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Cuando se cansa, Mohamed Chaib, de 53 años, se pone rojo, suda y resopla. Hasta que se sienta en cualquier sitio, un escalón, una acera, y puede recuperar fuerzas. Entonces se quita las gafas, se frota los ojos, respira hondo y en cuestión de minutos vuelve a empezar. “El hambre y la sed son duros pero lo que peor llevo es la falta de sueño”, comenta de camino hacia su coche. El cansancio no da tregua a los musulmanes en este mes de Ramadán. Intentan trabajar menos, reducen horarios, suspenden compromisos, cancelan viajes... Todos menos Mohamed Chaib: él está de campaña electoral.

A Chaib le encanta hablar. El número seis de las listas del PSC en Barcelona charla animado con quienes se cruzan por su camino; les habla de las elecciones, les cuenta lo importante que es ir a votar. Lleva el maletero lleno de pasquines, carteles y papeletas que mete en bolsas para repartir después en sus paseos. Empieza el día con gesto serio, concentrado, camina rápido y tieso, y avisa de que ayunar “es durísimo, durísimo”. Él, no obstante, está dispuesto a darlo todo: “Si no fuera así, mejor ni planteárselo. Lo que no puede suponer el Ramadán es un problema. ¡Jamás!”.

En las pasadas elecciones el PSOE logró cinco diputados en Barcelona, por lo que conseguir ahora un sexto es casi imposible. Lo sabe Chaib, consciente de que su designación está relacionada con los anteriores resultados. “Perdimos el sexto por 60 votos, y esos votos son los que tengo que lograr ahora yo. Si todos estos musulmanes votaran -dice mientras señala a su alrededor- tendríamos no uno más, sino ¡cuatro y cinco escaños más! Pero fíjate: estamos batallando por el sexto y tanto mogollón a lo mejor no sirve para nada...”.

La campaña, unida al Ramadán, está resultando extenuante para el candidato.

La campaña, unida al Ramadán, está resultando extenuante para el candidato. ALBERTO GAMAZO

Las tareas de Mohamed Chaib a lo largo de una jornada son varias: dirigir la oficina de Comsa, la empresa para la que trabaja, en Marruecos; presidir la Fundación Ibn Battuta, hacer campaña por el PSC... Y hacerlo todo en ayuno. Termina el día con la mente en las nubes, confundido, sin apenas fuerzas para hablar. Un día en la vida de este candidato vale por dos o tres del resto de mortales. EL ESPAÑOL lo ha acompañado durante todo un jornada de campaña:

3 de la madrugada.El Prat de Llobregat. Mohamed Chaib, su mujer y sus dos hijos se levantan para comer algo. Tienen media hora antes de que empiece la oración. Esa comida será la única que prueben hasta que se ponga el sol, pasadas las 21 horas. Chaib, que vive en El Prat, come poco porque a esa hora le cuesta ingerir. “Estoy demasiado cansado para llenarme”, comenta. Agua, leche, dátiles, sopa 'harira' y algo de dulce. “Tendría que comer carne pero de verdad que no puedo, me cuesta”. Hacia las 3.30 llega el momento de la oración. Media hora de agradecimiento a Alá y su profeta, Mahoma, para volver a la cama.

Un cartel con el lema de campaña del PSOE escrito en árabe.

Un cartel con el lema de campaña del PSOE escrito en árabe. ALBERTO GAMAZO

7 de la mañana. Avenida Roma. Barcelona. La familia se levanta. Chaib tiene que ir al trabajo. No pueden probar ni el agua. Dirige desde 2011 la oficina de Comsa en Marruecos. Nacido en Tetuán, llegó a Sant Boi de Llobregat con cuatro años. Segundo de ocho hermanos es el primer chico y el único con estudios. Se licenció en Farmacia en la Universidad de Barcelona y es un gran experto en las llamadas ‘salas blancas’, esos espacios asépticos y esterilizados en los que se fabrica material quirúrgico, entre otras cosas. En su empresa ha dado un paso más y ha logrado un contrato para Comsa de 44 millones de euros para que se encarguen de la vídeo vigilancia en Casablanca. Es un triunfo que supone echarle muchas horas. “Me da la sensación de que mis jefes piensan que no seré diputado y por eso me dejan tanto tiempo para la campaña”, comenta con cierta ironía mientras sigue con su trabajo: contesta mails en uno de sus tres móviles (para el trabajo, el partido y su asociación).

10 de la mañana. Rambla de Santa Mónica. Sale de la oficina, en el barrio del Eixample. Meritxell Batet, la cabeza de lista del PSC, da una conferencia sobre pensiones en la sede del sindicato UGT, en las Ramblas, y Chaib quiere estar presente. Conduce hasta el centro y llena una bolsa de panfletos para repartir. En UGT todos le saludan y Batet se alegra de que haya periodistas con ganas de contar el Ramadán de Chaib. “Para nosotros es importante que se refleje su realidad, no puede quedar en segundo plano, está haciendo un esfuerzo enorme. Gracias a él conseguiremos el sexto escaño, ¡claro!”, dice la candidata socialista. Vestida de rojo pasión, con sus característicos rizos y su delgadez, bebe agua tras su discurso y saluda a Chaib con entusiasmo. “¿Cómo lo llevas?”, le pregunta. “Con fuerza. Estoy bien, bien, aguantando... ¡Con fuerza!”.


12 de la mañana. Raval. Sube y baja escaleras y enfila Ramblas arriba para adentrarse en las callejuelas del Raval. Chaib conoce bien ese territorio, allí está la Fundación Ibn Battuta, una entidad que él mismo fundó en 1997 para favorecer la integración de los inmigrantes marroquíes. En la calle San Pau se detiene en el pequeño comercio que la familia Halhoul regenta desde hace décadas. Mohamed y Hassan Halhoul son portavoz y secretario, respectivamente, del Consejo Islámico de Cataluña, dos miembros destacados de la comunidad musulmana catalana.

El número seis del PSC al Congreso conversando con otros musulmanes en una tienda de ropa.

El número seis del PSC al Congreso conversando con otros musulmanes en una tienda de ropa. ALBERTO GAMAZO

“El Ramadán es una cuestión mental”, dice Mohamed Halhoul posando su mano en el corazón, “no es sufrimiento si uno no quiere. Pero claro, yo paso el día aquí en la tienda, no como Chaib que no para de dar vueltas. Eso es mucho más difícil”, ríe. Sus gestos son lentos y tranquilos, y su sonrisa transmite paz, comodidad. A su lado, contrasta un movido y nervioso Chaib, que habla con este y el otro, reparte pasquines, cuelga un cartel en la puerta, suda, se pone rojo y, al final, vuelve a ponerse en marcha con ese caminar rápido. Toca ir a Ibn Battuta.

De paseo por el Raval, uno de los barrios con mayor densidad de Barcelona, Chaib no rehúsa hablar de tema alguno. ¿Islam y homosexuales? "Hablemos". Miquel Iceta, primer secretario del PSC, es gay, así como Jaume Collboni, líder del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Con ambos ha hecho campaña y el lunes por la noche, sin ir más lejos, colectivos musulmanes del barrio de Gràcia invitaron a Chaib y a Iceta a cenar. “Yo siempre digo que no podemos obligar a nadie a ser de una manera u otra”, comenta sobre este asunto.

- ¿Pero saben ellos que el ‘jefe’ es homosexual?

- Sí, muchos lo saben, otros no saben ni quien es Iceta, no nos engañemos. Pero no le damos importancia, saben que no es uno de ellos, que no es musulmán, así que no hay problema. El islam es una religión que se basa en el respeto al otro, eso es algo que os tiene que quedar claro.

1 de la tarde. Raval. En la puerta de la fundación que preside Chaib un cartel advierte de que durante el Ramadán el horario se reduce de 9 a 11 horas. “Les doy permiso para que descansen”. Entra y muestra a sus acompañantes todas las salas de la entidad, cuenta los proyectos que llevan a cabo, desde los microcréditos hasta un periódico. Allí está su hijo, Naseem, un estudiante de Derecho de 23 años, a quien ha pedido que acuda a la fundación para que conozca mundo. “No quiero que vaya de la facultad a casa, quiero que aprenda otras cosas”. Son las dos del mediodía y de pronto, el gesto de Chaib se hunde. Dice que no puede más, que necesita irse a casa a dormir un par de horas, que está agotado. “Si no duermo algo no podré seguir, de verdad, perdonadme, me tengo que ir”.

5 de la tarde. Plaza Ibiza. Hospitalet de Llobregat. Sopla un viento endiablado que arranca un póster de Albert Rivera de una marquesina de la plaza ibiza. La cara del candidato de Ciudadanos vuela calle arriba rodeado de papeletas de los socialistas. Desaparecen juntos en el cielo. En ese momento, el coche de Chaib aparca frente a la caseta del PSC, llena bolsas con propaganda y se hace fotos con simpatizantes y espontáneos. Su gesto es otro, más relajado y sonriente, y su mirada transmite satisfacción. “Estoy como nuevo”, dice enérgico, “estas dos horitas me han sentado de maravilla. Vamos allá, hay que ganarse el voto musulmán”.

El único musulmán con posibilidades de ser diputado en el Congreso es Chaib. Lo dice él y lo recalcan en su partido. “No me votan por ser marroquí, me votan por ser musulmán, eso es lo importante, porque son gente de Senegal, de Pakistán, de Líbano...”.

En España viven algo más de 1,7 millones de musulmanes, según datos de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), lo que supone el 3% de la población española. La mayoría son de nacionalidad marroquí, unos 800.000, seguidos de españoles, unos 500.000. El tercer grupo por importancia son los paquistaníes, casi 80.000 personas, en su mayoría instaladas en Barcelona.

El candidato, descansando en la boca de una parada de Metro en Barcelona.

El candidato, descansando en la boca de una parada de Metro en Barcelona. ALBERTO GAMAZO

Cataluña es la comunidad en la que viven más musulmanes (450.000), seguida de Andalucía, con 266.000. Una de sus principales peticiones es que el Ramadán se reconozca como un derecho y se exima a algunos musulmanes de ciertas obligaciones, como la Selectividad, durante el mes del ayuno. Por ahora no tienen éxito.

6 de la tarde. Avenida La Florida. Muchos conocen aquí a Chaib. Fue diputado por el PSC en el Parlament de 2003 a 2010, época dorada de Zapatero, cuyo Gobierno ofreció una regularización masiva que todavía se recuerda en estos barrios. Así pues, nuestro candidato juega con ventaja, porque la mayoría de inmigrantes votan socialista. Lo recuerda Ignacio Cembrero en su libro La España de Alá: “La inmigración musulmana en Europa, incluso aquella que lleva varias generaciones asentada en el Viejo Continente, tiende mayoritariamente a votar listas socialistas”.

Mohamed, el único ataviado con traje, durante el rezo en la mezquita.

Mohamed, el único ataviado con traje, durante el rezo en la mezquita. ALBERTO GAMAZO

En 2013, por ejemplo, el Instituto Francés de Opinión Pública determinó que el voto musulmán fue decisivo para la victoria de François Hollande, actual presidente francés. Lo sabe bien Chaib, quien de subidón de adrenalina saca a pasear al mejor político. Se entusiasma, entra en bares, en fruterías, carnicerías, peluquerías, tiendas de móviles... Cuelga carteles en las paredes, aprieta manos y reparte abrazos por doquier, se para a hablar con quienes le piden ayuda, recuerda que hay que tener nacionalidad para votar, ríe, charla, camina... Y apunta que hay otro musulmán (en el número 20) en su lista: Mohamed Iqbal Chaudry, líder histórico de la comunidad paquistaní de Barcelona. El PSC ha dado en la diana.

8 de la tarde. Sant Boi. Había prometido darse una vuelta por Sant Boi, donde vive toda su familia (los Chaib son unos 100), pero no puede. Hace ya un rato que Chaib susurra cosas, cabecea, suda y se pone rojo. Resopla, entra en un aparcamiento y se sienta en las escaleras. “Estoy hecho polvo”, dice casi en un suspiro. El Ramadán empezó el seis de junio, estamos a día 16 y Chaib ha adelgazado dos kilos. “No pasearé, vamos directamente a la mezquita a rezar. Es que no puedo más”.

9 de la noche. Mezquita Omar Ibn El Khatab. El candidato conduce de Hospitalet a Sant Boi con el sol de cara. Da varias vueltas en una rotonda porque no sabe bien qué camino tomar. Estamos en el territorio que le vio crecer. Está enfurruñado y sin ganas de hablar. Tiene dudas de que en la mezquita en la que pretende invitar a sus acompañantes a romper el ayuno pueda entrar una mujer sin hiyab y eso lo bloquea.

“No tengo ganas de nada ahora mismo, ni de discutir para que entres conmigo ni de nada, de verdad”. Dicho esto aparca el coche y todavía tiene tiempo de entrar en la carnicería de su sobrino y colgar unos carteles más.

En la mezquita le esperan su padre y “la plana mayor” –dice él- con los brazos abiertos. Han dispuesto una mesa para los invitados y hasta ofrecen dos pañuelos, uno suave negro y otro plateado, para cubrir la cabeza femenina. Tras un corto e íntimo rezo, Chaib cierra los ojos y sorbe lento un vaso de agua. “¡Aaaaah!”, dice su gran sonrisa.

Tras la ruptura del ayuno, Chaib aprovecha para alimentarse.

Tras la ruptura del ayuno, Chaib aprovecha para alimentarse. ALBERTO GAMAZO

Agua, leche, dátiles, sopa harira, baklavas (típicos dulces árabes) y chebakiya (especie de pestiño) completan este sencillo Iftar (ruptura del ayuno). Los ancianos de la mezquita se despiden de los visitantes llenando bolsas de comida para que se la lleven a casa. “Y por favor, recordadle a la gente que nosotros no somos como los terroristas, que rechazamos y condenamos todo lo que hacen, eso no es islam, lo de Orlando no es islam”.

11.30 de la noche. Polideportivo de Sant Boi. De camino al polideportivo, donde cada noche de Ramadán la comunidad musulmana acude a rezar en masa, el cansancio lo envuelve todo. El caminar nervioso de Chaib se torna lánguido y espeso, sus palabras, pocas, salen lentas. Y pese a todo, en algún resquicio guarda fuerzas para apuntalar su discurso: “Lo maravilloso del Ramadán es la espiritualidad, supone un parón en el estrés de la vida diaria, te acerca a Alá, a ti mismo y a los demás”. A las puertas del polideportivo, entre saludos y abrazos, Mohamed Chaib desaparece. El imam ha llamado al rezo. Arrodillado, el candidato seguirá cumpliendo su deber con Alá.

1 de la madrugada. El Prat. Toca dormir hasta dentro de dos horas. Ya es viernes y Chaib tiene una agenda repleta

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