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LA TRIBUNA

Lágrimas de populismo

El autor denuncia la estrategia de los populistas de presentarse como víctimas para, así, blindarse de la crítica y señalar al supuesto agresor y perserguirle.

20 mayo, 2020 02:31

En 1995, Pascal Bruckner publicó un libro muy importante: La tentación de la inocencia. Es un libro letal para los populismos, en la misma medida en que los Cañones de agosto de Barbara Tuchman es demoledor para los conspiranoicos. Ni Bruckner habla del populismo, ni Tuchman de conspiraciones, pero las conclusiones que saca el lector de sus obras socavan las esencias de unos y otros.

Tuchman, en su narración del agosto de 1914 y cómo empezó la Primera Guerra Mundial, demuestra que el mundo y su devenir son incontrolables y, por tanto, imposibles de gobernar desde un club selecto en un hotel.

Bruckner, en su obra sobre las estrategias para disfrutar de la libertad sin asumir ninguna obligación, describe las herramientas para lograrlo: infantilismo y victimización. Ambas utilizadas por los populistas.

La comunicación política ha llegado a un punto de difícil retorno en que los formatos impuestos en la sociedad de la inmediatez hacen imposible explicar cualquier idea medianamente compleja. La consecuencia automática es una simplificación extrema. Esto establece un campo de operaciones perfecto para el populismo y el repliegue de la razón.

Los populistas tienen soluciones simples para todo, porque son ideas para dar la razón al votante y con ello, ganar votos, no para solucionar problemas. Los demás se ven obligados a simplificar ideas complejas para esos formatos simples y muy debilitados en el debate público frente al que tiene en los nuevos formatos un ecosistema ideal. Por ello, es habitual que de los dirigentes populistas se destaque siempre que "hablan claro", cuando lo que hacen realmente es hablar fácil. El matiz y la especialización son vistos con sospecha, como un lenguaje ajeno al pueblo.

Los movimientos populistas tienen siempre estrategias similares sin importar el signo político, ya que éste es un medio más para conseguir sus fines. Aparte de hacer propuestas que no excedan el reverso de la tapa de un yogur, los populistas deben convertirse en víctimas y no ser responsables de nada: que te hayas fundado con dinero iraní o hayas asesorado a dictadores chavistas son "ataques" por ser políticamente incorrectos o con origen en la máquina del fango. La demonización de los medios de comunicación identificando cualquier crítica a su gestión con campañas contra sus formaciones, son el epítome de esta estrategia.

Los populistas inventan agresiones y se ubican en el papel de víctima para ser acreedores de algo e invalidar toda crítica

Hace pocos días he presenciado el constructo de un episodio para la conversión en víctimas por parte de los populistas en directo y en primera persona. No voy a entrar en pormenores, pero me sirvió para ver la táctica organizada –todo el mundo tiene algún amigo en un chat agitprop– e identificarla perfectamente en lo descrito por Bruckner.

La operativa es similar a cuando el delantero, en un partido de fútbol, retrasa la pierna para que el defensa que le persigue al menos la roce y tirarse al suelo a aspaventar, lloriquear y gritar con la esperanza de que piten penalti. Da igual que algunos, tras el partido, hablen durante unos días del robo que fue; para la historia quedará el gol. Y, para colmo, en política no hay VAR. Esos formatos simples que he señalado no dejan tiempo para revisar.

Los populistas inventan agresiones y se ubican en el papel de víctima para ser acreedores de algo e invalidar toda crítica. También para que el agresor elegido se desgaste y sea blanco de la embestida de los ofendiditos.

No deja de ser paradójico que quienes hacen de la valentía un atributo sean los más llorones del tablero. Al margen de la miseria moral que de por sí conlleva este modo de proceder, el mártir autoproclamado –como los llama Bruckner– hace daño más allá y socava poco a poco la realidad, banaliza la agresión y menosprecia a las verdaderas víctimas.

Hemos visto campañas en redes donde era tendencia una supuesta agresión. Pero solo se leía la defensa como movimiento organizado. No solo en una ocasión y no solo un partido.

El gurú de parte de esta táctica, Steve Bannon y sus activistas en redes, aunque han protagonizado algún ridículo estrepitoso (vean el documental El Gran manipulador), tienen una operativa que es fácilmente identificable. Es burda pero en la sociedad inmediata, con que 1 de cada 3 no se enteren del desmentido, ya hay trabajo avanzado. Por no hablar del efecto del algo habrá. Además saben arrojar toneladas de basura para que el hedor espante a cualquiera que quiera indagar en la materia.

Gritar "¡no me callaréis!" cuando nadie te ha pedido que te calles, "¡no me llames fascista!", cuando nadie te ha llamado fascista, o "¡me condenan por defender el derecho a la vivienda!" cuando has llamado "puta cocainómana y mala madre" (sic) a una policía por cumplir una orden judicial es una estrategia de victimización. El oprimido sin opresor, el desposeído con posesión, el agredido sin agresión son actitudes miserables que debilitan al oprimido, al desposeído y al agredido.

Los pseudodesesperados, como los llama Bruckner, reclaman no ser considerados personas corrientes.

Al populismo le dan igual las consecuencias de sus mentiras porque su objetivo es llegar al poder y perpetuarse en él

He estado varias semanas pidiendo al Gobierno que hiciera obligatorio el uso de mascarillas en los espacios públicos. Pues me han escrito algunos de estos pseudooprimidos para decirme que yo no les voy a obligar a llevar bozal. Considerarán que la DGT los ata al asiento del coche cuando les obliga a llevar cinturón de seguridad. Buscan la épica en una defensa sin ataque. Usted mismo que lee estas líneas puede oprimir sin querer a un necesitado de martirio.

Otra de las miserias de esta táctica del populismo es el uso de términos gruesos. Hoy, fascismo es cualquier cosa que impide los caprichos de un mártir autoproclamando. Si a alguien le impiden poner tuits a favor de terroristas, ya se dice compañero de litera de un prisionero en Auschwitz. Si te multan por ir sin mascarilla eres víctima de la Stasi.

Esto es una burla para quienes sufrieron a la Stasi, al nazismo o al fascismo, porque ser gaseado mientras te dejas las uñas clavadas en la pared, enterrar a tus hijos con tus manos mientras pides que te disparen en la nuca por la desesperación o morir tuberculoso, febril y delirando en una cárcel por tus ideas es equiparado a que la Policía te pida el DNI o a que se establezca una distancia de seguridad en medio de una pandemia.

Al populismo le dan igual la verdad y las consecuencias de sus mentiras, porque tiene un objetivo: llegar al poder y perpetuarse en él. Por eso, veréis que dicen cosas como que se aplica la "eutanasia más feroz" a ancianos en las residencias, pero no van a rescatarlos y se limitan a decirlo en televisión y en Twitter. Da igual el terror que pueden generar en quienes los escuchan, porque este terror es lo que quieren provocar.

Dirán que los muertos de esta pandemia son culpa de los recortes o que te mueres más en función de quién gobierna, o que, de ser un Estado independiente, habría menos muerte y más empleo. Al populismo no le importa usar a los muertos, el sufrimiento de otros, sembrar el pánico, o frivolizar con quienes han muerto en soledad, porque el populismo, desde siempre es carroñero y pinta sus pancartas siempre, siempre con el dolor ajeno.

*** Guilllermo Díaz es diputado de Ciudadanos por Málaga, abogado y escritor. 

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