Julio en la Explanada de Alicante.

Julio en la Explanada de Alicante. Laurine Maurice

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Julio (85 años) lleva dos décadas pintando en la Explanada de Alicante: "Seguiré viniendo hasta que mi cuerpo me diga basta"

Muchos turistas se paran, curiosos, y le observan pintar en directo; se quedan fascinados al descubrir que esas miniaturas no vienen de una fábrica, sino de sus manos.

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Alicante
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Cada día, excepto los lunes y domingos, hay una pequeña sombra que se repite en la Explanada de Alicante. Sentado frente a una mesa baja, con un surtido de pinceles y colores que ha dispuesto con mimo, Julio, 85 años, pinta.

Pinta a mano, sin plantillas ni artificios. Lo hace con la calma de quien ya no tiene prisa, pero no sabe ni quiere dejar de crear.

Julio llegó hace muchos años a Alicante, desde Galicia y antes Argentina, y desde entonces ha vivido siempre "trabajando con las manos". Fue relojero, albañil y conductor de ambulancia.

"Mi padre era joyero", cuenta, recordando aquellas herramientas pequeñas con las que todo empezó. "Nunca pensé que me iba a dedicar a esto, pero si no hago nada, me aburro", dice mientras da una pincelada corta y certera sobre un trozo de madera del tamaño de una postal.

Su puesto está lleno de minúsculos cuadros que de lejos pueden confundirse con imanes para la nevera. Pero si bien también vende estas últimas, basta con acercarse para notar la textura del acrílico, el trazo irregular, la firma casi escondida de sus cuadros pequeños.

Son paisajes de Alicante, molinos, flores, escenas del barrio de Santa Cruz o del Quijote, "porque hay que poner de todo, algo que le guste a cada uno", explica.

Julio.

Julio. Laurine Maurice

Muchos turistas se paran, curiosos. Le observan pintar en directo, se quedan fascinados al descubrir que esas miniaturas no vienen de una fábrica, sino de sus manos. "A la gente le gusta llevarse algo que ha hecho una persona —dice Julio—, no una cosa industrial".

Su rutina es sencilla: en verano sale por las noches, cuando el calor del día afloja; en invierno, por la mañana hasta las 16.

Cada mañana, viene a descargarlo todo con su furgoneta. "De noche trabajo un poco también, a veces hasta las dos de la mañana", confiesa, porque algunos cuadros se los piden por encargo y no le gusta fallar.

No se siente jubilado: "Mientras pueda, sigo viniendo. Me gusta que a la gente le agrade lo que hago".

Julio encarna una forma casi olvidada de vivir el arte: sin pretensión ni marketing, con humildad y constancia. En tiempos donde lo efímero parece dominarlo todo, él defiende que haya "cosas que no sean fijas, como nosotros, que desmontamos y armamos cada día".

La Explanada de Alicante tiene su propio ritmo, pero hay figuras que se convierten en su pulso. Julio es una de ellas. Quizá porque, más que vender cuadros, lo que hace es recordarnos que la belleza puede caber en la palma de una mano.