La actualidad interrumpe las visiones retrospectivas de las recientes fogueres que estábamos describiendo, con el anuncio de la dimisión de cuatro de los componentes de la Federació de Fogueres que serán efectivas al concluir oficialmente el ejercicio foguerer 2021/2022 a finales de mes.

De entrada, una consideración. A nadie más o menos conocedor de las interioridades foguereras, le van a sorprender estas bajas. Tan solo la relativa sorpresa que se hayan filtrado a un periódico local un par de semanas antes de su ejecución.

No es la primera ocasión en la que se produce un número más o menos destacado de renuncias en el órgano rector de les fogueres. En ocasiones hubieron más “de una tacada”. Sin embargo, aquí concurren circunstancias especiales, puesto que nunca se ha conocido que dejen el cargo tres de sus cuatro vicepresidentes y la que hasta el momento ha sido la persona más popular y respetada de la misma.

Son circunstancias especiales el hecho de que incluso antes de fiestas fuera de dominio público esta inminente circunstancia, revelando un mar de fondo imposible de ocultar. Sin embargo, en estas líneas me gustaría centrarme en el aporte de quienes van a dejar el cargo, antes de elucubrar en las posibles consecuencias de esta noticia.

He seguido poco el aporte de Alba Antón, procedente de una familia eminentemente festera en la comisión de Ángeles-Felipe Bergé. En cualquier caso, sí me gustaría detenerme en la capacidad de gestión, siempre en la sombra, de forma discreta, engrasando el funcionamiento de la entidad, de Manolo García. Toda una década asumiendo la creciente y compleja entraña económica de la Federación. Siempre con esa sonrisa sardónica, y siempre igualmente con un talante dominado por la elegancia.

Kiko Vinal, pese a que su experiencia en la Federación se centra en los tres últimos años, dos de ellos dominados por la pandemia, puede decirse que se ha ganado el aplauso unánime de la familia festera. Ha luchado como un jabato sorteando las enormes y casi kafkianas dificultades en el largo y penoso proceso de obtención de los permisos municipales de plantà, hasta el punto de dejarse jirones de su propia salud. Esas cosas la Fiesta no las olvida.

Finalmente, en el caso de Conrado Albaladejo se describe la persona siempre amable y juiciosa. El consejo justo, la reflexión y la mirada siempre pendiente del foco largo, sin olvidar resolver la contingencia más cercana. Y, durante los últimos años de su década en el órgano rector, la persona en quien el conjunto de las comisiones veía destinado como referente para regir nuestros destinos.

Nadie en nuestro ámbito puede asumir como él, el hecho de que solo de una decisión afirmativa de su parte, le llevaría de inmediato a responsabilizarse con abrumador consenso, ese cargo que tantos y tantos celebrarían -celebraríamos, me atrevería a señalar-.

Es cierto que, en cualquier orden de la vida, todos somos necesarios, pero nadie es insustituible. También que algunos son menos sustituibles que otros. Lo cierto es que la Fiesta vive jornadas de cierta incertidumbre. Hay quien no descartar nuevas dimisiones, en un ejercicio venidero dominado por crisis a diferentes niveles, y además incardinado en un nuevo calendario de actividades, del cual muchos de los que lo aprobaron reniegan de manera abierta.

En medio de nuestra asfixiante canícula veraniega, se inserta una auténtica tormenta de fuego en les Fogueres, prolongando de manera inesperada y abrasadora aquel liberador Sant Joan de hace pocas semanas. Esta, por el contrario, esconde consecuencias aún insospechadas…