Isabel Díaz, presidenta del AMPA, frente a la entrada del Conservatorio, obstaculizada por el aparcamiento de motos.

Isabel Díaz, presidenta del AMPA, frente a la entrada del Conservatorio, obstaculizada por el aparcamiento de motos. L.M

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"Huele a humedad y hay grietas": el AMPA del conservatorio de Alicante denuncia el deterioro de las instalaciones

Alumnos y familiares llevan años reivindicando un centro nuevo para atrás unas infraestructuras que ya no responden a las necesidades de la población.

Más información: El Conservatorio de Música José Tomas celebra su 25 aniversario en el ADDA pidiendo la construcción de su centro

Alicante
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Tras horas en el colegio, es hora de ir al conservatorio para seguir el curso académico, empujado por la pasión por la música y las ganas de formarse.

Llegas a la que es tu ubicación referente, te cruzas con el conserje que tantas veces te ve, y también con los profesores que ya son casi parte de tu familia y con los que compartes gran parte de tu tiempo semanal.

Ajetreado con la rutina, las paredes con grietas y el olor a humedad que desprenden las 21 aulas del conservatorio de la calle San Fernando, se vuelven habituales y ya ni te detienes en su estado.

Sin embargo, en mitad de una clase, te entran ganas de ir al baño y vives la amarga experiencia de viajar al pasado: paredes sucias y antiguas acogen un váter directamente sacado de los años 50.

Y finalmente llega la hora de irse a casa, o de ir a otra clase en el edificio del Monte Tossal, entonces sales, y no tienes otra opción que esquivar las motos aparcadas en la entrada y rezar para que tus padres puedan pararse un segundo en medio de la calle para recogerte.

Así es el día a día de gran parte de los 700 alumnos del Conservatorio Profesional de Música de Alicante (CPMA).

Tras 25 años de reivindicaciones, las familias, agrupadas en el AMPA del Conservatorio Profesional de Música de Alicante, se han cansado de adaptarse a una infraestructura que no está pensada para el volumen ni las necesidades reales del centro.

Partido en dos

Isabel Díaz, presidenta del AMPA y madre de un alumno de 11 años que cursa cuarto de elemental, explica que el conservatorio funciona a diario como un puzle repartido entre la sede de la calle San Fernando y el edificio del Monte Tossal.

Los más pequeños (enseñanzas elementales) concentran la mayoría de sus clases en las 21 aulas de San Fernando, pero muchas especialidades y asignaturas obligan a desplazarse al Monte Tossal en mitad de la tarde.

Para las familias, esto significa encadenar recogidas y traslados: a veces un hijo baja de San Fernando mientras el hermano mayor entra o sale en el Monte Tossal, todo ello intentando cuadrar horarios laborales y otras extraescolares.

Esa organización provoca horas muertas que los estudiantes pasan entre un edificio y otro, sin un lugar adecuado donde aprovechar el tiempo.

Si una clase termina a las 17:00 en San Fernando y la siguiente no puede empezar hasta las 18:00 o 19:00 en el Monte Tossal, esa hora u hora y media se pierde en el camino.

No hay biblioteca ni en el colegio obligatorio ni en el conservatorio donde puedan quedarse a hacer deberes o estudiar con calma, y en el Monte Tossal solo hay algunas mesas dispersas, sin un espacio realmente pensado para el estudio tranquilo ni supervisado.

Tráfico en la puerta

A esta fragmentación se suma un problema que las familias viven cada día a pie de calle: la recogida del alumnado en San Fernando.

La puerta del conservatorio da directamente a una vía muy transitada, sin una señal de prohibido parar y estacionar pero sin una zona habilitada para que los padres puedan detenerse con seguridad unos minutos.

La escena se repite cada tarde entre coches dando vueltas a la manzana, frenazos breves para que el alumnado suba con su instrumento a toda prisa y motos ocupando la entrada, que obligan a sortear obstáculos con fundas enormes a la espalda.

En este contexto, la presencia policial se ha multiplicado, pero sin una solución real al problema de fondo. Las familias relatan situaciones de tensión en las que los coches de los padres, parados apenas unos segundos para recoger a sus hijos, bloquean el paso de emergencias y provocan escenas de estrés que se podrían evitar con una reorganización del espacio y la circulación.

Desde el Consejo Escolar y el AMPA se ha pedido formalmente al Ayuntamiento que reubique las motos y habilite una zona segura de parada, pero, por ahora, las respuestas han sido insuficientes y la sensación es la de una presión añadida sobre familias que ya hacen un esfuerzo extraordinario por compatibilizar estudios reglados y musicales.

Barreras arquitectónicas

La antigüedad de las instalaciones no es solo una cuestión estética, repercute directamente en la accesibilidad y el día a día del centro.

La propia presidenta del AMPA cuenta que su madre, de 85 años, no puede acudir a las audiciones de su nieta porque el acceso al salón donde se celebran implica subir escaleras y el edificio carece de entrada adaptada para personas con movilidad reducida.

Hay también profesorado en esta situación que se ve obligado a hacer un sobreesfuerzo físico cada día para poder impartir sus clases.

Los espacios destinados a audiciones están pensados más como una “sala de ingeniero” reconvertida que como un auditorio en condiciones, sirven para escuchar a los alumnos, pero no permiten acoger instrumentos grandes ni a todas las familias que quisieran asistir.

Todo esto sucede en un edificio concebido para un conservatorio pequeño que, con los años, ha ido multiplicando matrículas sin una ampliación real de metros ni una reforma de calado.

El resultado son aulas que “huelen raro”, pasillos estrechos y una infraestructura que se ha quedado atrás respecto a las necesidades de una comunidad educativa que supera con creces la capacidad original del centro.

Edificio que nunca llega

Frente a este panorama, el AMPA insiste en que no pide nada extraordinario, sino "solo un centro público que se parezca a los que ya existen en otras ciudades de la Comunidad Valenciana".

Un único edificio donde quepan todos los alumnos, con instalaciones dignas, accesibles y seguras, donde dejar a un hijo a las cuatro y recogerlo al final de la jornada no sea una odisea logística.

Un lugar con biblioteca, salas de estudio, un auditorio en condiciones y espacios para que el talento musical pueda desarrollarse sin tantos “palos en las ruedas”.

La reivindicación lleva años circulando entre administraciones. Según relata Isabel, la Conselleria ha contemplado partidas presupuestarias para un nuevo conservatorio, pero el proyecto está bloqueado a la espera de que el Ayuntamiento ceda un suelo concreto donde construir.

Mientras tanto, se plantean y se olvidan ubicaciones posibles y el alumnado sigue repartido entre edificios obsoletos, con una coordinación pedagógica limitada, pues muchos profesores de un mismo alumno ni siquiera comparten centro en el día a día, lo que dificulta esa comunicación espontánea para comentar el avance del alumno.

Y mientras el tiempo pasa, otras ciudades levantan conservatorios modernos, y en Alicante las familias se ven obligadas a salir a la calle para recordar que la educación musical pública también es un derecho.