Actualmente se plantan anualmente en toda la Comunidad Valenciana unas mil cincuenta fallas grandes, a las que le acompañan otras tantas infantiles. A ellas, habría que sumar el centenar largo de las que acogen la denominación de hogueras, centradas en Alicante, y extendidas a algunas localidades -no muchas- de la provincia. Cito estas cifras para poner en valor la magnitud de la producción de las fiestas del fuego en nuestra región.

Tras las recientes fallas han sido no pocos los talleres que han cerrado sus puertas, y ello ha provocado un fenómeno que quizá no ocupe los titulares que merezca, aunque deberíamos preocuparnos a todos; falleros y foguerers. La realidad es que cada vez hay menos artistas que puedan asumir el volumen generado por las comisiones, en una tendencia que probablemente aumente en ejercicios sucesivos.

El previsible descenso de presupuestos y la imparable subida de materiales y de impuestos, ha propiciado que no pocos profesionales cierren sus talleres y se hayan incorporado como operarios de artistas de relieve o buscando trabajos alternativos. El tema es grave, ya que nos encontramos quizá ante la mayor crisis que la profesión ha asumido desde que se consolidara hace cerca de un siglo.

Remate de la foguera Calvo Sotelo 2019, obra de José Fco. Gómez Fonseca.

Remate de la foguera Calvo Sotelo 2019, obra de José Fco. Gómez Fonseca.

Sin embargo, de manera paradójica, esta limitación de oferta está suponiendo una enorme oportunidad para los profesionales del Gremio de Artistas alicantino. Tal es así que prácticamente todos ellos han sido reclamados, y el que más y el que menos va a poder ‘cargar las alforjas’ de cara a 2023. De entrada, la problemática no va a afectar a Alicante, ya que la considerable pero no descomunal producción de junio va podrá ser asumida tanto por autores alicantinos como foráneos. Vamos, que seguimos como hasta ahora.

No obstante, el notable aumento de fallas comprometido en Alicante, supondría una extraordinaria oportunidad de continuidad laboral, al tiempo que para ratificar la valía de nuestros profesionales, buena parte de los cuales destacan por sus reiterados galardones en su producción fallera para la capital y otras localidades.

De entrada, espero que todos ellos sepan responder a esta confianza, y de manera colectiva asumir que se trata de una posibilidad de crecimiento y consolidación de la profesión en nuestra ciudad. Pero al mismo tiempo quizá habría que apelar de manera institucional, para preparar y consolidar más personal dispuesto a desarrollar y reforzar los talleres alicantinos, de cara a este aumento de demanda.

Sabemos del interés que han generado los cursillos locales que se vienen desarrollando desde hace bastantes años, y de donde han surgido buenos valores y personal especializado. Pero ahora nos encontramos ante un reto mayor, y cabría apelar a una llamada de ámbito provincial -no olvidemos la importante presencia existente en Elda-. 

Es por ello por lo que cabría dirigir la mirada a nuestra Diputación Provincial, que las pasadas navidades propició una enorme ayuda a la profesión, para articular algún tipo de cursos o escuelas que permitieran el reforzamiento de esta vertiente artística y artesanal. Sería una oportunidad histórica para enriquecer al gremio alicantino, albergar en él suficiente personal especializado, crear nuevas ofertas de trabajo y, finalmente, ofrecer una muestra más de esa inquietud creativa que ha caracterizado a la provincia.

Nada es imposible. Es el momento. Hagamos que en nuestra tierra, las aguas de la crisis se transforme en el vivo fuego de nuestro arte efímero.