El jardín de las religiosas del convento de Santa Inés.

El jardín de las religiosas del convento de Santa Inés. E.E Zaragoza

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El magnífico edificio de Zaragoza que ha desaparecido para siempre en la ciudad: era una joya dominica del siglo XX

La organización internacional Docomomo lo definió como una de las 30 obras clave del movimiento moderno en Zaragoza.

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Zaragoza es una ciudad con muchos tesoros ocultos. Algunos están en el mismo centro de la ciudad, como el antiguo edificio de Telefónica, otros permanecen tan ocultos a los ojos de los ciudadanos que estos ni siquiera notarían que ha desaparecido.

Aunque también existen construcciones que, al estar a plena vista, su demolición es más polémica. Como el colegio Jesús y María, que esta semana ha sido tema de debate en la ciudad porque el Tribunal Superior de Justicia de Aragón ha aceptado los tres informes de los peritos presentados por la Asociación Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa) en apoyo a la conservación del edificio. Pese a que más del 75% del mismo ya había sido derribado para construir 160 viviendas.

Todo lo contrario a lo que pasó con un edificio cuyo valor era "muy superior" al del colegio Jesús y María. Así lo asegura a este diario Jesús Martínez, doctor en historia del Arte, quién explica que Zaragoza ha perdido una joya de la arquitectura del siglo XX que, en su discreta existencia, vio su esplendor opacado por el desconocimiento.

Visión singular

El convento de Santa Inés, construido entre 1961 y 1964 en el barrio de Casablanca, junto al Canal Imperial, fue concebido con una visión singular por Francisco Coelho de Portugal y Acuña. Este hombre, además de ser un gran arquitecto moderno de España y "de renombre internacional", fue sacerdote. Es más, tal y como explica Martínez, está inspirada en la tradición monacal dominica y "conjuga a la perfección" pasado con la modernidad del siglo XX.

Vista exterior del convento.

Vista exterior del convento. E.E Zaragoza

El edificio estaba estructurado en tres secciones fundamentales: la iglesia, el claustro y la residencia de las religiosas. Además, el convento reflejaba un equilibrio "perfecto" entre funcionalidad y espiritualidad. Su fachada, cuenta el historiador, estaba revestida de blanco grecite y contrastaba con la iglesia de piedra oscura, "una dualidad que simbolizaba la relación entre el recogimiento y la apertura al mundo".

La innovación de Coelho de Portugal se manifestaba en cada rincón del monasterio. Diseñó un espacio en el que la armonía arquitectónica servía a las necesidades de la clausura sin relegar la belleza. Los claustros, con patios de inspiración oriental, ofrecían refugios de paz, mientras que la iglesia, con un altar central y una cubierta flotante sostenida por vigas de hierro.

Un edificio anonimo

A pesar de su trascendencia arquitectónica, el convento de Santa Inés permanecía en el anonimato. Martinez señala que su ubicación en una parcela triangular y su perímetro cercado impedían que el público lo conociera, limitando su reconocimiento a los especialistas en arquitectura y a los vecinos más cercanos.

El claustro del convento.

El claustro del convento. E.E Zaragoza

Este desconocimiento contribuyó a su trágico final. Antes de su derribo en 2022, el convento fue abandonado por las religiosas, que lo vendieron a una promotora inmobiliaria. A pesar de su catalogación por la prestigiosa organización internacional Docomomo como una de las 30 obras clave del movimiento moderno en Zaragoza y haber recibido en 1964  el premio Ricardo Magdalena al mejor edificio construido en Zaragoza, la administración no llegó a tiempo para protegerlo.

Mientras se elaboraban informes para evitar su demolición, las máquinas avanzaron sin resistencia. El monasterio de Santa Inés desapareció, arrasado para dar paso a nuevas edificaciones, en un episodio que resuena con otras pérdidas patrimoniales recientes, como la del colegio de Jesús y María o el convento de Jerusalén.

Zona superior del claustro.

Zona superior del claustro. E.E Zaragoza

El olvido del siglo XX

El caso del convento de Santa Inés evidencia una preocupante tendencia: el olvido del patrimonio arquitectónico del siglo XX. "Mientras que edificios históricos de siglos anteriores reciben una protección institucional más rápida y efectiva, las construcciones modernas parecen menos importantes por ser más modernas", expone Martinez.

La desaparición de Santa Inés no solo priva a Zaragoza de una obra maestra de la arquitectura religiosa contemporánea, sino que también plantea una interrogante incómoda: ¿Cuánto más de nuestro legado urbano desaparecerá antes de que aprendamos a valorarlo?