Como explicamos hoy en EL ESPAÑOL, algunos líderes de Ciudadanos han planteado a Inés Arrimadas la creación de una plataforma electoral junto al PP que le permita al centroderecha liberal derrotar a Pedro Sánchez y mantener a raya a Vox.
Es una buena idea que Arrimadas y Pablo Casado deberían plantearse sin tacticismos de vuelo gallináceo. Si ambos combaten al mismo enemigo, a uno y otro lado, parece lógico que se planteen optimizar sus respectivas áreas de influencia sumando esfuerzos allí donde la ley electoral o las circunstancias locales lo exijan.
Los resultados de las elecciones catalanas no han sido buenos para el PP ni para Ciudadanos. Pero tampoco conviene sacar de quicio los resultados de Vox, un partido que, a diferencia de Ciudadanos y del PP (cuya abstención ha alcanzado el 50 y el 30% respectivamente) parece haber movilizado a la mayoría de sus votantes potenciales.
Pero los 217.000 votos de Vox representan sólo el 4% del censo electoral total catalán. Se trata de un extremo del arco parlamentario hipermovilizado por la sensación de amenaza percibida (la destrucción de España), pero cuyo programa electoral no tiene la menor oportunidad de ser aplicado en sus niveles de máximos.
Votantes distintos
Como explicábamos en el editorial de EL ESPAÑOL de ayer, PP y Ciudadanos no compiten por el mismo tipo de votante. Al contrario de lo que podría pensarse, además, el votante que parece tender hacia Vox no es el del PP, sino el de los naranjas.
PP y Ciudadanos limitan a un lado con la extrema derecha y al otro con el socialismo. El espacio que ocupan ambos es el centro y el centroderecha liberal. Un centro partidario de la estabilidad, con propensión al acuerdo y a la transigencia dentro de la Constitución.
Algo que quedó de manifiesto cuando, durante la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez, Pablo Casado le dijo a Santiago Abascal una de sus frases más recordadas: "Ustedes no son lo mismo que nosotros".
Lo que debe comprender el PP es que ni es Vox ni necesita serlo para gobernar.
Cuatro bloques
El escenario político español está dividido hoy en cuatro bloques. El de la izquierda radical y los nacionalistas, el de la izquierda moderada, el del centro y la derecha moderada, y el de la extrema derecha.
A esos cuatro espacios podría haberse sumado un quinto, el del Ciudadanos de Albert Rivera, si este hubiera pactado con Sánchez en 2019 en vez de apostarlo todo al sorpaso al PP. La idea de Ciudadanos como partido útil murió entonces. Y con ella, también la idea de un centro bisagra entre PSOE y PP.
Pero no tiene sentido llorar por la leche derramada. Rivera optó por el tacticismo a corto plazo y el resultado está a la vista. Arrimadas ha heredado un partido arrasado de las manos de muchos de aquellos que ahora le exigen responsabilidades.
Complementariedad, no fusión
Cuestión muy distinta es la forma que deba adoptar esa plataforma de Ciudadanos y el PP. Y esa forma no es la de una fusión. Porque los votantes de Ciudadanos y del PP no son, como hemos explicado antes, los mismos.
El de los naranjas es un votante urbanita y liberal tanto en lo económico como en lo social. El del PP es conservador. A unos les gusta la gestación subrogada y a los otros no. Unos ven con reparos la influencia de los valores religiosos y los otros no.
Pero lo que sí debe existir entre ambos es una colaboración permanente que deje espacio para que ambos partidos puedan pactar, allí donde sea necesario, con otras formaciones. Colaboración es complementariedad, no unificación.
Aunque el huracán de las catalanas pueda haberlo tapado, lo cierto es que Ciudadanos y PP tienen sus respectivos nichos electorales perfectamente delimitados. Ni Ciudadanos debe convertirse en un partido liberalsocialista ni el PP en un Vox de centro, si es que esas opciones son ontológicamente posibles.
Es probable que esa complementariedad no tenga sentido en circunscripciones grandes como la andaluza o como la madrileña, con su distrito único. Pero sí en provincias pequeñas o en comunidades refractarias al constitucionalismo y donde es difícil encontrar un espacio propio por la presión del nacionalismo.
Ciudadanos y PP deben jugar con inteligencia sus cartas. Ambos deben resistir el tirón de Vox y esperar a que este remita cuando su esterilidad se haga evidente. A fin de cuentas, la posibilidad de que algún día exista un Gobierno liderado por Vox se antoja tan remota como la de que algún día exista uno liderado por Podemos.
Porque ni Podemos es Syriza ni Vox el Frente Nacional de Le Pen. Pero PP y Ciudadanos sí que podrían convertirse en la CDU de Angela Merkel. Aunque fuera con una fórmula de cooperación a la carta.