En la reciente asamblea de la Federació de Fogueres de Alicante que iniciaba el ejercicio 2021/22, el del deseado reencuentro, hubo un comentario señalado casi de soslayo por su presidenta, Toñi Martín-Zarco, pero de enorme calado. A grandes rasgos, se trasladaba la voluntad de modificar el ciclo de presentaciones de belleza por parte de las comisiones, adelantándola a los meses de verano e inicio del otoño -algo que en sí mismo siempre se ha podido realizar- con el corolario de celebrar el festival de elección de la bellea del foc durante el mes de noviembre.

Argumentó razones poco convincentes, pero lo importante, lo que casi ni se advirtió entre los delegados presentes, es que dicha decisión rompe por completo con un elemento que ha acompañado el devenir de la Fiesta casi desde sus primeros años de andadura.

Me refiero a percibir esta cita anual que desde 1998 se celebra en nuestra plaza de toros, como el auténtico preludio de les Fogueres. Desde incluso las últimas ediciones en los años de la II República, pasando por los Festivales de Arte que organizó Tomás Valcárcel a partir de 1940, estos se desarrollaron en la antesala de junio. Fue algo actualizado con acierto en 1980, cuando coincidiendo con una modernización de nuestra Fiesta la cita con la elección de nuestras representantes femeninas tendría lugar a primeros de mayo.

Durante cuatro décadas -casi la mitad de la historia de  nuestras fiestas- este planteamiento se ha consolidado como la antesala. Como el momento en que el foguerer siente, dentro de un clima primaveral, la reiterada afirmación “ya tenemos las Hogueras ahí”, desarrollándose a continuación un calendario de actos tan apretados como ajustadamente engrasados.

Uno no comprende ni la repentina necesidad de este auténtico cambiazo, ni las maneras apresuradas con las que ha sido planteado, con la intención de ser aprobado en la próxima asamblea de enero ¿No sería oportuno plantear los pros y los contras de tal iniciativa? ¿No hubiera sido preceptivo crear una comisión de trabajo adecuada para analizar las consecuencias de esta modificación?

Es cierto que la actual debilidad de la familia festera podría facilitar cambios de enorme importancia, casi bajo manga. Existe una extraña -y humanamente comprensible- sensación de adormecimiento que ha situado esta propuesta casi como un hecho consumado, sin entender que asistimos a un lento ciclo de modificación de elementos tradicionales de nuestras hogueras. Imitando claramente referentes habituales en nuestra admirada Valencia, que tuvo un capítulo precedente en 2018, al adelantar de manera arbitraria el pregón a primeros de junio, cuando todavía en las calles alicantinas no se percibía el señuelo de la Fiesta.

¿Nos inventaremos en abril o mayo otro ‘homenatge’ sin sentido, para cubrir una ausencia que todos vamos a echar de menos llegado el momento? Es bueno en ocasiones apelar a la innovación o al cambio cuando cualquier tradición lo precisa, pero no hacerlo si estas se basan en elementos no solo de probada eficacia, sino consustanciales a nuestro modo de entender les Fogueres.

No imitemos marcos festivos que obedecen a otras circunstancias, ni pretendamos con cambios arbitrarios revertir algo -la creación de la figura de la ‘candidata’- que el paso del tiempo ha revelado fallido. Hay otras formas de abordar esta circunstancia, que la fácil de eliminar el entorno cálido y primaveral, de la elección de nuestra bellea del foc.