La venta del turrón de Xixona es una de las señales con que se adelanta la Navidad.

La venta del turrón de Xixona es una de las señales con que se adelanta la Navidad.

Gastronomía

¿Por qué la Navidad empieza en noviembre? El turrón de Jijona tiene la respuesta

La comida adelanta las fiestas gracias a las ferias en las que se distribuye el dulce más popular de Alicante desde hace siglos.

3 noviembre, 2022 06:07
Alicante

Al igual que Mariah Carey se transforma con la llegada del 1 de noviembre para promocionar la Navidad, en un pequeño pueblo de Alicante sucede lo mismo. Situado en las montañas del interior, Xixona lleva siglos saliendo a los caminos para vender el turrón de Jijona.

Y la Fira de Tots Sants es el punto en el calendario que marca que ha llegado el momento de empaquetar toda la producción para conquistar los paladares en España. Un duro trabajo que empieza en verano y que es ahora cuando sale a las calles. Y de esta forma recordarnos que la Navidad está cerca.

La identificación del turrón con esas fechas es tan grande que basta su presencia para que villancicos y otros complementos vengan a la cabeza. Para Alexis Verdú, director de certificación de Calidad del Consejo Regulador del Turrón, es el fruto de intensos meses de trabajo. Y esta semana en particular lo es más.

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"Entre recolectar la materia prima y los otros ingredientes, tenías que empezar a hacerla como escaldarla, prepararla, tostarla y luego venderla. Confeccionando el producto con todo eso estaríamos a mitad de octubre", cuenta sobre las diferentes etapas que requiere un dulce hecho a partir de almendras, miel y clara de huevo.

Estar en Xixona estos días es ser consciente de la historia y tradición que acarrea un producto. Son apenas siete mil habitantes y lucen con orgullo la etiqueta de Navidad y la de formar parte de familias que desde generaciones atrás se han dedicado a lo mismo.

Verdú explica que eran las ferias de noviembre las que en otras épocas representaban el gran canal de ventas para los turroneros. Y la más antigua y que sigue aún en activo es la de Cocentaina. A ella y a muchas otras que se realizaban en la provincia de Alicante, como la de Catral, salían a vender este postre.

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Al contarlo así podría parecer una historia más de éxito producto del tesón y esfuerzo. Pero Verdú señala una clave que diferencia este proceso. "No hay que olvidar que estos eran vendedores eran agricultores que aún no estaban agremiados", apunta.

Sin oficio y con beneficio

Es decir, al llegar a una ciudad ajena se encontraban con que a los pasteleros locales, que sí se agrupaban profesionalmente en gremios, no les convencía que les hicieran la competencia. "Se consideraba que no eran de oficio porque eran agricultores y muchos confiteros los vetaban por ello", explica el director.

Cambiar esa situación requirió de tiempo e ingenio. Si no podían vender en los puestos de las ferias, una alternativa que se popularizó entre los jijonencos fue alquilar los portales de las casas que pudieran estar más cercanas de ellas y mostrar en ellas sus dulces. "De ahí salen muchas marcas que siguen en la actualidad y que lo incluyen en su nombre, que son herencias de terceras o cuartas generaciones y que aprovechaban ese canal para poder vender", indica.

Otro salto significativo fue contar con el favor real. "Desde el siglo XVI recibieron un tratamiento por el que la realeza obsequiaba y deleitaba a los visitantes con un producto propio nuestro muy vinculado al terreno", apunta.

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El definitivo fue formar parte de las estructuras que precisamente les impedían su comercialización. En el momento en que un turronero se presentó al gremio de pastelería y lo incorporaron, el resto le siguieron. A mediados del siglo XIX la mayoría de ellos ya contaban con este aval. "Por eso desde Tots Sants es el inicio de la comercialización de la Navidad porque desde esos días salían a los caminos para llegar a todos sitios".

Esta trayectoria sirve de ejemplo a Verdú para representar la larga tradición de un producto que ahora cuenta con el reconocimiento administrativo europeo de una indicación geográfica protegida, o IGP, para evitar conflictos en la comercialización de marcas que quieran aprovecharse de su prestigio.

Y para que ese siga creciendo están trabajando por el día mundial del turrón, el 7 de noviembre. De ahí que a inicios de este mes sea una semana muy intensa en Xixona. "Estamos en pleno proceso de acreditación a la Unesco y conseguir que se tengan apoyos para que esa candidatura se pueda enviar", cuenta.

Este es el segundo año en que pueden preparar las actividades al público para que este fin de semana se pueda disfrutar. "Toda esta semana se considera la plataforma de la comercialización del turrón por parte de los antepasados", concluye con orgullo Verdú.