Hacía tiempo que tenía clara la premisa de no hablar de las próximas elecciones a Federación de Fogueres que, si todo sucede como está previsto, se celebrarán el próximo mes de agosto. Entre otras cosas, por considerarlo prematuro. Sin embargo, la sociedad líquida de nuestros días se ha extendido también a este ámbito, con el perjuicio que ello conlleva.

Desde que se normalizó la elección democrática de los componentes en la entonces Comisión Gestora en el verano de 1980, nunca se conoció un preludio electoral tan acelerado en el tiempo. Recordemos que, en aquellos años, tras un rápido proceso de listas abiertas -faceta que, siquiera a modo parcial, quizá convendría recuperar- estas elecciones se desarrollaban en el mismísimo mes de julio.

En cualquier caso, el horizonte de dichos comicios está condicionando al devenir de un ejercicio que, con el tan reiterado y caprichoso cambio de calendario, se ha desprovisto de alicientes, tal y como podemos comprobar hoy mismo con una proclamación de la bellea del foc fuera de contexto.

Ante este despojamiento de su tradicional cadencia, puede decirse que hasta las propias vísperas de fiestas, la singladura anual se va a ver condicionada con dimes, diretes, candidaturas, recelos… Toda una amplia y variada gama de situaciones que, por supuesto, van a discurrir al margen de la realidad diaria de nuestras comisiones que, estas sí, y por fortuna, están demostrando una considerable vitalidad en este periodo post-covid.

Considero que este adelanto oficioso en nada beneficia al cotidiano devenir de les Fogueres, máxime cuando ni tirios ni troyanos están generando la más mínima ilusión a la hora de observar ni continuidad ni propuesta de futuro.

Existe una manera de brindar una prospección en una posible alternativa, que es intentar analizar lo que ofrecen, los modos, las maneras, las actuaciones o las previsiones. Y preciso es reconocer que una mirada desprejuiciada a unos y a otros, nos brinda un balance donde la carencia de aliciente campa por sus respetos.

Esta acumulación de sensaciones está produciendo un efecto contrario al deseado. Y que actualmente se percibe en un proceso acelerado e injustificado de cambio de fechas para celebrar dichas elecciones motivado, una vez más, por una catastrófica modificación del calendario festero. Es decir, estropicio sobre estropicio, hasta configurar un panorama festero a nivel institucional en el que la carencia de horizontes supone su rasgo más contundente.

No me gustaría pensar -¿Cómo se me puede ocurrir el menor atisbo de maledicencia?- en la posibilidad de injerencia municipal y/o política en estos relativamente cercanos comicios, buscando mutar la indispensable neutralidad en una indeseada inclinación hacia una u otra vertiente.

Mientras tanto, el foguerer y barraquer de calle. El que vive y sortea la vida diaria de nuestras hogueras asiste, entre irónico y escéptico, a estos demasiado acelerados elementos de convocatoria electoral. Un horizonte en que muchos de los actores de la celebración reflexionan con distancia. La que ondea entre dos de nuestros sabios refranes. El que va de “Ni contigo ni sin ti”, al más elucubrador e inquietante de “No hay dos sin tres”.

En cualquier caso, todo va revestido de un aroma de melancolía. Y ello, amigos míos, dentro de un ámbito como el de la Festa, no es buen consejero.