerrero, y se celebraron también conciertos, bailes de carnaval, banquetes y hasta funciones de cine. Fue, además, uno de los primeros edificios de Zaragoza en tener luz eléctrica, alrededor de 1895.
Sin embargo, no todo fue esplendor. A finales del siglo XIX, durante una función, el actor Leopoldo Las Santas sufrió un accidente mortal: una escoleta (arma teatral) le causó una herida por un taco mal colocado. La infección resultante le provocó la muerte días después, en lo que fue uno de los primeros accidentes teatrales documentados en la ciudad.
El primer edificio modular
El teatro cerró en 1914 y fue demolido en 1915. "No porque perdiera público", asegura Martínez, quien señala que el edificio "seguía siendo un éxito". El verdadero motivo fueron los materiales provisionales, que no soportaban más años sin reformas, y el solar que ocupaba se había revalorizado enormemente. De hecho, fue allí donde se levantaron posteriormente el edificio de Correos y la central de Telefónica.
Pero el Pignatelli no desapareció del todo. Sus piezas de hierro se reutilizaron para construir el Teatro Iris Park y en otros de localidades de la provincia. Su espíritu innovador y su arquitectura pionera dejaron una huella en la evolución urbana de Zaragoza, marcando el inicio del uso del hierro como protagonista constructivo y adelantándose a otros edificios modulares como el Pabellón de Aragón o la 'mini' Romareda.