Los acontecimientos domésticos e internacionales han aumentado la incertidumbre hasta hacerla casi insoportable. ¿Cuánto durará Pedro Sánchez al frente del Ejecutivo ante las evidencias y revelaciones de la trama de supuesta corrupción que asola al Gobierno y al PSOE? ¿Hasta dónde puede escalar el conflicto abierto entre Israel e Irán? ¿Hasta qué punto Rusia está ganando la guerra frente a Ucrania y qué supondrá su victoria en el nuevo orden mundial?, y ¿qué papel está adoptando y adoptará el gigante chino en este nuevo contexto?

Recibimos informaciones continuas, sin apenas tiempo de digerirlas, muchas de ellas fragmentarias, sesgadas por las ideologías, por creencias, por prejuicios. Nuestra sociedad navega en un mundo cada vez más "líquido" (Gilles Lipovetsky) sin posibilidad de llegar a tierra firme en la que descansar, ni siquiera de asirse a una tabla que permita un descanso en el naufragio.

Pero sí existe esa tierra firme. Incluso esa tabla de salvación: el pensamiento crítico, racional y científico que deriva de la Ilustración, el que confía en la ciencia, el que busca la justicia por encima de ganar en la batalla de las ideas.

El pasado mes de mayo Ariel publicó La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental, de José Antonio Marina, un ensayo en el que el filósofo español pone sobre la mesa las claves para impedir la continua manipulación a que nos vemos sometidos por las creencias, las ideologías, los dogmatismos, las teorías conspiranoicas...

Marina se pregunta por qué las personas inteligentes hacen cosas estúpidas y cómo eso afecta a una sociedad obediente, fanática y polarizada. Analiza las propias disfunciones de la inteligencia humana ante los procesos mentales, sus fracasos cognoscitivos fruto de las emociones, los fracasos de la voluntad y las creencias disparatadas que cada vez nos sorprenden menos.

El autor define y clasifica los sesgos (de anclaje, de posibilidad, de confirmación y de pertenencia) que nos afectan a la hora de enfrentarnos con la realidad, los muges o trampas que nos imponen nuestros propios procesos mentales que nos hacen vulnerables al engaño y al autoengaño. Y luego están las trampas que nos impone nuestro entorno, las manipulaciones y persuasiones que van desde la aparentemente inofensiva publicidad a otras clases de ingeniería social que traen las nuevas tecnologías y las redes sociales.

Pero contra todo esto, asegura Marina, hay una vacuna: el pensamiento crítico. Y está en nuestra mano dejarnos guiar por él (por el sistema ejecutivo de nuestro cerebro) o por un sistema más rápido, automático y más cómodo (porque requiere menos energía), no consciente de las intuiciones que derivan en la credulidad. La capacidad de autocontrol de cada uno nos permite hacer frente a las trampas propias y ajenas.

Y dirán, ¿en qué nos afecta esto a la situación actual de España y el mundo en general? En todo, ya que somos los agentes pasivos de un contexto político y social basado en la desinformación, en la conducción de nuestros deseos con fines mercantilistas, y sobre todo, en la mansedumbre de una sociedad que solo busca recompensas fáciles, explicaciones simples de un mundo complejo que devienen en dogmatismos y teorías conspiranoicas.

Tal vez ser conscientes de lo que nos está ocurriendo sea el primer paso para hacer frente a la deriva de nuestro mundo.