María Teresa Vázquez González.

María Teresa Vázquez González. L.M

Alicante

Maite (22) estudiante de ingeniería robótica: "Queremos dejar de ser la mofa de los hombres, falta recorrido para la igualdad"

Alumna de cuarto curso y activista, reivindica la urgencia de visibilizar las ramas de ingeniería entre las mujeres para abolir las desigualdades en el sector.

Más información: Las mujeres de Alicante quieren ser ingenieras, pero siguen representando solo un 28%: "El cambio llega, pero lento"

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María Teresa Vázquez González tiene 22 años y estudia cuarto de Ingeniería Robótica en la Universidad de Alicante. Llegó allí desde Madrid, después de un primer intento fallido por entrar en la carrera.

"Hice un año en Robótica de Software porque quería algo parecido, pero me faltaba tocar el robot, construirlo", cuenta, entre risas, con esa energía incansable que desprende cuando habla.

Su historia con la ingeniería empezó casi de casualidad, en tercero de la ESO, en un taller de tecnología e impresión 3D. "Iba a aprender Python, pero me enamoré de la impresión 3D, sobre todo por cómo podía ayudar a la gente, hacer prótesis, cambiar vidas. En ese momento pensé: esto es lo mío". Desde entonces no ha parado.

Hoy Maite no solo estudia ingeniería, también es delegada de clase, presidenta de la asociación de la UA de la Rama de Estudiantes del Instituto de Ingenieros Electricistas y Electrónicos (IEEE), y coordinadora de actividades de la delegación de estudiantes.

"Estoy en todas partes", bromea. Pero detrás de su entusiasmo hay una reflexión más seria sobre lo que significa ser mujer en un entorno claramente masculino.

"De 60 personas en mi curso, somos solo diez chicas. En el siguiente, cinco. Y una se fue", explica.

"No es solo que seamos pocas, es todo lo que eso implica. Hay comentarios, bromas, actitudes que cansan. Cuando me presenté a delegada junto a otra chica, un compañero dijo que se iba a presentar porque ‘no pueden estar dos mujeres al poder’. Me entró la risa, pero en el fondo es triste. Queremos dejar de ser la mofa", sigue.

Desconocimiento

Maite insiste en que la desigualdad empieza antes incluso de entrar a la carrera: "El principal problema es la falta de referentes. Muchas ni saben que esta carrera existe. Yo lo descubrí por casualidad".

A eso se suma un ambiente, dice, con poca educación emocional. "Muchos compañeros no saben relacionarse con mujeres. Si eres amable, lo interpretan mal y piensan que estás ligando con ellos. Falta información y empatía", asegura.

Para cambiar las cosas, Maite se ha propuesto visibilizar las experiencias femeninas dentro del campus. El curso pasado, para el 25N, lanzó una iniciativa llamada "El buzón de la verdad", un espacio seguro para que las estudiantes compartieran testimonios de machismo.

Este año prepara otro proyecto: "Las paredes que nos encierran", un muro simbólico hecho de ladrillos con frases, datos y vivencias reales.

"Representa los muros invisibles a los que nos enfrentamos las mujeres", cuenta.

La joven ingeniera combina esa militancia con una visión clara, la de educar también desde la tecnología.

"En las carreras técnicas debería haber más formación en igualdad, pero contada de forma que interese, por ejemplo a través de redes sociales, con mensajes potentes que lleguen. No creo que haya maldad, sino simple desconocimiento".

Mientras cuenta su experiencia, su entusiasmo por cambiar las cosas contagia. Sueña con un futuro en el que las mujeres no tengan que justificar su presencia en un laboratorio. "Queremos dejar de ser la excepción, y sobre todo, dejar de ser el chiste", asegura con una sonrisa que mezcla orgullo, rabia y esperanza.