Saturados como estamos de escándalos políticos, corrupción, dimisiones o investiduras, hoy les propongo otro asunto que quizás ha pasado inadvertido durante esta semana. El magnate tecnológico Elon Musk ha predicho que la IA y la robótica crearán en un corto plazo de tiempo un mundo nuevo, sin riqueza ni pobreza, con limitaciones tan solo por la imposibilidad de obtener la energía necesaria para poner en marcha este futuro inminente.
Musk se basó en su experiencia personal y en los textos de ciencia ficción de Ian Banks. Pero apenas ha habido debate sobre estas predicciones. Un debate social, político y sobre todo ético sobre las implicaciones de estas palabras de una persona que, sin duda, tiene información relevante de los caminos que está abriendo la IA en estos momentos.
En 1901, mi admirado H.G. Wells publicó su ensayo Anticipaciones, en el que el prolífico novelista inglés describía cómo el avance tecnológico y científico iba a transformar la sociedad en el siglo XX, anticipando la creación de un nuevo orden político mundial basado en la razón y la eugenesia, e imaginando la consolidación de una república global que regulase la vida humana según criterios de productividad y salud.
Su "boceto de los tiempos futuros", como lo definió el propio Wells, estaba basado en las innovaciones tecnológicas que ya se podían ver en las exposiciones internacionales de principios del siglo XX. Pero lo realmente novedoso fue cómo el autor pronosticó la concentración de la propiedad capitalista universal en pocas manos. Esto anticipaba muchos cambios sociales que Wells había comenzado a plasmar en sus cuatro distopías que siguen orden inverso de publicación respecto a la continuidad temporal: La máquina del tiempo (1895), Cuando el dormido despierte (1899), Una utopía moderna (1905) y Los hombres dioses (1923).
En 1933, el mismo año que Hitler llegó al poder en Alemania, Wells publicó su novela The shape of things to come (La forma de lo que está por venir), una novela que predecía las guerras mundiales, las crisis sociales y finalizaba con la conformación de un Estado mundial tecnocrático dirigido por una élite científica que conformaría una la civilización humana científica y pacífica. Por supuesto, estas predicciones nunca se hicieron realidad y Aldous Huxley y George Orwell propusieron sus propios futuros alternativos, muchos más aterradores.
En ninguna de las grandes distopías de la primera mitad del siglo XX aparece el germen de lo que ha terminado por configurar el presente y el futuro, Internet. Si bien, múltiples relatos de ciencia ficción ya anticiparon la IA, que se sirve de Internet para su desarrollo.Tan solo en la poco conocida obra de teatro R.U.R. (1920) del checo Karel Čapek (1920). Ya en la segunda mitad del siglo se multiplicaron los relatos y novelas de esta temática con Yo, Robot (1950), de Isaac Asimov o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), de Philip K. Dick, o 2001: Una odisea espacial, de Arthur C. Clarke, publicada ese mismo año. Todas ellas todavía nos parecen un poco lejanas en el futuro.
Al hilo de las palabras de Musk y de todo este repaso sobre la ciencia ficción les propongo uno de mis últimos descubrimientos literarios, un relato poco conocido pero que les puede dar idea del mundo al que nos encaminamos si el magnate tecnológico acierta en sus predicciones.
Se trata de Con los brazos cruzados (1947), de Jack Williamson. ¿Qué pasaría si de repente, mientras el ser humano en la Tierra se halla en pleno proceso de desarrollo de robots para todo tipo de tareas, aparecen nuevos androides humanoides forjados para servir, proteger y evitar que los humanos sufran cualquier daño físico o emocional? ¿Hasta qué punto nosotros mismos, con nuestro trabajo, nuestra vida, nuestras necesidades económicas, nos provocamos daños físicos o psicológicos? En el mundo futuro de Musk tal vez no haya ni trabajo remunerado.
¿Qué pasará si la IA y los robots provocan que la vida humana sea pasiva, sin autonomía, y en la que no seamos capaces de tomar decisiones o experimentar riesgos? ¿Seguiríamos llamándonos humanos sin la libertad individual? Todo esto merece una reflexión.