Once meses. Ese es el plazo que tienen los partidos políticos en Alicante (y en toda España) para afilar sus discursos, exponer su gestión y preparar listas atractivas para los electores. Y la alegría y el miedo van por barrios. Pero los últimos sucesos políticos auguran un verano y un otoño caliente.

El PSPV-PSOE de Ximo Puig se enfrenta a su segunda reelección con el desgaste propio de dos legislaturas en el Gobierno, al que se le suma una pandemia mundial y una inflación galopante, cuando no una recesión en ciernes. Además, ir de la mano del presidente Pedro Sánchez le perjudicará más de lo que le beneficiará.

Y es innegable que su política durante estos años ha dejado muchas luces (no podría ser de otra manera) pero también muchas sombras, quizás muchas más. No voy a entrar en detalles, sólo que la Comunidad Valenciana es la más endeudada de toda España a las puertas de una subida de los tipos de interés y la Educación y la Sanidad, sus grandes consellerias, no están mucho mejor que hace ocho años. Más bien al contrario.

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Pisándole los talones está el PP del alicantino Carlos Mazón, por primera vez unido desde hace más de dos décadas, y con argumentos suficientes para echar por tierra la gestión de Puig y con cuadros en todos los ámbitos capaces de coger el Gobierno valenciano y darle una vuelta desde el primer día.

Mazón tiene un año para hacerse con todo el electorado de Cs y sumar a aquellos progresistas desencantados con las políticas de Puig, que ha mirado más a sus pactos con la extrema izquierda (como Sánchez en Madrid) que a la realidad de una Comunidad que solía ser algo en el conjunto de España y ahora no pinta nada.

Cs, tercero en liza en 2019, está haciendo todo lo posible por morirse solo, sin la ayuda de nadie. Empezó con el declive en la vecina Región de Murcia y su caída desde entonces no ha hecho más que acelerarse. La defenestración de uno de sus mayores activos en las instituciones, el diputado de Infraestructuras de Alicante, Javier Gutiérrez, ejemplifica bien el harakiri político del proyecto.

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De Compromís, después del bochornoso espectáculo que ha ofrecido el partido jaleando a una Mónica Oltra imputada que una semana después se vio obligada a dimitir, poco más se puede decir. Todo apunta a que se va a quedar en los huesos, los del antiguo Bloc Nacionalista Valencià (hoy Més Compromís) quizás un poco más hinchado por el pesebre que todavía mantiene en la Administración autonómica.

Lo mismo que Podemos, una marca que se va disolviendo como un azucarillo a nivel nacional mientras referentes comunistas (¡quién lo iba a decir a estas alturas!) como la ministra Yolanda Díaz tratan de reflotarlo. Ya veremos. ¿Alguien puede decir cómo se llaman sus principales referentes en la Comunidad? Les digo uno: Héctor Illueca. A ver cuánta gente lo sabía.

Así que la gran incógnita es Vox. ¿Seguirá una tendencia ascendente o ha tocado techo en Andalucía? Yo creo que en la Comunidad Valenciana ante lo sectario de algunas políticas de Botánico siguen teniendo el viento de cola. Eso sí, necesitan un candidato de tirón que podía haber sido la alicantina Olona. Pero perdieron esa oportunidad. No casa bien en un mismo año el traje de faralaes con el de novia alicantina.

Pero 11 meses es mucho tiempo y el sorpasso al PP es inconcebible hoy por hoy. Así que para el PP de Mazón, Vox no es un problema, por el momento y mientras Cs siga en franca disolución. Llegado el caso, si lo necesita, puede pactar como hizo en la Diputación de Alicante con los de Arrimadas en 2019. Tablas no le faltan. A diferencia de otros ha tenido vida profesional más allá de la política y sabe desenvolverse bien.