Josep Vicent dirigiendo el ADDA Simfònica en un anterior concierto.

Josep Vicent dirigiendo el ADDA Simfònica en un anterior concierto.

CRÍTICA

La deconstrucción de Mahler

Alicante
3 marzo, 2024 06:06

Con dicho título se abordaba el pasado jueves en el Auditorio de Alicante la puesta en escena de uno de los proyectos más ambiciosos y arriesgados de ADDA Simfònica de esta temporada.

Desde sus inicios, la dirección técnica y artística de esta formación, ha evidenciado su clara intención de ir ampliando su espectro sinfónico con la inclusión de obras más allá de las tradicionalmente habituales tan del gusto del público y garantes de éxito asegurado.

Con paso lento, pero firme, el maestro Josep Vicent, ha ido asumiendo y superando retos programáticos inconcebibles hasta hace pocos años. Y no solamente por las dificultades técnicas, habida cuenta de tratarse de una orquesta tan joven, sino por las consabidas reticencias de aceptación por parte de un público habituado a programas de escasas miras.

En esta ocasión, la velada dio comienzo con una maravillosa obertura a ritmo de foxtrot. “The Chairman Dances” del compositor estadounidense John Adams es una preciosa estilización sinfónica del popular baile que incita a un movimiento incontrolable al oyente, caldeando el ambiente e insuflando imperiosas ganas de danzar. Fundamental es la sección rítmica en esta pieza, donde Adams hizo acopio y gran despliegue en la instrumentación de la percusión, sección ésta, que como ya se ha constatado en diferentes ocasiones y abordando diversos estilos, ADDA Simfònica posee sin rival de altura a nivel nacional. La fuerza rítmica transmitida inundó la sala de total energía.

Seguidamente se asentaron los ánimos con la profundidad y seriedad de un Brahms, como preámbulo iniciático a la inmensidad sonora que cerraría la noche. El arreglo orquestal que Luciano Berio realizó de la “Sonata para clarinete y orquesta” Op.120 del compositor hamburgués, puede considerarse un acto de contrición compositiva personal, ya que loable fue su respeto y fidelidad al estilo y a la obra.

Se recibió con expectación al “clarinetista mágico” (como lo definió Yehudi Menuhin), Patrick Messina, solista de gran trayectoria internacional y de reconocido prestigio camerístico, poseedor de una aterciopelada sonoridad de exquisita delicadeza y perfecta emisión. Sublime en la Sala de Cámara y quizás por ello, se tuvo la percepción de haber preferido escucharlo en íntima velada a modo de “schubertiada”, antes que en gran sala luchando contra una masa orquestal que realizó hercúleos esfuerzos de autocontrol por no opacar la excelsa sonoridad de tan regio concertista.

En el intermedio se oyeron comentarios de “fuga” ante la obra que cerraba el concierto. El público tradicional siempre es reacio a salir de su “zona de confort” y anticipa la descompensación de las trompas de Eustaquio, con la consiguiente presión auditiva, vibración del tímpano y dolor de oído, con precipitada antelación al mismo “hecho sonoro”.

Afortunadamente, pudo más la butaca y la curiosidad, y la sala permaneció completa. Reseñable y muy positivamente comentada fue la intervención del maestro Vicent dando, antes de interpretarla, ciertas reseñas breves y básicas sobre la obra que contribuyeron a una mejor y amable cogida por parte del respetable.

Sin opus ni número. Simplemente la “Sinfonía” de Berio. Obra fundamental en la Música del S. XX, que despierta más rechazos que pasiones, pero, no deja a nadie indiferente. Para tan grandioso montaje se contó con la participación de la “London Voices”, conjunto coral fundado en 1973 que atesora un diversificado legado repertorístico.

Si las 8 voces devienen en parte esencial de la pieza, el “estribo” que equilibra y sustenta toda la arquitectura es el coloso orquestal. No es obra para formaciones “clásicas y típicas”. No es obra para interpretaciones banales. No es obra para orquestas mediocres. Es un desafío que lleva al límite la capacidad de los músicos para aprender, aventurarse, interiorizar y mimetizarse con una inmensidad desconocida donde no puede preverse el final. Majestuosa fue la consciencia de todos y cada uno de los miembros de ADDA Simfònica.

Como anécdota: sorprendió que el director cambiara el “pie a tierra” para dirigir (sello personal característico de Josep Vicent), por una tarima con protección. Preguntado al respecto, dejó clara su particular entrega, siempre enfocada al engrandecimiento de la Música. Cito sus palabras: “La dimensión de la orquesta era tan amplia y la DENSIDAD de la orquestación tal...que puse al servicio de los músicos antes la mejor visibilidad, que mi comodidad”. Simplemente, GRANDE.

A tenor de lo descrito y viendo por dónde camina esta joven orquesta sólo me resta citar a Isak Dinesen: “el mundo se hizo redondo para que no viéramos el final del camino”. Y ADDA Simfònica nos augura un camino plagado de SUPERACIÓN.

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